| |
| |
| |
17 Jose Luis Pinillos
Psicólogo, Madrid, España
¿Cree usted que lo que está haciendo el doctor Luis Alberto Machado es acertado?
Es un asunto fascinante. En el fondo, la idea de desarrollar y estimular la inteligencia es muy válida. Venezuela es su precursora. Sería difícil adivinar cuáles serán los resultados de estas iniciativas. Quizá la idea se extienda a otras áreas de Latinoamérica. Tendríamos que esperar y ver.
¿Qué piensa usted del experimento que se llevó a cabo con niños indios, a quienes se les enseñó a interpretar a Beethoven, con el violín, en sólo un par de meses?
Una de mis hijas estudia piano. Desde luego, se necesita mucho tiempo para convertirse en un pianista consumado. Pero debo admitir que con el método Sazuki se pueden mejorar los resultados considerablemente.
El doctor R.D. Laing pensaba que a esos niños se les estaba convirtiendo en robots.
Es una afirmación muy provocativa. Como casi todas las observaciones del doctor Laing. Sin embargo, yo no sé si a esos niños se les estaba convirtiendo realmente en robots o en algo más que robots. Tengo mucha confianza en el método Sazuki. Además, como cualquier padre de familia sabe muy bien, no es tan sencillo convertir a los niños en robots.
Pero, ¿al menos los venezolanos están intentando escapar de un circulo vicioso?
Sí, claro. Pero, ¿no es esto lo que siempre están tratando de hacer los hombres? Están intentando modificar un aspecto del hombre
| |
| |
que, hasta ahora, se suponía que estaba determinado. La buena educación debería ayudar a mejorar la utilización de la inteligencia natural.
Pero durante miles de años las mentes de los niños se han contaminado con los mismos absurdos, sin haberles dado nunca la oportunidad de elegir por sí mismos. Se les lava el cerebro con dioses, reyes y Santa Claus mucho antes de que puedan siquiera sostener un tenedor.
Sí, estoy muy de acuerdo con esa posición. Los dioses, los reyes y los cuentos de hadas pueden ser válidos en un determinado momento. Pero, por desgracia, más tarde los niños se van a enfrentar a la realidad en función de conceptos antropomórficos, animistas o abstractos, que no entienden adecuadamente y que no tienen ninguna relación en absoluto con un concepto de la vida que pueda ofrecer una respuesta. Uno de mis alumnos realizó una investigación con niños de seis, siete, ocho y nueve años sobre sus conceptos científicos en relación con la energía, el espacio, etc. Evidentemente, habían aprendido todo lo necesario a través de los libros. Sin embargo, no sabían cómo aplicar a la vida, a la realidad, los conceptos científicos. Simplemente, memorizaban las ideas contenidas en los libros, nada más. Esta forma de aprendizaje no ayuda en absoluto a enfrentar los hechos.
¿Cómo se puede eliminar toda la basura que ya se ha introducido en la mente de los niños? Por ejemplo, ¿cómo lograr de una manera efectiva que los niños se den cuenta de la diferencia entre fantasía, ilusión y realidad?
Los niños no sacan todo el provecho que debieran de los actuales métodos de enseñanza, ya que, en tanto que se les fuerce a memorizar, serán incapaces de aplicar los conocimientos que aprenden en los libros de texto a hechos concretos de la vida. Sería de mucha utilidad realizar un proyecto de investigación en este campo con adultos. Mostraría que la mayoría de los adultos reaccionan a este respecto igual que los niños. Una gran parte de la población española, por lo menos, no tiene la más ligera idea de cómo aplicar los conceptos físicos a la vida real. Aunque somos adultos, actuamos de una manera espontánea, en base a conceptos animistas y tradicionales, en un mundo que exige con urgencia un tipo de pensamiento completamente diferente. Este es nuestro verdadero problema. Necesitamos pasar al uso de lo que Korzybski denominó 'un lenguaje no aristotélico'.
| |
| |
Mientras, toda esta programación automática y anticuada está en total contradicción con los desarrollos de la ciencia y la tecnología.
A veces, las instituciones se desarrollan a pesar de todo. Sin embargo, es cierto, en mi opinión, que muchos científicos utilizan un lenguaje poco actualizado en lo que se refiere a los asuntos que van más allá de sus especialidades. Supongo que eso nos ocurre a todos. En otras palabras, la investigación técnica y científica está muchísimo más avanzada que su aplicación a la vida humana. Y esto supone un nuevo dualismo.
¿Quiere usted decir que los individuos desarrollan la irracionalidad contra la sociedad?
Sí. Pero me refiero también a las reacciones estereotipadas. Por ejemplo, no es infrecuente que nos mostremos mal dispuestos frente a una determinada escuela o una línea de pensamiento de la que prácticamente no sabemos nada, excepto estereotipos de segunda mano. Tomemos algunas de las reacciones al proyecto venezolano con los niños indios que tocaban el violín. Muchas personas que no sabían nada de lo que se estaba haciendo aquí, inmediatamente empezaron a etiquetar el experimento como insensato. Sin embargo, funcionó bien.
Por no hablar de la demencia religiosa, como en Irán o Irlanda.
No estoy haciendo distinciones. Después de todo, el mundo está lleno de distintos tipos de ayatollahs.
O de cristianos renacidos por esto.
Muchísimas personas son totalmente incapaces de intentar mejorar la realidad sin recurrir al fanatismo. Y los cristianos no somos una excepción, por supuesto.
¿Por qué pasa esto?
Porque se consideran las cosas desde 'un' punto de vista. Se está convencido de que ése es el único y el verdadero. Y es un error muy peligroso. Reconozco que algunos puntos de vista son mejores y están más de acuerdo con la realidad que otros. Existen, por supuesto, muchas perspectivas; algunas son más ricas, funcionan mejor que otras, lo reconozco; pero, de todos modos, siguen siendo puntos de vista sobre una realidad que nadie entiende ni posee por entero, total y completamente. Un punto de vista es una instantánea de un momento particular de la historia. Nada más. Esa es la cuestión. Es muy sencillo hacer esta observación; pero es
| |
| |
menos sencillo tenerla en cuenta en la práctica; al menos para mí. Además, nunca se empieza desde cero. Operamos con ideas que existen en un momento particular de la historia. Incluso si se critica la historia, se critica en base a lo que ella, en ese día y en esta época, pone en nuestra mente. Me doy cuenta de que resbalo hacia el actualismo, pero hay algo de cierto en lo que digo.
Se ha sugerido que, para frenar el círculo vicioso de imbuir en el cerebro de todas las nuevas generaciones los mismos conceptos desfasados, se podría programar una computadora de aprendizaje para todos los niños del mundo. De esta forma, los conceptos básicos sobre el hombre y el universo se desarrollarían igual en todo este mundo que se queda cada vez més pequeño.
Nosotros, los psicólogos, podemos tratar de mejorar el nivel de desarrollo y las posibilidades mentales de los niños, sólo si nuestras acciones van vinculadas a la cultura. Es cierto que el foco del problema no reside tanto en los contenidos como en el mecanismo de hacerse con ellos, de hacerse más inteligente. Al menos, así es como yo entiendo los presentes esfuerzos venezolanos en esta dirección. Sin embargo, no existe una cosa que se llame 'inteligencia libre de cultura'. Se debe operar en ambos niveles.
Por supuesto, la inteligencia tiene muchas dimensiones. Está la dimensión técnica de cómo armonizar los medios con los fines, o cómo resolver problemas convencionales. Luego, está la dimensión de cómo evaluar los fines y cómo ampliar la esfera de los fines y valores, que es muy diferente de ampliar la inteligencia que se mide con los tests psicométricos clásicos. Esta dimensión 'crítica' de la inteligencia se podría encontrar en la creación de nuevos símbolos y valores, etc. Eso es lo que significa realmente 'creatividad'.
Yo creo que es posible idear y crear programas, como están haciendo ahora los venezolanos, con la ayuda de Harvard y de otros centros, que hagan que la gente se desarrolle más rápidamente, o que alcance su 'tope', su 'techo' normal, en condiciones en que normalmente no lo alcanzaría, esto es, mediante 'atajos', mediante un training específico, y con una enseñanza mejorada. Creo que se puede hacer. Se me objetará que, a la postre, los contenidos, lo que ponemos en la mente de los niños, serían los mismos contenidos, más o menos estabilizados, de la cultura y la sociedad de siempre, ya que se tiene que operar bajo las circunstancias presentes. Sólo que, al mejorar la inteligencia, esos contenidos se asumirían de una forma más crítica y creadora. ¡Menudo problema para los políticos!
| |
| |
Tiene que ser posible preparar a las mentes de las futuras generaciones más inteligentemente, igual que pasó con las realidades de este habitat, nuestro planeta, en relación al Universo.
¿Ha leído usted Las Fundaciones, de Isaac Asimov? En ese libro se describe, igual que lo hace usted ahora, a la comunidad científica intentando solucionar estos problemas a un nivel de racionalidad más alto. Y es que, a la vez que vivimos en un mundo orientado hacia el progreso tecnológico, desde un punto de vista cultural, en cambio, hasta cierto punto, seguimos estando manejados y dirigidos por gente con ideas anacrónicas. Hay gran racionalidad en los medios, mucha eficacia, y mucha irracionalidad en los fines. Al mismo tiempo, vivimos en un mundo en el que se están desarrollando técnicas increíblemente poderosas e indetenibles, manejadas por una política que, a veces, parece propia de auténticos bárbaros. Quizá sea verdad que esta extraña mezcla de técnicas avanzadas y primitivismo acabe por conducirnos a la destrucción final. Está claro que, en nuestra civilización, la 'cultura' ha sido alienada por la 'tecnología' (que es una forma de cultura, desde luego, pero material).
Estoy absolutamente convencido -y hablo con toda seriedad- de que la humanidad no sabe, hoy por hoy, cómo manejar esta situación. Se está introduciendo mucha racionalidad y eficacia en los medios de vida, insisto en ello; pero, ¿qué pasa con los fines, con las metas de la vida? Hay eficacia, sí; pero eficacia, ¿para qué? Nuestras filosofías y políticas pertenecen a una situación histórica pasada, en general decimonónica, cuando hoy lo que necesitaremos son recursos mentales y culturales nuevos para enfrentarnos a situaciones nuevas. El futuro difícilmente será una repetición del pasado. Especialmente en las áreas que se relacionan con la supervivencia de la humanidad.
¿Por qué no les hablamos a los niños sobre el kilo y medio de materia grisácea de sus cerebros? Recuerde lo que se dice sobre los datos inútiles en la alimentación de computadoras.
Pero llevará tiempo.
¿Podemos perder el tiempo? Me temo que la historia de la crucifixión de un judío que resucitó, ya no sirve de nada.
Hoy, el amor es más necesario que nunca.
¿El amor inyectado a través de estúpidos cuentos de hadas? Hay personas que cuelgan un crucifijo encima de sus camas. A mí me produciría pesadillas.
| |
| |
Es un hecho, desde luego, que la tecnología puede sobrepasar completamente a la educación.
Están en conflicto directo. No tenemos tiempo que perder.
Reconozco que la psicología debería intervenir más para liberar al hombre de los prejuicios, o al menos para aminorarlos.
Como ha dicho su colega de Harvard, Gordon Allport: ‘Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.’
Sí, en efecto. La psicología debería intervenir potenciando, no manipulando. Deberíamos enseñar a la gente técnicas de desarrollo cognitivo, para que cada uno pudiera decidir por sí mismo, haciendo uso de sus mejores recursos y, por tanto, con mayor libertad. Cuanto mayor sea la lucidez del hombre, mayor será también su libertad.
Quizá existan razones secretas que no conocemos; pero, en todo caso, los hombres que se ocupan actualmente de estas cuestiones en nuestras instituciones, los líderes que gobiernan el mundo, a veces parecen actuar de un modo repetitivo, compulsivo, anticuado, e incluso me atrevería a decir que regresivo. Y son ellos, sin embargo, quienes estarían en mejor situación para cambiar las ideas de la gente a este respecto. ¿Cómo efectuar entonces estos cambio? ¿Quién guardará a los guardianes? Esta es la cuestión.
El hecho de que los líderes sean inmaduros y a veces perturbados emocionales, viene de que a los cerebros se les ha estado dañando compulsivamente más allá de toda posibilidad de reparación, sin haberles dado nunca la menor oportunidad; pues a los niños se les han enseñado las mismas tonterías durante siglos.
En cierto modo, los que transmiten ideas y hechos inútiles a la siguiente generación son, ellos mismos, víctimas de un círculo vicioso difícil de romper.
En efecto. Y por eso lo que está haciendo el doctor Machado es un principio interesante.
Me recuerda lo que dice Hegel a propósito de la astucia de la razón ('Die List der Vernunft'). Probablemente el ministro venezolano ha iniciado un camino cuyas implicaciones a largo plazo no podemos prever hoy.
Y ahora, incluso están implantando cursos para enseñar la inteligencia a los militares, desde soldados hasta los generales.
| |
| |
Es magnífico. Me pregunto cuáles serán los resultados. No estoy seguro de que no debiera hacerse también en otras profesiones. Calculo que en la mía no vendría mal; al menos por lo que a mí respecta. El problema está, como siempre, en ¿quién va a cambiar a quién? Como decíamos antes, las personas que piensan así son realmente muy pocas. Por eso he mencionado a Asimov, que también habla de un puñado de hombres en posición de cambiar los programas mentales de millones de personas. Pero, realmente, para saber qué hacer y cómo hacerlo, se necesita ser ya casi un superhombre.
¿Pero no es eso lo que han hecho los papas de Roma durante siglos? Es Stalin o Göbbels una y otra vez.
Quizás en cierto modo. Pero hacer a las personas más inteligentes es otra cuestión. Significa enseñar a la gente a incrementar su lucidez, a tener más recursos intelectuales para enfrentarse a los problemas, para ser más libres y más creativos, al habérselas con la situación. Y eso es lo que se necesita hoy más que nunca, coping skills y lucidez, porque el poder de la técnica está expulsando a la cultura de la vida. Pensemos, por ejemplo, en la aceleración del cambio a que se ven sometidos todos los niveles de la sociedad, como consecuencia de la innovación tecnológica. Sólo que nosotros no somos máquinas y nuestra capacidad adaptativa se resiente de tanto stress. Para poder dar tiempo a que se generen respuestas adecuadas a tanto cambio, se necesita instalarse en un nivel superior. Si pudiéramos elevar el CI de los niños, sería un buen comienzo.
En general, soy optimista. Pero, en este aspecto concreto, no sé si tendremos tiempo suficiente para lograr los cambios revolucionarios del sistema educativo que serían necesarios para acompasar nuestros recursos intelectuales y emocionales a tanta transformación. No veo ninguna solución a corto plazo, ninguna salida a esta difícil situación en que se encuentra el hombre de hoy. Hablamos y escribimos sobre ella; pero, ¿cómo aplicar las nuevas ideas? ¿Darán resultado? ¿De qué 'armas' efectivas disponemos? Machado ha emprendido una prometedora acción. Y eso ya es algo. Es mucho más de lo que hacemos la mayoría de los educadores, y no digamos los demás.
Pero se debería acabar con la alimentación al azar de la 'computadora' humana. Los padres, las madres, los educadores, hasta las abuelas, andan con toda libertad en los cerebros de los niños, cuando, como señala el profesor Delgado, ni siquiera son conscientes de los hechos biológicos que rodean al cerebro.
| |
| |
Yo también pienso de una manera similar. Pero la cuestión es muy compleja. Por lo pronto, el cerebro no es una computadora; es menos y también mucho más. Por otra parte, ¿cómo llevar a cabo todo eso? La supervivencia es un fin, un objetivo, no un procedimiento, no un método. Es, desde luego, una condición de todo lo existente; ahora está en grave peligro. ¿Quién no estaría de acuerdo? Sin embargo, las preguntas empiezan precisamente en ese punto y luego viene lo importante. ¿Cuál debería ser el procedimiento a seguir para garantizar la supervivencia? ¿Sería necesario convertir primero a las personas en robots? No lo creo. Quizá las habilidades tengan que ser robotizadas, pero esto no pertenece a los niveles más altos de la consideración crítica y las decisiones inteligentes. Estos niveles, que ya no son pura computación, ni funcionan algorítmicamente, que son específicamente humanos, son los que deberían incrementarse. Y eso no puede hacerse sólo formalmente, al margen de la cultura.
Pero, ¿no estamos viviendo ya como robots?
Bueno, se ha ido un poco por ese camino. En política, por ejemplo, seguimos nutriéndonos de un pensamiento que fue una respuesta a la situación del siglo XIX, y no parece que se haya ido mucho más lejos. El pensamiento atraviesa, en mi opinión, una crisis profunda desde hace medio siglo. Luego, la irrupción de los medios de comunicación social ha facilitado el desarrollo de los clichés, de las ideas mostrencas, de los estereotipos, del conocimiento de segunda mano, de la información manipulada, que reemplaza al verdadero saber y enmascara la realidad. Ese lenguaje común se ha convertido en una prisión del pensamiento, más que en su expresión. Sí, hay algo de lo que dice.
Pero, todo junto, es una expresión de nuestro marco de referencia en las neuronas del cerebro. Y formamos y utilizamos esta codificación del cerebro desde el mismo momento en que empezamos a respirar.
Sí, hay mucho de cierto en este aspecto de la teoría de José M.R. Delgado. Asimismo, el difunto psicólogo soviético A.N. Leontiev ha escrito páginas, sumamente significativas, acerca de cómo la conciencia absorbe el contenido social del lenguaje y lo refleja activamente luego. Creo que Leontiev procuraba soslayar las implicaciones mecanicistas que contiene la analogía del computador.
He conocido muy bien a Leontiev y mantuve con él numerosas discusiones. Ojalá pudiese incluirle aquí.
| |
| |
El verdadero marco de referencia de la cultura y las actividades sociales no está sólo en el cerebro. El cerebro es un instrumento que funciona de forma muy diferente de una sociedad a otra. El cerebro es humanizado por la sociedad, o deshumanizado, quizá. De acuerdo con los contenidos que se introducen en él por una cultura que es algo más que un conjunto de cerebros. El cerebro humano y la cultura son términos inseparables de una acción recíproca. Pasar esto por alto conduce al reduccionismo, sea mecanicista o idealista, que tanto da para el caso.
¿Está el cerebro interrelacionado con la sociedad?
El cerebro humano no es ningún Robinson Crusoe. La acción social incide en él - a la vez que se nutre de él - a través de un aprendizaje que tiene por resultado una evolución totalizada. Uno de los puntos claves del proceso histórico de este mejoramiento recíproco es, o debería ser, el lenguaje. Fundamentalmente pensamos con palabras. Las ideas también las comunicamos con palabras. En el fondo, el frente del desarrollo humano es el lenguaje. Cuando funciona mal, como un impedimento al progreso, estamos en presencia de lo que Stuart Chase denominó 'la tiranía de las palabras'.
Cuando hablé de esto con el doctor Machado - quien por supuesto se daba perfecta cuenta del problema -, le insistí en que prestase mucha atención en sus programas a la inteligencia verbal, y no sólo porque la inteligencia verbal es más fácil de mejorar, más dúctil que otros tipos de inteligencia. Nuestras ideas pueden ser aceptables o disparatadas; pero, en el centro del problema, siempre está la palabra: la primera y más radical interpretación de la realidad, la mediación eterna entre la realidad y el hombre. Los niños pequeños confunden las palabras con la realidad, y tienen dificultad para distinguirlas de ella. A los mayores, también nos acecha ese gran peligro de maladie sémantique. Es inmenso el poder de la palabra; con ellas se pueden hacer muchas cosas, incluso demasiadas, sobre todo cuando se desligan de la práctica y de la experiencia personal. Este es uno de los grandes problemas actuales: manejamos un lenguaje planetario desde una experiencia personal reducidísima, casi pueblerina.
Siempre me han interesado mucho los estudios sobre el relativismo lingüístico. En el fondo, el mundo en que vivimos y al que respondemos depende en gran medida del lenguaje que empleamos. El lenguaje amplía nuestro campo de acción, pero también lo limita y distorsiona. Hace más fácil la comprensión del mundo, y a la vez la complica. Por ejemplo, uno de los efectos más paradójicos en el
| |
| |
desarrollo de las ciencias naturales consiste en que pone el acento exclusivamente en el lenguaje del determinismo causal, y deja fuera los juicios de valor y las causas finales, esto es, los lenguajes de sentido; lo cual empobrece notablemente el lenguaje ordinario, que va conformándose poco a poco al lenguaje del determinismo causal, pero fuera de contexto. Porque lo cierto es que, en la vida, asumimos propósitos, valoramos las cosas y vemos en ellas un significado, un sentido. Habría, pues, que rescatar y rehabilitar los lenguajes de sentido, depurándolos si se quiere, pero no marginándolos. Y eso exige aceptar el supremo valor de la cultura, como legitimadora de los fines de la vida - y del uso de la ciencia y de la técnica -, y no dar la impresión de que es sólo la naturaleza la que cuenta, ni suponer que tiene un sentido por sí misma.
Los riesgos del naturalismo son mayores a medida que las ciencias de la naturaleza progresan. No podemos confiar la dirección de la vida a conceptos físicos exclusivamente, porque los conceptos físicos y el significado de la vida humana pertenecen a niveles distintos de discurso y ambos son complementarios. Lo específico del hombre es lo cultural, y la cultura no es una mera prolongación o incremento cuantitativo de la naturaleza. Es preciso restablecer el prestigio de los lenguajes aptos para el manejo de los valores y los fines.
Entonces, ¿cómo establecemos nuestras prioridades imperativas?
Para poder dirigir un proceso necesitamos tener una meta y tenemos que poseer una forma de valorarla, esto es, un sistema axiológico de referencia; y esto no se compagina con un lenguaje mecanicista, ni con una concepción de la vida aprisionada en los estrechos moldes del mecanicismo causal, propio de la ciencia de tiempos pasados. Nuestro lenguaje está plagado de formas que inducen al pensamiento mecanicista, que es fundamentalmente ciego a los fines y los valores y, eo ipso, suicida. No se puede dirigir o entender la historia con conceptos físicos, igual que no se puede hacer física con conceptos históricos. En la medida en que esto sea cierto, nos encontramos resbalando por una pendiente preocupante.
¿Qué sugeriría usted?
Una recuperación de la cultura y de las humanidades, una revisión de los conceptos básicos con una perspectiva humanista, una rehabilitación del pensamiento frente al empirismo. No se trata de algo reaccionario en el sentido vulgar del término, sino de reaccionar ante el riesgo. Yo creo que, cuando uno se mete en un callejón sin
| |
| |
salida, lo más sensato es retroceder, para avanzar por un camino con futuro.
Descartando antes que nada los absurdos.
Eso es sólo la mitad de la historia; o la mitad de la operación. La otra parte consiste en cómo reemplazar los absurdos por un proyecto que tenga sentido.
¿Necesitamos quizá nuevos dioses, como al parecer necesitamos ilusiones para la economía de nuestra psique, sustituir los sueños y mitos tradicionales por cuentos de hadas propios de la era nuclear?
Quizá deberíamos tener en cuenta nuestra propia evolución. El hombre emergió de una tremenda historia de matanzas y muerte, evolucionó en parte como resultado de una inmensa 'lucha por la vida'. Ahora, la prosecución de esa lucha nos llevaría a la muerte, a la destrucción total, y evidentemente, no a formas de vida superiores. De alguna forma el hombre tiene que contar con sus atavismos destructivos y controlarlos o sublimarlos. En lugar de potenciar ese lado oscuro de nuestra condición, deberíamos crear una filosofía y una teología más constructivas de la evolución de la vida: sustituir el determinismo causal, la concepción de la vida humana como 'resultado', por una concepción 'proyectiva' de la vida como proyecto. Yo, desde luego, no soy nietzscheano en mi forma de pensar, pero estoy muy defraudado por la manera en que se suele enfocar este asunto. El hombre tiene detrás de sí una historia completamente horrible de violencia, y su futuro depende de que acierte a ejecutar una inflexión histórica hacia delante. Hemos llegado a un punto en que el amor se ha convertido en algo más que un imperativo moral: hoy día, el amor se va a convertir en la condición de la supervivencia.
La creación de totems, reyes, presidentes y generalísimos proviene de las alucinaciones de los faraones de Egipto, que oían la voz de los dioses.
El uso de esos totems es característico de un pensamiento concreto, y un poco mágico. Sin embargo, un filósofo, como Martin Heidegger dijo en una de sus últimas entrevistas que sólo podíamos ser salvados por algún dios. A muchas personas les molesta esta idea de tener que apoyarse en un poder superior al humano; pero permítame hacerle una pregunta: ¿por dónde empezaría a erradicar la necesidad de los totems?
| |
| |
Creo que deberíamos dejar de contarles a los niños el cuento de Caperucita, y no importa lo que diga Bruno Bettelheim sobre lo necesarios que son este tipo de cuentos. Yuri Gagarin dio la vuelta a este planeta en menos de una hora. Es posible que no haya nada de malo en que los niños de la China aprendan chino o que los niños de Bali aprendan sus danzas tradicionales. Pero, ¿no deberían compartir todos los niños de esta pequeña bola de billar, perdida en un universo sin fin, los principíos básicos sobre ellos mismos, en relación con los otros y con el universo? ¿No ha llegado la hora de detener estas cruzadas sangrientas contra los musulmanes de Constantinopia o los luchadores de la libertad del Vietcong, de las junglas del sudoeste de Asia?
Aunque en el fondo esté completamente de acuerdo, sigo pensando que este punto de vista sólo tiene en cuenta la mitad del problema. Porque la cultura, como es y existe, no se puede borrar. Está ahí, y de ella misma parten nuestras críticas; la contracultura es hija de la propia cultura que critica. También ella tiene su Rotkäppchen y sus hadas. Además, no es sólo una cuestión de proponérselo, sino de medios, de cómo hacerlo, y de estar seguro de que la propuesta es válida. Las tradiciones no son leyes necesarias, desde luego, pueden modificarse, pero hay que saber hacia dónde.
Pero los fenómenos culturales no se transmiten genéticamente. Desde que estaba en la cuna me han estado diciendo que en Holanda gobernaba una reina. Fui programado; mis mayores codificaron mi cerebro para que aceptase esas ideas anticuadas, que son totalmente anacrónicas con nuestros días y nuestra era. Hasta que poco a poco me he ido hartando de esas tonterías.
Sí, volvemos a la cuestión de cómo empezar desde cero. No es posible, ni es seguro que todo lo que se nos ha transmitido sea deleznable. Porque, si eso fuera del todo cierto, seríamos prisioneros de la locura que hemos 'heredado' y seríamos destruidos por ella antes de que pudiéramos liberarnos de todo lo erróneo que hemos recibido de las épocas pasadas. De alguna manera, la crítica de lo recibido forma parte de esa herencia cultural que criticamos. Es posible que haya que decir a los niños en las escuelas, y a través de los medios de comunicación, que la historia de los reyes, etcétera, es un cuento de hadas del que no tenemos ninguna necesidad. Quizá muchos podrían prescindir de todo eso. Pero puede ocurrir que otros muchos aprecien el valor de esos símbolos y aprecien su función social. Es posible que en Holanda y en España, o en Inglaterra, haya personas razonables que piensen eso.
| |
| |
¿Podría imaginarse a Giscard d'Estaing bajando por los Campos Eliseos en una carroza que perteneció a Luis XIV? Los franceses desecharon y vencieron esos símbolos.
Sí, sería demasiado espectacular, incluso para los amantes de la Comedia Francesa. Pero, ¿qué cree usted que ocurriría si en España desapareciera el rey?
Nada. La Sociedad Británica para la Realeza dice que en ciento sesenta o más de los principales países del mundo hay tres reinas y trece reyes dimitidos. Las naciones del sigio XXI se parecen bastante a compañías multinacionales: España Sociedad Limitada, contra Japón Sociedad Limitada. Deberíamos dejar de ondear las banderas patrióticas y convertirnos en jinetes de la tierra espacial, deberíamos sobrevivir y podemos hacerlo si nos dividimos en entidades socioeconómicas que trabajen por la cooperación y no por la aniquilación, en la que se gastan alrededor de quinientos billones de dólares al año en la industria bélica y en la destrucción.
Acaso todo eso es independiente de que haya o no reyes. Los intereses económicos desmedidos no son privativos de las monarquías. De otra parte, está claro que soy más escéptico que usted respecto a las utopías drásticas. Hay que preparar a la gente para recibir. Sólo se pueden entender las cosas cuando se está preparado para ellas. Además, como le digo, no estoy completamente convencido de que la reducción de las naciones a modelos puramente económicos tenga mucho que ver con los sistemas políticos: creo que hoy se da en todos.
Pero estamos de acuerdo en que, en este momento histórico, los venezolanos han encontrado un enfoque que puede dar paso a una nueva forma de reorientarnos.
Sí, lo estoy. Tenemos la misma premisa básica. Realmente, no existe otro camino. No habrá ningún futuro, si la sociedad mundial no se comporta con más inteligencia. Afinar nuestras mentes con la dulce voz de la razón, ésa es la verdadera empresa de nuestra época. No existe ningún otro camino ni ninguna otra esperanza.
¿Sabe usted cómo describió Sommerset Maugham a la esperanza? Como el peor de todos los males que pusieron los dioses en la caja de Pandora, y añadió en sus notas: ‘porque sabían muy bien que era el peor de todos los males, ya que la esperanza es lo que convence a la humanidad para sobrellevar su miseria hasta el final’.
| |
| |
La pérdida de la esperanza era el castigo que aguardaba a todos los que entraban en el infierno del Dante. Pero yo no creo que se pierda la esperanza por entrar en el infierno, sino que se entra en el infierno por haber perdido la esperanza. Y porque en el fondo todos los hombres la tenemos, es por lo que no haremos un infierno del mundo, a pesar de todo.
|
|