Debate sobre el crecimiento
(1975)–Willem Oltmans– Auteursrechtelijk beschermd
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de derecho internacional de la Universidad de Princeton desde 1965. En el séptimo renglón de su libro This Endangered Planet, ya menciona usted la necesidad de límites. ¿Considera usted que Los límites del crecimiento es un paso hacia la organización del mundo?
Sí. Creo que significa un importante esfuerzo para cristalizar la conciencia de la gente en torno a dos hechos básicos: que el mundo es finito y que la forma en que administramos actualmente el planeta pone en peligro esas finitas coerciones bajo las cuales ha existido la Tierra durante muchos siglos. Creo que el éxito de Los límites del crecimiento se debe en parte a haber fiado en la tecnología de la compu- | |
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tación para conferir autoridad a sus conclusiones. Por supuesto, ese éxito constituye también el punto vulnerable del estudio, pues éste se ha hecho descansar un tanto prematuramente en una presentación cuantitativa, de lo que sigue siendo esencialmente un asunto cualitativo. Cuantitativamente, nos faltan todavía los datos necesarios para formular un argumento basado en la computación acerca de los ‘límites del crecimiento’, que pudiera utilizarse como base para reorientar la economía al orden político del planeta.
Hugo Grotius, el filósofo holandés del derecho del siglo xvii, fue la primera persona que propuso alguna forma de organismo internacional para organizar y hacer cumplir ciertas regulaciones internacionales. Desde entonces han transcurrido cuatro siglos, y ¿dónde estamos ahora? Una cosa es reunirse noventa y una naciones en Londres,Ga naar voetnoot1 para firmar un acuerdo en el que se promete no arrojar más petróleo al océano, y otra muy distinta hacer que se respete el compromiso.
Por lo que concierne a la organización de la sociedad internacional, no soy partidario de una posición de orden y derecho. Es una extraña ironía el que sean precisamente aquellos que apremian en favor de la ley y el orden en su país quienes constituyen las fuerzas más reaccionarias en cuanto a las cuestiones internacionales. A menudo también se manifiesta la contradicción opuesta: los más progresistas en cuanto a los asuntos internos son los que más vivamente anhelan una poderosa estructura de orden y coerción en el plano internacional. En mi opinión, al considerar qué sistema mundial sería más conveniente, habría de buscar aquellas fórmulas de derecho que implicaran un más poderoso componente de descentralización. La solución gubernamental no es la que necesitamos en el plano planetario. Lo que necesitamos es una forma de organizar las funciones principales de la existencia humana en torno de instituciones especializadas, pero limitadas. Necesitamos hallar la manera de asegurar una mucho más justa distribución de los ingresos y recursos del mundo. Necesitamos procedimientos para lograr que los seres humanos se relacionen entre sí independientemente de la artificial interposición de las fronteras nacionales. Estas cosas requieren una nueva conciencia política, creo, una nueva conciencia humana que posea la | |
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característica esencial de impulsar hacia una más amplia identidad personal, en último término incorporada a la idea de ciudadanía mundial y solidaridad humana.
Siempre se había dicho que las Naciones Unidas, como instrumento de diplomacia internacional, sólo serían verdaderamente representativas de la humanidad cuando China se incorporase a ellas. Lo primero que hizo Pekín fue votar contra el ingreso de Bangladesh. De nuevo, la política de poder jugada por todas las potencias mayores. ¿Cómo someter a reglas ese juego?
La realidad fundamental de las Naciones Unidas es que representan una extensión de la política de los estados, y no una alternativa a ella; y resulta muy problemático decidir si muchos de los gobiernos representan genuinamente a los pueblos en cuyo nombre pretenden hablar. En muchos casos, lo que preocupa primordialmente a los gobiernos es mantenerse en el poder en sus respectivos países y conservar la mejor posición y la mayor influencia política y económica que les sea posible en el campo de las relaciones internacionales. Las naciones desarrollan un juego competitivo, y cada estado trata de maximizar su poder, salud y prestigio. Dada la finitud del espacio y los recursos mundiales, este juego significa inevitablemente que la única forma en que una nación puede ganar es a expensas de otra nación, salvo que ambas puedan medrar simultáneamente. La ideología del crecimiento está íntimamente ligada a la estabilidad del sistema estatal, por cuanto sin crecimiento no habría manera de conciliar los imperativos de los estados en busca de maximizar su posición en el mundo. Sin el crecimiento, cada estado sólo podría aumentar su base de poder y salud a expensas de otros estados. Tal imagen darwiniana del sistema mundial desvanecería toda ilusión por parte de los gobiernos en cuanto a que sus respectivas aspiraciones, si fueran moderadas, serían por lo menos potencialmente compatibles. La función del crecimiento indefinido es sostener el punto de vista de que el sistema estatal no implica la guerra de unas naciones con otras, sino la posibilidad del desarrollo simultáneo de todas. Los límites del crecimiento socava la ideología del sistema de estados en este aspecto central, y eso significa una contribución notable y progresista. No veo manera alguna de enfrentarse al reto ecológico, sal- | |
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vo considerándolo en el plano de lo político, a fin de hallar los medios para reorganizar la sociedad internacional de modo que se desplace y modere el sistema de estados. No habría necesidad de suprimir los estados, pero sí de acabar con su relación organizadora básica con el poder y la riqueza y diluir o trascender su control sobre la lealtad y fidelidad humanas.
Pero controlar el crecimiento de la población, la contaminación o cualquiera de los demás problemas es materia de legislación y de gobierno. Siempre estaremos sometidos a leyes, sea en el plano nacional o en el internacional.
Es cierto que necesitamos normas, como necesitamos leyes en que cristalicen esas normas de la comunidad y asegurar así su efectiva instrumentación. Al mismo tiempo, creo peligroso suponer que la única manera de enfrentarse a los problemas de asegurar la equidad y el equilibrio en el mundo sería la institución de algún género de supergobierno que administrase a toda la humanidad. No me es en modo alguno evidente que los gobiernos posean la capacidad de controlar la vida y los recursos del hombre en forma humanitaria y, por consiguiente, podría ser que, en el proceso de intentar resolver los problemas inmediatos, nos encontráramos que habíamos creado un monstruo como el de Frankestein. África del Sur se las ha compuesto para establecer un sistema de paz muy duradero. En general, sus leyes son eficaces y su policía evita mucha violencia y, sin embargo, es probablemente una de las peores sociedades del mundo actual, juzgada de acuerdo con los valores que consideramos importantes.
El presidente Eisenhower sostenía que la ley era la única alternativa frente a la fuerza en los asuntos mundiales. Richard Nixon, creación de Eisenhower, invadió a Camboya, cometiendo con ello un acto ilegal según la constitución norteamericana. Parece como si los sostenedores de la ley y el orden, en Camboya como en Checoslovaquia, estuviesen dispuestos a pisotear toda ley cuando tal cosa conviene a sus fines.
Richard Nixon es un ejemplo ideal del líder que desea la ley y el orden para su propia sociedad, en tanto estas abstracciones se traduzcan en la práctica en el control policiaco | |
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y en la capacidad para resistir a los grupos inconformes con el statu quo. En el plano internacional, donde no hay posibilidad de ley y orden de tal guisa, lo que Nixon desea es máxima libertad de acción para conseguir los fines de los Estados Unidos tal como él los entiende. Esto ha significado el desprecio de las normas restrictivas, como, por ejemplo, en el caso de Camboya o en el de los persistentes bombardeos sobre Vietnam del Norte. Normas bien establecidas en la historia del derecho internacional no significan nada para el gobierno de Washington, ni tampoco, evidentemente, para los gobiernos de la mayor parte de los países. Hace unas cuantas semanas mantuve una interesante conversación en Hanoi con el embajador de Suecia, un hombre sobresaliente, Jean Christoph Oberg. Me habló sobre los efectos de los bombardeos y las consecuencias del silencio europeo ante lo que los Estados Unidos estaban haciendo en Indochina. Hizo hincapié, y con razón, a mi juicio, sobre la incapacidad y la indiferencia de estos centros de civilización ante la masacre de un pueblo inocente, bien dispuestos a permanecer como espectadores y permitir que los Estados Unidos prosigan con la guerra y, al mismo tiempo, con los negocios, como de costumbre.
Desde el punto de vista del derecho internacional, la agresión norteamericana contra el Asia sudoriental incluye crímenes de guerra indiscutibles, contra lo que Telford Taylor parece creer. La campaña de los Estados Unidos en Asia iguala las peores atrocidades jamás cometidas por una sociedad libre en la historia de la humanidad.
Las opiniones de Telford TaylorGa naar voetnoot2 se han modificado algo después de la revelación de los documentos del Pentágono,Ga naar voetnoot3 pues parte de su vacilación en atribuir la responsabilidad a los decisores políticos por los crímenes de guerra en Indochina se basaba en la falta de prueba documental comparable a la capturada a los alemanes y utilizada en el juicio de | |
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Nuremberg. Con la publicación de los documentos del Pentágono ya existe suficiente base de conocimientos, aun desde el punto de vista de Taylor, para afirmar que los líderes que planearon esa política son culpables, como usted dice, de los más espantosos crímenes de guerra jamás cometidos por sociedad libre alguna, perpetrados en un marco donde no existía justificación seria por razones de supervivencia nacional ni aun de defensa de intereses nacionales fundamentales. Representa una criminalidad gratuita. Quienes planeaban los crímenes en sus oficinas con aire acondicionado no tenían conciencia, ni querían tenerla, de las letales consecuencias humanas de lo que hacían.
El profesor LiftonGa naar voetnoot4 está publicando artículos, por ejemplo, en la Saturday Review, en que dice que la guerra clásica está siendo sustituida por una guerra de oprimir botones.
Una de las cosas que está haciendo nuestra tecnología es permitir una terrorífica forma de comportamiento de la manera más fría, ajena e intelectualizada. Al mismo tiempo, la proliferación de la alta tecnología crea cierta forma de pavorosa vulnerabilidad, de la que es sencillo ejemplo ese reciente conato de terrorismo en el que los terroristas amenazaban con volar la planta nuclear de Oak Ridge y liberar la radiactividad allí almacenada, supuestamente equivalente a mil veces la intensidad de la precipitación radiactiva causada por la bomba de Hiroshima. Previéndose para fines de los ochentas la existencia de novecientas de tales plantas en todo el territorio de los Estados Unidos, nos vemos enfrentados, por un lado, a una forma tecnológica de gobierno enormemente disgregada, cada vez más distanciada de los valores humanos, y en la cual la computadora viene a ser un sustitito de la mente, del espíritu del hombre. Por otro lado, nos vemos enfrentados a hombres desesperados, que se sienten excluidos de toda suerte de participación en este proceso, que no tienen esperanza alguna de conseguir sus fines por los medios normales y que, según todas las apariencias, poseen una extraordinaria capacidad para trastornar el sistema entero.
¿Cree usted que estemos avanzando hacia un régimen autoritario, a fin de combatir algunos de los problemas que acaba de mencionar? | |
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Sí, y ésa es la razón del apremio que sienten las personas a quienes inquieta la situación actual. Cuanto más aplacemos una reorientación radical de la conciencia humana, más probable será que procuremos instrumentar esos esquemas esencialmente insensatos para programar el futuro, mediante la instauración de cierta suerte de proceso de macroaprendizaje que condiciona al hombre para comportarse de acuerdo con las intenciones de aquellos que deciden sobre la programación. Sería motivo de orgullo intelectual el que el cerebro humano pudiera de algún modo descubrir las bases para organizar una tolerable relación entre el hombre y la historia, entre el hombre y la naturaleza. Una de las cosas que más esencialmente necesitamos en esta época es reconocer tanto las potencialidades como los límites de la tecnología, de la misma manera que también necesitamos desesperadamente una revolución ética en escala mundial. En tanto perseveremos en evolucionar científica, técnica y materialmente, esta nueva revolución ética habrá de basarse en establecer un vínculo entre nuestras formas sociales y políticas y en reinterpretar las condiciones para la supervivencia humana. Por tanto, habrá de sostenerse en un auténtico movimiento mundial.
¿Y la realidad?
Esta revolución ha de sustentarse sobre una base biológica. Ha de aprender el hecho (y creo que éste es un hecho que subyace en el entero esfuerzo del Club de Roma y Los límites del crecimiento, al igual que en los esfuerzos de muchos otros grupos que en todo el mundo trabajan apartados de las estructuras establecidas del poder y la riqueza) de que necesitamos una nueva síntesis del conocimiento con la acción, así como una nueva síntesis del conocimiento y el sentimiento. Actualmente ya podemos ver en marcha ambas formas de movimiento. Creo que el trabajo del mit, Los límites del crecimiento, significa una respuesta creadora que pone en relieve la relación entre el conocimiento y la acción, considerados en un marco mental sintético. Los autores han intentado aprehender la interrelación del todo, por cuanto éste no puede entenderse mediante la exclusiva consideración de una sola de sus partes. Pero la otra mitad, la que creo que interesa a algunos, como William Irwin Thompson,Ga naar voetnoot5 es la total relación entre | |
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el pensamiento y el sentimiento, y la noción de que la conciencia, para afincarse en la realidad, ha de tomar en consideración mucho más que las facultades racionales del hombre. En cierto modo, esta empresa de explorar los límites de la conciencia, redescubrir la importancia de las tradiciones místicas del pensamiento, de reavivar el interés por las formas en que las sociedades más primitivas se relacionaban con su ambiente, toda esta empresa es parte del descubrimiento de una base bio-ética para hacer la condición humana, no sólo perdurable, sino tolerable y benévola. Hay más concepciones del futuro que la visión de Skinner,Ga naar voetnoot6 que supone la programación de la gente para que no cometa maldades. Ésta es una visión del futuro como un jardín de niños. ¿Quién podría desear el socializar a toda la humanidad en un jardín de niños skinneriano? No sería éste un mundo del que yo quisiera formar parte. Es un mundo que de tal manera coarta la imaginación y el espíritu creador del hombre que el solo hecho de perseguir su realización, aun en nombre de la utopía, significa contribuir a la peor forma de aniquilación del destino humano. En él nada se deja a la creatividad individual del hombre, y en tal condición, el espíritu muere, sin aire que respirar. Es evidentemente un mundo en el que la distinción entre suicidio y sobrevivencia es apenas marginalmente perceptible. En contraste con la visión skinneriana del futuro tenemos el proyecto de modelos para el orden mundial, incitante contribución al trabajo en pro de la revolución bio-ética. Grupos de personas ilustradas de Africa, la América Latina, la India, Japón, Europa, Unión Soviética y los Estados Unidos, cada uno por su parte, están elaborando modelos separados para ver reformar el orden mundial hacia fines de este siglo. Por primera vez en la historia humana se ha puesto en marcha una empresa global autoconsciente, en la que todos los sectores proyectan proposiciones distintivas para el orden mundial a la vez visionarias y engranadas con las realidades políticas con vistas al cambio. Nosotros creemos que este proyecto de modelos para el orden mundial comenzará a suministrar al hombre de todas las partes del mundo el fundamento para la esperanza en el futuro, al mismo tiempo que señalará el camino por el cual dirigir pensamientos, sentimientos y acciones, o sea, en rigor, un foco hacia el cual movilizar todas las energías vitales del espíritu humano. A este respecto, creemos que la primera | |
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fase de la edificación de un nuevo orden mundial habrá de consistir en la elevación de la conciencia; la segunda, implicará la movilización para la acción; y la tercera consistirá en la transformación de las seculares instituciones que ahora controlan el poder y la riqueza.
Los trabajos del Club de Roma se dirigen a ampliar la conciencia de la condición del planeta en esta última hora. Usados adecuadamente, los satélites de comunicación contribuirán tremendamente a acrecer el conocimiento humano en todo el planeta. Los soviéticos han amenazado con derribar aquellos satélites que introduzcan información inaceptable a través de sus fronteras. He aquí un nuevo problema legal: ‘el visado de las ideas’.
Creo que el objetivo fundamental de movilizar las ideas tanto como sea posible en la década venidera es el que deben proponerse las fuerzas progresistas del mundo. Todo aquello que obstaculice la movilidad es un impulso reaccionario. Pero hemos de admitir que un gobierno como el soviético, que se halla en relación hostil con sus propios ciudadanos, no puede tolerar esa movilidad planetaria de las ideas. El gobierno soviético funciona en una sociedad cerrada, que le es necesaria para mantener el control. ¿De qué otra manera podría mantenerse el grado de conformidad en pensamiento, sentimiento y acción que los dirigentes soviéticos consideran necesario? Por esta razón, pienso que el progreso hacia la realización de una visión del futuro, en la cual sean significativas nociones como la de Los límites del crecimiento y la del nuevo orden mundial, depende de cambios previos en el seno de las principales sociedades nacionales del mundo, donde habrá de librarse la batalla por el cambio del orden mundial. La mejor esperanza que tenemos para un futuro positivo depende de que se produzcan mudanzas sociales progresistas en las sociedades nacionales, sea en los Estados Unidos, Europa o la Unión Soviética. Las fuerzas progresistas habrán de ganar acceso al poder, en orden a reorientar los centros de decisión que mandan sobre el planeta. Sería ingenuo optimismo de la más peligrosa índole el creer que las élites regresivas que controlan las estructuras de poder dominantes en el mundo van a proporcionarnos la dirección moral y política necesaria para fundar el mundo que desearán nuestros hijos y nuestros nietos. Estos líderes de hoy están fundamentalmente interesados en conservar sus posi- | |
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ciones de poder y privilegio sobre sus pueblos, los más pobres y débiles, a quienes victiman de diferentes modos. Es esta clase de relaciones regresivas la que tiende hacia la rigidez social y política. Es terriblemente importante que en la próxima década o así intentemos estimular a las fuerzas orientadas al cambio en las principales sociedades del mundo, y esperar que estas fuerzas ganen suficiente acceso al poder para reformar la manera en que los gobiernos nacionales imaginen su propio bienestar. Hasta que esto suceda, no veo nada que podamos hacer, salvo preparar a los individuos para que se enfrenten sin desaliento a las desagradables realidades del futuro. No veo en la actual estructura del poder en el mundo ninguna esperanza de conseguir verdaderamente mudanzas fundamentales, como las que se predican con base en análisis como el ofrecido por el Club de Roma, con el cual coincido. Espero que el Club de Roma comience a pensar seriamente sobre la estrategia y la táctica del cambio y sobre la ética y la política de un nuevo equilibrio entre el hombre y las capacidades del planeta. |
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