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16 Jerome Singer
Psicólogo, Universidad de Yale, EE.UU.
¿Tiene algún sentido programar para siempre las mentes de los niños con mitos y cuentos de hadas absurdos: ‘Y desde entonces el príncipe y la princesa vivieron felices’?
Así es como se organizan las sociedades.
Sí, ya lo sé. Pero, ¿no es ya hora de cambiar ese círculo vicioso?
Al nacer nos encontramos completamente solos en un medio ambiente complejo y extremadamente confuso. Necesitamos organizar de alguna manera toda esta desconcertante información.
Pero, ¿por qué repetir siempre los mismos totems? ¿Mao, Isabel II?
Porque lo primero que ve un niño es a su padre y a su madre. Estas primeras imágenes siguen siendo muy intensas durante toda la vida, y la mayoría de los adultos necesitan creer que hay un Dios Padre y una Virgen María que vela por nosotros y nos protege. Y se las enseñan a sus hijos también.
Pero estamos en la era nuclear. ¿Podemos permitirnos codificar tantos absurdos imaginarios en el cerebro?
Está usted planteando una gran cuestión sobre la naturaleza humana.
Pero su trabajo consiste en ayudar a los niños, por ejemplo, a desarrollar su imaginación de una manera positiva y constructiva, para que se conviertan en adultos maduros y prácticos.
Sí, así es.
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Entonces, y volviendo a lo mismo, ¿por qué meterles en la cabeza tantos conceptos irracionales, como el de la Virgen María? No hace mucho un profesor americano hizo su tesis doctoral sobre ‘¿Dónde obtuvo Jesús sus cromosomas, si María era una Virgen?’.
Para organizar este mundo necesitamos basarnos en algo.
Y quizá ya haya llegado la hora de que cambiemos nuestra forma tradicional de organizarlo.
Un momento. La manera más simple y más patente de organizar el material tiende a estar relacionada con el hecho de que, cuando el niño empieza a crecer y a tomar conciencia del ambiente, las figuras de la conciencia, las figuras adultas son los padres. Ellos alimentan al niño, lo limpian, le divierten haciendo muecas que le hagan reír. Los padres se convierten en imágenes focales y el niño las representa en su mente una y otra vez, ya que no dispone de ninguna otra imagen o información alternativa. Cuando se está ayudando a un niño de dos años a organizar sus experiencias, ¿cree que tendría sentido hablarle del parlamento o del primer ministro? No tendría ningún significado para él. Lo que puede entender son figuras individuales que de alguna manera se parezcan a sus padres, a sus abuelos, a sus tíos o a sus hermanos mayores.
Sin embargo, utilizamos dioses y reyes.
Creo que no tiene usted en cuenta la tremenda fuerza de las culturas específicas en que se desarrollan y crecen las personas. Es casi imposible liberarse de los mitos, las leyendas, las creencias religiosas o la historia en general. Nos definimos a nosotros mismos como seres humanos en relación con todo esto.
En su relación con los niños, los padres y profesores han cometido los mismos errores imperdonables durante siglos, y les han enseñado las mismas tonterías, desde Blancanieves hasta el ayatollah Jomeini.
Puede que usted lo crea así, pero no tiene ningún sentido etiquetar a estas experiencias con términos tan despectivos. Tiene que tener en cuenta que existen grandes diferencias culturales.
Pero fíjese en la increíble cantidad de porquería que hay en el mundo; la gente todavía siente veneración por los demagogos, los fanáticos religiosos, los dictadores y por toda una asombrosa va- | |
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riedad de leyendas e historias santas que hablan de éxodos masivos escapando de algo.
Pero seguramente, en Irán la mayoría de la gente no estará de acuerdo con su opinión de que Jomeini es un lunático. Podemos sentirnos políticamente contrarios a su posición, pero no tenemos ninguna prueba de que esté loco.
Bueno, el psicólogo es usted; pero me temo que la mayoría de las personas del mundo están de acuerdo en que es un loco que desvaría. En Irán pasa lo que con Hitler, venerado mientras está en el poder, aborrecido por todos cuando deja de ser importante. Ahora mismo, Irán se encuentra en un estado de histeria colectiva.
Pero puede que haya muchos iraníes, con estudios superiores y muy bien formados científicamente, que, sin embargo, sean partidarios de la política de este ayatollah.
El desarrollo de la inteligencia y esta especie de veneración ciega y demente nunca se podrán dar a la vez.
No estoy de acuerdo. El funcionamiento de la mente humana es tan complicado y el cerebro tan complejo que los individuos pueden, perfectamente, ser muy religiosos y ortodoxos, o fanáticos de un determinado sistema social y, a la vez, tener una gran capacidad para el pensamiento científico. Se pueden dar las dos cosas juntas. ¿Por qué pasa esto? Hay enormes presiones que se desarrollan durante el proceso de crecimiento. Hasta cierto punto, las personas aceptan las imágenes que les presentan sus padres y las combinan con su propia personalidad. Incorporan ciertos egos ideales -como los denominó Freud- positivos. Estos se convierten en imágenes guías que ejercen una fuerza constructiva.
¿En las que la imaginación desempeña un papel muy poderoso?
La imaginación es una fuerza organizadora que ayuda a la persona a encontrar un camino en un mundo caótico. Pero además, se podría decir que, fundamentalmente, el sistema imaginativo puede transformarse completamente. Después de todo, sabemos que Albert Einstein fantaseaba sobre lo que significaría viajar más rápido que la velocidad de la luz. Partiendo de este ensueño, compiló algunos de sus extraordinarios conceptos. Einstein creía que la fantasía era un ingrediente muy importante para la capacidad científica. Por tanto, creo que no deberíamos luchar contra la imaginación, sino más bien dejarla volar libremente. Debemos reconocer la im- | |
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portancia de la lógica y de la ciencia, pero dejando un amplio margen a la imaginación.
Pero, ¿por qué enseñar a los niños verdaderas estupideces deliberadamente?
De lo que hay que desconfiar es de un determinado marco cultural en el que lo que fomente la imaginación vaya en contra del desarrollo de los individuos, como podría ser el caso de una excesiva ortodoxia religiosa o un sistema de castas o de clases estructurados con demasiada rigidez.
¿Y si se programasen computadoras de aprendizaje para todos los niños del mundo, con los mismos conceptos básicos sobre un planeta, una humanidad, sin tener en cuenta raza, color o credo?
¿Y quién programaría las máquinas?
Se crearían unos estatutos en las Naciones Unidas, por medio de la UNESCO, y un cónclave mundial de especialistas.
Pero, ¿qué pasaría si, por ejemplo, los países árabes o los comunistas tomaran el poder en la UNESCO?, ¿quién tomaría las decisiones finales? No podemos precipitar los cambios. Tienen que ser democráticos y graduales o no conseguiremos más que sustituir las viejas tiranías por otras nuevas.
Pero, ¿nos queda tiempo para seguir retrasando los drásticos cambios que son necesarios hacer en los procesos de aprendizaje? Según el Boletín Atómico, ‘faltan sólo cinco minutos para la hora cero’.
Los seres humanos tienen que desarrollarse lentamente. Es un riesgo que debemos correr. Según usted, seguimos apegados a instituciones del siglo XVII. Pero, después de todo, las ideas de Voltaire tuvieron una marcada influencia. Llevó tiempo, pero desempeñaron su papel en la evolución del pensamiento humano. Considere la influencia de Bertrand Russell, que para mí es uno de los más grandes racionalistas de este siglo. Es cierto que hemos visto cosas verdaderamente horribles durante la Segunda Guerra Mundial, pero ahora podemos tener esperanza, porque parece que la civilización occidental se va alejando de esas situaciones. Por ejemplo, cada vez hay menos ejecuciones y humillaciones públicas. El peligro está en que la tecnología se ha convertido en algo muy poderoso y, aunque esté en manos de personas racionales, sigue habiendo un número considerable de ellas someti- | |
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das a presiones muy intensas, que podrían destruir la humanidad. Es un peligro que tenemos que aceptar. No veo la manera de evitarlo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos no cayeron bombas ni hubo destrucción de ninguna clase.
Es cierto. Pero me gustaría que, desde que son muy pequeños, se les inculcase a los niños el humanismo agnóstico, el pensamiento científico racional, la responsabilidad profundamente compartida. Sin embargo, muchos católicos, o cristianos fundamentalistas, o judíos ortodoxos, o musulmanes, puede que no estuvieran de acuerdo. ¿Quién puede imponer su voluntad sin el consentimiento general?
¿No fue decisivo lo que le ocurrió a Hitler en su infancia para que acabara convirtiéndose en un demente?
No sé si Hitler fue siempre una persona tan irracional. Por lo que se sabe de su vida, fue un individuo desorganizado, muy infeliz, que no tuvo ninguna meta ni en su niñez ni en su adolescencia. Incluso, cuando era joven, nunca encontró su 'oficio'. Quería ser pintor, pero no era muy bueno y se convirtió en un simple vagabundo. Se podría decir que no era más que otra alma perdida.
Pero durante la Primera Guerra Mundial realizó una serie de valerosas acciones que le valieron el respeto de sus superiores, y fue ascendido a cabo. De pronto, encontró un sentido de la identidad en la guerra y en la identificación con la raza germana, como la denominaba él. Esto le dio un nuevo significado a su vida. Creó una fantasía de poder que fue capaz de utilizar con éxito. Porque resultó que, en Alemania, un número sorprendente de personas compartía esa misma fantasía. No sé si podría decir que Hitler era totalmente irracional o incluso que estaba loco. Malo, sí era, seguro, pero no necesariamente loco.
Muchas de las declaraciones del ayatollah Jomeini nos recuerdan a la Edad Media.
No sé si Jomeini cree verdaderamente en lo que defiende o si no se trata más que de una pose que ha aprendido a utilizar con eficacia. ¿Creía de verdad Billy Graham, en su calidad de fundamentalista religioso americano, en todas las tonterías que decía? No estoy seguro.
¿Y qué me dice del renacimiento en Jesús de Jimmy Carter? Los psicohistoriadores creen que, de hecho, ha empezado su segunda
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infancia a los cuarenta y siete años, con el anuncio de su renacimiento religioso.
No conocemos lo suficientemente bien a Carter para saber si cree de verdad que ha vuelto a nacer o si sólo está representando una comedia para progresar políticamente. Ni siquiera sabemos si, en cierto modo, se lo cree a medias y en determinados momentos no se da cuenta de ello. Pienso que las personalidades públicas o políticas no creen completamente en todo lo que dicen. Hay personas que, en un determinado momento de su vida, llegan a la conclusión de que este mundo es muy duro y peligroso. Así que deciden que, para sobrevivir, tienen que convertirse en una especie de artistas de la estafa, y se sirven lo mejor que pueden de la credulidad de los demás. Tal vez sea una triste realidad, pero creo que ocurre de verdad. Supongo que, con el tiempo, ellos mismos acaban creyéndose lo que dicen.
Fíjese en la tragedia que ocurrió hace poco en la Guayana. Es evidente que lo que hizo el reverendo Jim Jones fue algo terrible. Emprendió su propio 'viaje personal', un viaje que costó la vida a miles de personas inocentes. Sin embargo, muchos de estos individuos lucharon por algo que consideraban positivo. Estoy seguro de que había muchos fanáticos entre ellos.
Perdone, pero creo que desde el primer momento se trataba de casos con cierta perturbación mental.
No. Esperaban un mundo mejor, más ordenado, con más significado. Quizá, en general, fuesen ignorantes e ingenuos. Pero por lo menos buscaban algo más altruista que hacer daño a los demás. No poseían una base para establecer juicios comparativos. Después de todo, muchas veces vemos que las personas sienten el impulso de ayudar a los demás. Creo que los líderes del mundo no hacen demasiado hincapié en el sacrificio compartido, la cooperación entre todos los ciudadanos. Supongo que no deberíamos fomentar en los niños esta imagen tan constructiva en términos de Dios o algo místico, porque puede distraer su atención de lo que deben hacer ahora mismo, en relación con sus vecinos. Enfatizar la salvación después de la vida, a veces desvía la atención de las responsabilidades inmediatas.
¿Y si se guiase a los niños para que viesen y aceptasen la realidad evidente?
Un momento. Usted parece suponer que existe una realidad objetiva y sabe con seguridad cuál es.
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¿No lo sabemos todos? ¿El Sol gira alrededor de la Tierra, o viceversa? El universo está ahí y en él hay billones de objetos en movimiento. Yo estoy ahí. Usted está ahí. El niño está ahí. Todo esto es la verdadera realidad. ¿O cree que la realidad es Dios sentado en un trono de oro y que es útil codificarla en las neuronas del cerebro de los niños?
No es tan simple. Yo no estoy completamente seguro de la realidad. Con su manera de pensar está intentando provocar el cambio social demasiado de prisa. Creo que la ciencia progresa muy rápidamente, pero no puede hacer que la sociedad cambie con la misma rapidez, porque existen muchos modelos culturales arraigados que tardan en transformarse. Y la religión, o los pensamientos metafísicos relacionados con ella, con frecuencia poseen una cualidad que permanece y que se amplía.
Pero, ¿no tenemos muchísima prisa? Estamos corriendo contra reloj para salvar a la raza humana de la aniquilación. ¿Cómo podríamos, por ejemplo, mejorar el pensamiento y la conducta de las generaciones futuras, canalizando el talento o la necesidad de imaginería y símbolos de una manera más racional?
Hoy día la televisión ejerce una gran influencia en los niños. Están expuestos a cualquier cosa que pase en el mundo. Y, como todos sabemos, es algo que produce mucha confusión. Les da deseos y esperanzas que son difíciles de satisfacer. Nuestras investigaciones muestran que la televisión crea sus propios problemas ecológicos, igual que lo hacen otros inventos tecnológicos. Fomenta la agresión en los niños, a muchos los distrae de la práctica de las capacidades de lectura o de los pensamientos reactivos.
José M.R. Delgado cree que la televisión modifica la neuroquímica del cerebro, y nadie se da cuenta de los cambios que produce esto en el marco de referencia.
Puedo creérmelo, aunque ¿cómo se puede demostrar?
Ya se ha hecho. La televisión invade la vida privada de la familia y sus efectos y consecuencias pasan inadvertidos, no se ven.
Esa es también su opinión. La televisión reúne a la familia. Más bien se convierte en un miembro de ella. Toma parte en el proceso de crecimiento de los niños y suministra información de la misma forma que lo hacen los padres. ¡La verdad es que muchas veces los niños pasan más tiempo viendo la televisión que con sus padres!
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Hemos hablado de tantas cosas que no nos hemos ocupado del programa venezolano para el desarrollo de la inteligencia. El caso es que el Gobierno de Caracas está utilizando activamente la televisión, bajo la dirección del doctor Machado, para obtener resultados en la educación de mujeres embarazadas, por ejemplo.
La idea parece muy atractiva, pero claro, necesitaríamos saber más a fondo de qué se trata. ¿Qué diferencia habría, por ejemplo, entre ese departamento gubernamental y el Ministerio de Educación? Después de todo, estamos hablando de formas de educación de los niños mediante la estimulación paterna y, seguramente, también de la educación durante la temprana infancia.
Creo que el presidente Herrera y el doctor Machado pensaron que si se querían obtener resultados positivos, había que desarrollar el programa al margen de la burocracia establecida; por eso se creó un departamento independiente que se ocupase de él.
Ya entiendo. Bueno, creo que los padres pueden beneficiarse de la ayuda extensiva en el aprendizaje: de qué manera jugar con los niños, cómo estimular su juego y su curiosidad y también cómo conversar extensamente con ellos para estimular su vocabulario y su imaginación.
En la Universidad de Yale hemos desarrollado procedimientos de entrenamiento para ayudar a los padres a iniciar a sus hijos en el uso constructivo de su imaginación. También hemos desarrollado procedimientos para que los padres, sirviéndose de la televisión, fomenten el desarrollo cognoscitivo y las habilidades de lenguaje de los preescolares. Naturalmente, los esfuerzos nacionales para acrecentar la inteligencia intentarían ayudar a los padres con procedimientos como éstos. Por supuesto, para evaluar estos esfuerzos será necesaria una investigación básica.
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