Verzamelde gedichten

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Cuento funeral

*

Fue como el fin del mundo. ¡Qué poco me quedaba!
Dejando el cementerio, camino de los valles,
Después del triste entierro, entre neblinas vagas,
Por entre viejas casas, almunias otoñales,
Miraba en todas partes: en sombra imaginaba
Los ojos tan hundidos de mi difunto padre.
No me inspiraban miedo. Tendió su vuelo el alma
Librada del capullo, la despreciada cárcel.

Mis oídos resonaron de trágicas campanas.
Las nubes reposaban en la solemne tarde.
¡Qué obscura nuestra quinta! Mi madre me esperaba.
Su rostro no ostentaba remordimientos graves.
Permanecía inmóvil detrás de la ventana.
Dijérase que nada del drama le importase.
No llantos pasionales. Tal calma me asustaba.
De pronto ella exclamaba: ‘¡Malvado! ¡No acusarme
Por vil indigno crimen! ¡Ni proferir palabra
Para infundir sospechas! ¡Tú contra mí, tu madre!
¡Su muerte reprocharme! ¡Echarme a mí en cara
Haberle asesinado a fuerza de vejarle!’
(Por Dios, ¡no insulté nunca a la loca desdichada!
¡Asaltos de su rabia! Mezquino aprendizaje
De su tezado trasgo, de su conciencia mala.)

- ‘¿Qué tiene el perro? Vete. Desata al gran salvaje,
El monstruo encadenado que hambriento lobo iguala.
¡Silencio! No consiento que espeluznante ladre
Ni tal siniestro aullido, tal queja huraña y rala.’ -
Rumores indecisos. La sala transformada

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Con luces milagrosas. Y apareció mi padre

 

Por puerta ya entreabierta. - Gritó desesperada

 

Torciéndose las manos, mi madre en su coraje:

 

- ‘¡Traviésame la lengua de mi hijo como espada!

 

¡No hay nada! ¡Fue calumnia! ¡Intolerable ultraje!

 

¡Pobre de mí, criatura pisada, abandonada!’ -

 

Horribles contorsiones. Cayóse desmayada.

 

 

 

Presencia de mi padre. Habló del alma en viaje,

 

Flotando en áureas nieblas, por glorias de alborada,

 

De libertad excelsa benéfico mensaje.

 

Ya parecía lejos: figura hermosa, alada.

 

¿O fueron los reflejos de su brillante traje?

 

Sonriendo con ternura me envió feliz mirada.

 

Desvanecióse en toldó purpúreo de celaje.