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14 Alexander Poslavsky
Psiquíatra, Bilthoven, Holanda
¿Tiene sentido el sueño venezolano?
Me gusta que haya utilizado usted la palabra 'sueño'. En psiquiatría consideramos que los sueños son fenómenos a muchos niveles. Y su pregunta requiere una respuesta a más de un nivel.
En primer lugar, el sueño venezolano se basa fundamentalmente en una concepción filosófica del hombre. El doctor Machado la explica en su libro El derecho a ser inteligente. Es un concepto que tiene mucho sentido. Permítame aclarar dos aspectos.
Por un lado, el doctor Machado no considera a la inteligencia como una entidad aislada semejante a cualquier aparato de procesar información. Escribió: ‘La principal característica de todo hombre no es la inteligencia. Es la libertad’ (pág. 10). De acuerdo con esto, el desarrollo de la inteligencia humana no es el objetivo final. ‘La inteligencia es un instrumento de la libertad’ (pág. 57), y hay otro pensamiento que ilustra con más detalle la perspectiva del doctor Machado: ‘No hay verdad en los pensamientos de ninguna persona sin pasión’ (pág. 58).
Me inclino a creer que San Agustín quería decir algo similar cuando inventó la palabra 'cor intelligens' (corazón inteligente), allá por el 400 'Anno Domini'.
También, y en segundo lugar, he observado que el principio fundamental que sirve de guía al proyecto que se está llevando a cabo en Venezuela es lo que se denomina 'respaldo científico'. Y por último, es evidente que el doctor Machado se siente en la obligación de atender a la controversia naturaleza/educación. Por supuesto, tenía que hacerlo, ya que fue capaz de mostrar que este problema cobra mucha importancia desde la antigüedad.
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Pero si consideramos al cerebro, cuando un niño nace, su cerebro, al menos culturalmente, está completamente vacío. ¿Cuál es entonces el papel de la genética?
Aquí aparecen dos proposiciones que deberíamos considerar por separado. Para describir un cerebro infantil prefiero utilizar la palabra 'inmaduro' en vez de 'vacío'. Desde luego, es inmaduro. La misma palabra 'infantil' significa literalmente 'que no habla'. Como señala el doctor Pinillos, en una de estas entrevistas, el lenguaje y las palabras son de suma importancia. Después de todo, el habla es lo que distingue al hombre de los otros seres vivos.
Sin embargo, si se mira desde otro ángulo, es simplemente asombroso cuánto puede hacer el niño con su cerebro inmaduro. Todo el que haya visto niños con su cerebro seriamente dañado, muertos a causa de una infección, sabe cuán vitales son las funciones cerebrales del recién nacido para su supervivencia.
No obstante, para nosotros es muy importante lo siguiente: como señaló recientemente el doctor Joseph Sandler, las investigaciones que se están realizando en el campo de las relaciones madre-hijo, revelan que el niño inicia muchísimas más interacciones madrehijo de las que se suponían hasta ahora.
La segunda proposición tiene que ver con la determinación genética. Digamos que el que yo mida un metro ochenta y tres, y no un metro cincuenta y ocho, está genéticamente determinado. Si me hubiera criado en un país acosado por el hambre, como Bangla Desh, quizá sólo hubiera crecido hasta un metro sesenta. En otras palabras, en realidad no hay nada genéticamente determinado, excepto quizá el límite más alto y más bajo, hasta el que mi cuerpo se podría haber desarrollado a su debido tiempo.
Podríamos encontrar un ejemplo más pertinente, en un estudio que se realizó con una muestra de niños que nacieron con muy poco peso. La mitad de ellos recibió estimulación sensorial suplementaria. A sus madres se les dio información adicional sobre el cuidado materno. Con la otra mitad se siguieron procedimientos normales. A los doce meses de edad, las puntuaciones del CI del primer grupo, el que recibió estimulación, eran significativamente superiores a las del otro grupo.
Pero, ¿cree usted que los esfuerzos venezolanos para estimular y mejorar las funciones cerebrales son completamente factibles?
Preferiría atenerme al término 'inteligencia'. Me gusta más. Permítame distinguir dos aspectos de esta cuestión. La inteligencia se
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puede considerar como un conjunto de habilidades, y sabemos que, prácticamente, se puede mejorar cualquier habilidad, si se consigue motivar a la persona para que lo haga. Sin embargo, queda otro aspecto, que es la capacidad de modificarse. Actuar inteligentemente significa cambiar la propia conducta de acuerdo con las circunstancias. Sobre esto, estoy menos seguro.
Pero, en calidad de psiquíatra, está usted especializado en modificar la conducta de las personas.
Evaluar la capacidad de modificación es el problema más delicado al que se enfrenta el psiquíatra con todos sus pacientes. En parte se debe, por supuesto, a que cambiar a una persona implica cambiar también sus relaciones personales.
No obstante, me parece razonable estar de acuerdo con la idea o el fin, si se quiere, de que todo ser humano debería experimentar el máximo desarrollo, pero de una manera equilibrada. La Organización Internacional de la Salud ha definido a la salud como un estado de bienestar físico, mental y social, y no, simplemente, como la ausencia de enfermedad o malestar. Al mismo tiempo, también parece razonable suponer que, seguramente, un estado de bienestar total, para todo el mundo, es una idea utópica.
Utópica, porque como me señaló una vez Robert Yastrow, los seres humanos tienen defectos de funcionamiento.
Bueno, no. Yo diría que es utópica por la atroz complejidad del funcionamiento del cuerpo humano. Pero todavía más que por eso, por las células vivas, que están interrelacionadas. O, considerándolo desde otra perspectiva, por lo que André Malraux describió muy acertadamente como 'la condition humaine'.
Pero volvamos a la inteligencia.
Por supuesto, podríamos plantearnos la cuestión de qué influencia tendría la estimulación de la inteligencia en el crecimiento, el bienestar y la salud mental del individuo o, puestos al caso, del niño.
Y es difícil evitar otra cuestión: ¿Cuál sería el efecto de tal programa en la salud mental del grupo, la nación o la población en general? El bienestar de las masas y el interés de la nación están por encima del individuo, más bien que al contrario. Esto se puede aplicar a las partes del mundo más grandes que aquellas en las que nosotros, los habitantes de los países occidentales, estamos acostumbrados a vivir.
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Pero, ¿qué debería hacer el doctor Machado?: ¿buscar el mejoramiento de las masas en general, o el méximo desarrollo posible del individuo?
Esta es realmente la cuestión fundamental. ¿Cuáles son las posibles unidades de acción? La vida misma del programa y de los proyectos depende de encontrar las respuestas correctas.
Por lo que he visto hasta ahora de los proyectos venezolanos que están en marcha, lo que me parece más notable es que cada tipo de proyecto se ha relacionado, con sumo detalle, con las unidades de acción que se consideraban más apropiadas para ese determinado proyecto.
¿Por ejemplo?
Un proyecto encaminado a fomentar el desarrollo integral de los niños, desde la etapa prenatal hasta los seis años. Es el denominado 'Proyecto familiar'. Dada la dependencia del bebé y del niño, que no está aún en edad escolar, de su medio primario, la familia, ésta será la mejor unidad, aunque no la alternativa más sencilla, con la que emprender la acción.
Al mismo tiempo se ha enfocado otro problema, que ya comentamos antes, cuando hablábamos de la capacidad de cambiar. Para que una determinada familia pueda cambiar los modelos de interacción intrafamiliar, también tienen que hacerlo otras familias. La consecuencia lógica es que este proyecto se llevará a cabo a nivel nacional.
Otro proyecto venezolano, el 'Proyecto del ajedrez', está también encaminado a un determinado grupo de edad. La primera etapa incluye a niños de siete a nueve años. Y en este caso, otra vez, el objetivo de este programa, que es el desarrollo del pensamiento abstracto, se ha relacionado con un grupo muy bien elegido, pues a esa edad es cuando empieza a desarrollarse el pensamiento abstracto. Es una edad que puede ser, perfectamente, la más sensible a la aceleración y al mejoramiento.
Muy bien. Sin embargo, el proyecto para enseñar a interpretar a Beethoven a niños indios, como si su propia cultura no valiera para nada, fue muy criticado, entre otros, por Ronald Laing.
Deberíamos ser más cautos al especular sobre los beneficios y las pérdidas de ese programa. Lo que ha conseguido el niño es que, en muy poco tiempo, ha sabido tocar el violín. Sin embargo, está también el aspecto de su identidad. Después de todo, estos niños
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indios músicos, a quienes se enseñó a tocar el violín en muy pocos meses, vivieron una experiencia muy gratificante, como fue sentarse en un pódium y que un personaje tan importante como el presidente de la República les estuviese mirando y escuchando. No obstante, es cierto que sería muy válido el preguntarnos cuáles son los pros y los contras de ese experimento en términos del desarrollo del niño. Por ejemplo, ¿no se corre el riesgo de fortalecer en estos niños una competitividad superflua?
O nos podríamos preguntar también: ¿Qué significa para una nación como Venezuela producir un resultado tan espectacular en el campo de la educación?
No hay duda de que es un motivo de orgullo nacional.
No es suficiente. ¿Por qué no lo atribuimos al estatus nacional? Venezuela está dando estos resultados, mientras que, quizá, en otros países de Latinoamérica, los analfabetos siguen sepultados en los estratos olvidados de la sociedad. Pero vamos a dejar en paz este asunto de los violinistas indios.
Es evidente que un programa como el concebido por el ministro Machado, con un coste mínimo, podría reducir el índice de analfabetismo, quizá hasta un cuatro o un cinco por ciento, que es el contingente normal de personas retrasadas y subnormales, que nunca podrán aprender.
¿Es una cifra permanente?
No me haga concretar este determinado porcentaje. No soy un experto en la investigación de la inteligencia. Pero la mayoría de las naciones conocen este síntoma, ya que, después de todo, los accidentes se producen en el camino que va desde el útero hasta el mundo exterior.
Pero para hacer estos planes efectivos, si es que se hacen, Venezuela tendría que disponer de una enorme cantidad de personal entrenado.
Creo que están intentando, y lo pueden conseguir perfectamente, formar un núcleo de personal entrenado, que sea el punto de partida para una generalización progresiva. Pero llevará algún tiempo, claro.
Parece una tarea hercúlea.
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Permítame aclarar lo que quiero decir. Tomemos a mis propios hijos, por ejemplo, ya que mi experiencia con otros niños es muy limitada. Cuando estaban en la escuela primaria, el aprendizaje era evidentemente un proceso interpersonal. Las relaciones con los profesores eran importantísimas. En la enseñanza secundaria es completamente distinto. Desde luego, hay profesores que inspiran más que otros. Pero la relación interpersonal profesor-alumno ya no es un elemento vital. El grupo de compañeros se va haciendo cada vez más importante y, con el tiempo, la propia actitud del niño hacia su futuro llega a ser quintaesencial.
Por tanto, me inclino a pensar que en el caso de Venezuela, cuando se tenga que llevar a cabo un programa masivo, irá encaminado a modificar las relaciones profesor-alumno.
Por lo que he podido observar, tengo la impresión de que el doctor Machado se ha propuesto dos métodos fundamentales: el autorreforzamiento y el reforzamiento de los demás. Por un lado, parece hacer hincapié en que se enseñe a la madre, si es necesario a través de la televisión, cómo ocuparse de sus hijos; y por otro, parece que pretende elaborar programas mediante los cuales los niños enseñen a los niños. La idea de la terapia infantil, a través de los padres, no es nueva, se remonta a Freud y sus clínicas de orientación infantil. Postula que hay que enseñar a los padres a relacionarse con sus hijos de una manera que les ayude a resolver sus problemas. Si se pueden canalizar las relaciones conductuales para resolver problemas conductuales, ¿por qué no podríamos alcanzar cambios muy significativos, cuando está en juego la conducta cognoscitiva?
Un profesor venezolano enseñaría a diez madres. Como en Latinoamérica las familias tienden a ser muy numerosas, cada madre enseñaría a su vez a diez niños. Por tanto, un profesor llegaría a unos cien niños. Y así sucesivamente. En este caso, el crecimiento exponencial trabaja en beneficio del programa venezolano.
Sería particularmente útil desarrollar programas de autorreforzamiento a nivel estudiantil.
¿Como cuáles?
Por ejemplo, los denominados textos programados, en los que una pregunta al final de cada párrafo le permite al estudiante comprobar si ha resuelto o no el problema. En la medida en que lo consigue, el estudiante se ve reforzado inmediatamente por el autor del libro, en lugar de tener que esperar semanas, o a veces meses, hasta hacer un examen, en el que también se le refuerce, o si
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fracasa, se le castigue. Estos programas exponen un determinado tipo de conducta o las instrucciones que debe seguir el alumno en un determinado campo de aprendizaje. A estas instrucciones les sigue inmediatamente una instrucción alterna, de la que se desprende si el mensaje anterior ha sido entendido y se puede actuar sobre él o no.
Nos empezamos a alejar del condicionamiento operante de Skinner para centrarnos en la manipulación de la conducta cognoscitiva.
Sí, así es. Creo que estamos entrando en un terreno que incluiría, en nuestra discusión, procesos de aprendizaje social, como los que estudió extensamente Albert Bandura, incluyendo también los componentes emocionales. Este aspecto se debería tener muy en cuenta en un enfoque comprensivo, cuando se trate de obtener cambios significativos en la conducta cognoscitiva.
Al parecer, los planteamientos venezolanos sobre el aprendizaje y la formación del carácter suponen un progreso.
Sí. Bueno, la cuestión que plantea usted es en realidad una sorpresa. Permítame explicarme. En nuestra cultura, creo que fue Carlomagno quien abogó porque todos los niños pudieran leer y escribir. La novedad de la iniciativa venezolana no es que el ministro Machado esté intentando cambiar la conducta cognoscitiva. Lo que deberíamos preguntarnos, hoy día, al investigar este tipo de cambios nuevos y originales es: ¿qué relación guardan, si es que la hay, con el progreso científico y tecnológico? La novedad no es la idea del presidente Herrera de elevar la inteligencia de las personas. Sino que el objetivo final, principalmente el desarrollo del aprendizaje y la formación del carácter -no sólo del aprendizaje-, así como la metodología, se basan en la ciencia y tecnología más avanzadas de que disponemos hoy día. Ahora bien, esto significa que los políticos están a punto de tomar decisiones, y poner en práctica políticas con respecto a los métodos, antes de que haya acabado la controversia entre los científicos y de que más o menos se haya aceptado universalmente un paradigma u opinión definitivos. Además, se aventuran en el intrincado campo del desarrollo de la personalidad.
Ya intentaron hacer algo de este tipo Hitler y Mao.
Hay cierto parecido, pero sólo en apariencia, no en la realidad. Hitler y Mao politizaron la educación, mientras que uno de los principios guías del proyecto venezolano es la no politización. Para
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tomar las decisiones y poner en práctica las políticas implicadas en los proyectos del doctor Machado, se necesitan personas con poder político, debido a la magnitud de la tarea emprendida. Además, estos proyectos contienen cierta dimensión política, en el sentido general del término. Pero no son programas políticos como tales.
Pero, ¿no es cierto que todas las personas, incluyendo a los rusos y a los americanos, no son realmente libres, ya que se les programa mucho antes de que puedan elegir por sí mismos?
Mi opinión es algo diferente. Para mí, decir que los americanos son más libres que los rusos, o viceversa, no tiene ningún significado psicológico. En ambos casos se establece una comparación errónea. Dadas las muchas dimensiones de la libertad, yo me atrevería a decir que no hay dos personas que sean igualmente libres. Puede haber tantas variedades y grados de libertad psicológica como personas. En otras palabras, dudo que el término 'más libre', en un sentido psicológico - no hablo aquí de formas de libertad no psicológicas-, pueda ser relacionado con ningún tipo de persona. Con una notable excepción quizá: los niños en comparación con los adultos maduros.
Esto acarrea un problema: ¿cómo medir o comparar entonces la libertad de las personas?
No, a nivel psicológico no se puede. La solución a este problema es filosófica. O como observó el doctor Machado en El derecho a ser inteligente: ‘El hombre es un ser destinado a la libertad, que se hace a sí mismo libre’ (pág. 11).
No obstante, los programas intensivos seguramente convertirán a los alumnos en robots, como en el caso de los músicos indios. ¿No podría ser esto igualmente perjudicial para la psique?
Ya vi, por la charla que tuvo usted con él en otra parte de este volumen, que el doctor Ronald Laing tenía dudas y aprensiones similares. No creo que tengan ninguna justificación, al menos por ahora. También podría pensar, igualmente, que la interpretación musical puede formar nuevas gestales sensoriomotoras en esos niños, y que son beneficiosas para su desarrollo. Me pregunto, por ejemplo, si esta idea tiene algo que ver con el concepto del doctor Delgado de la desatomización del cerebro.
¡Ojalá hubiera podido usted discutir este tema con el difunto doctor D.W. Winnicott! Este desarrolló una teoría, según la cual, el niño, mientras intenta determinar la realidad interna y externa, crea una
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tercera realidad, que Winnicott denominó 'un espacio de transición', donde la fantasía y la realidad se encuentran.
Con frecuencia, este espacio de transición no se desarrolla normalmente. En él se debería conseguir un vínculo entre los mundos interior y exterior con la función de la fantasía. Sin embargo, muy a menudo, los individuos no logran armonizar estas funciones de acuerdo con la realidad. El efecto de la destrucción de esta tierra de nadie, en los modelos conductuales generales, suele ser disruptivo e incluso perjudicial. Winnicott previno, por consiguiente, que en este área intermedia, las funciones se modelaban y se formaban, principalmente, durante los primeros seis meses de vida.
Muchos fenómenos culturales, como el teatro, la música, quizá también jugar, por ejemplo, al ajedrez, tienen lugar, al menos en parte, en este área intermedia. El proyecto de creatividad integral del doctor Machado, e incluso el proyecto del ajedrez venezolano, podrían contribuir, en verdad, al mantenimiento y ampliación de este área intermedia tan importante.
Pero estará usted de acuerdo en que el desarrollo y la enseñanza de la inteligencia bastarían para asegurar la supervivencia de la raza humana.
Estaba pensando en Jimmy Carter, un hombre fundamentalmente inteligente, pero con una vida emocional tan perturbada que casi todo lo que hace es negativo. En otras palabras: ¿qué me dice de las emociones?
Entonces, ¿no cree que el doctor Machado debería prestar la misma atención a los aspectos emocionales del desarrollo del niño?
Ya lo hace: las madres, las embarazadas, etc.
Sí, pero se debería asumir que, en la era nuclear, es más urgente que nunca hacer que los niños acepten la realidad tal como es.
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