Debate sobre el crecimiento
(1975)–Willem Oltmans– Auteursrechtelijk beschermd56. Linus PaulingLinus Pauling es profesor de química de la Universidad Stanford, California. | |
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u otra manera con la naturaleza del enlace químico. Ha estudiado la estructura de las proteínas, la base molecular de la anestesia general, el papel de las moléculas anormales en la génesis de algunas enfermedades y el de las enzimas anormales en la de ciertas dolencias mentales. Ha estudiado también la teoría de la estructura del núcleo atómico y la naturaleza del proceso de la fisión nuclear. Durante los últimos años, buena parte de su labor se ha concentrado en la aplicación de la química a problemas biológicos y médicos. ¿Conoce usted bien el estudio Los límites del crecimiento?
Sí.
¿Cree usted que sea un esfuerzo útil para organizar el planeta, para inventariarlo, a fin de administrarlo mejor en lo futuro?
Creo no sólo útil, sino necesario y esencial, que hagamos esto. Pienso que hemos venido siguiendo un curso que constituye una injusticia para las futuras generaciones humanas. Estamos obligados a comenzar el inventario de nuestros recursos y a analizar el uso que de ellos hacemos fundados en este principio ético: no es justo que robemos a los seres humanos del futuro toda la riqueza de la Tierra.
En 1976, varias docenas de naciones, un cuarto de todas las existentes, poseerán grandes reactores nucleares para generar energía eléctrica. Hacia 1990, y solamente en los Estados | |
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Unidos, habrá unos trescientos de tales reactores. ¿Hasta qué punto será esto seguro?
Estos reactores no son seguros, si por seguridad entendemos que no haya probabilidad alguna de que ocasionen una catástrofe. Ya han ocurrido bastantes accidentes con reactores, y ello nos demuestra que pueden repetirse. Creo que no deben construirse reactores basados en la fisión nuclear, pues una vez construidos -e invertidos cientos de millones en cada uno de ellos- es casi inevitable que se usen. Causarán daño en virtud de la radiactividad que liberen, y constituirán un peligro real para la humanidad en conjunto o para la Tierra. Siempre habrá cierto riesgo de que ocurra un grave accidente del que resulte la diseminación de una gran cantidad de sustancia radiactiva sobre la superficie de la Tierra.
Se ha hablado de la posibilidad de artefactos nucleares caseros construidos por malhechores, y se piensa que los científicos atómicos no han concedido suficiente consideración al peligro que se deriva de la irracionalidad de la conducta humana, por ejemplo, la amenaza de unos bandoleros de volar las instalaciones nucleares de Oak Ridge, Tennessee.
Sí, claro, éste es un riesgo real que yo no he mencionado, es decir, la imposibilidad de mantener bajo absoluto control el material fisionable. Es factible robar de una fábrica de isótopos fisionables cierta cantidad de materia fisionable sin que sea descubierta su desaparición. Esta materia fisionable podría caer en manos de individuos sin escrúpulos, incluso el jefe de alguna nación pequeña, o quizá, simplemente, en las de una persona u organización privada capaces de usarla en perjuicio del mundo.Ga naar voetnoot1 | |
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¿En verdad sería esto posible? ¿Sería, pues, cierto el dicho de que una cucharadita de estroncio 90 bastaría para aniquilar al género humano?
Yo diría que si usted lograra que todas y cada una de las personas tomaran su parte alícuota respectiva de esa cucharadita, sería probable que sucediera tal cosa; pero una cucharadita de estroncio 90 dispersada en la atmósfera no mataría a la especie humana. Ya ha habido dispersas en la atmósfera cantidades mucho mayores. No obstante, sí bastaría para causar daño, para que algunas personas murieran de cáncer y nacieran criaturas con graves defectos físicos o mentales. En mi libro No More War!, así como en la conferencia que pronuncié al recibir el premio Nobel de la paz, expuse mis estimaciones acerca de la magnitud del daño ocasionado por las pruebas nucleares hasta entonces realizadas, es decir, hasta 1958 y 1963, respectivamente. En 1963 calculaba dieciséis millones: con el tiempo, las pruebas atómicas efectuadas serían causa de que nacieran dieciséis millones de criaturas que después habrían de padecer graves defectos físicos o mentales, las cuales hubieran sido perfectamente normales de no haberse llevado a cabo las pruebas nucleares. Esto da una idea acerca de la situación por aquel tiempo, 1963, cuando sólo se habían hecho estallar seiscientos megatones de explosivos nucleares, parte de fisión y parte de fusión.
¿Quién nos garantiza que no sean dañinas para el planeta las pruebas nucleares subterráneas?
Sí, ¿quién? Recuerdo cuando, hace quince años, se decía que el secretario de Estado, John Foster Dulles, nos había ofrecido a todos nosotros como conejillos de Indias para tales ensayos. Dulles fue uno de los criminales, diría yo, que nos empujaron en esa dirección, sin prestar adecuada consideración a la magnitud del daño que se causaba a los seres humanos. Como era de esperar, la Comisión de Energía Atómica ocultó la información que había acopiado. Fue muy difícil obtener de ella dato alguno relativo a estos puntos. Por supuesto, las autoridades análogas de la Unión Soviética se comportaron en forma similar, suprimiendo la información acerca del daño causado a la gente por la radiactividad nuclear, la radiactividad generada por las explosiones nucleares de prueba. | |
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En el Instituto Tecnológico de California se ha demostrado la posibilidad de construir plantas de energía nuclear subterráneas.
Sí, la instalación de plantas nucleares bajo tierra significa simplemente un gasto de dinero algo mayor. Sin embargo, no creo que con ello se suprima todo peligro. Siempre habrá cierto riesgo, pues las plantas subterráneas también pueden estallar y, por ejemplo, contaminar con sustancias radiactivas las aguas del subsuelo. A mi parecer, debemos controlar las cantidades de energía que se usan. De acuerdo con mi principio ético fundamental, el principio de la minimización del sufrimiento humano, creo que no es importante para el bienestar de la humanidad, para la felicidad de los seres humanos individuales, el poder disponer de cantidades de energía siempre crecientes y permitir que, día tras día, sean simples consideraciones económicas las que determinen la índole de la vida que hemos de vivir. Podríamos arreglárnoslas muy bien con medios de transporte mucho más sencillos y mucho mejores que los actuales. No necesitamos que setenta millas por hora sea la velocidad común en las autopistas, ni tampoco es necesaria esa capacidad de aceleración que nos permite rebasar a otro potentísimo automóvil en la carretera o la vía pública. Seríamos tan felices como ahora, o quizá más, si restringiéramos las cantidades de energía que actualmente usamos. Es realmente dañina y peligrosa la propaganda de las empresas productoras de energía: construir más y más plantas para que, dentro de veinte años, cada persona pueda gastar energía en cantidad cuatro veces mayor que ahora.
Decía usted que bastaría gastar algo más para construir bajo tierra las plantas atómicas. Pero la Baltimore Gas and Electric Company va a suspender la construcción de las dos plantas atómicas que había proyectado, a un costo de setecientos millones de dólares, en vista de la oposición pública. Otras empresas, corno la Can Editan, están limitando su expansión por no contar con el dinero necesario. ¿Dónde podría encontrarse el dinero para construir plantas nucleares subterráneas e inocuas?
Yo no aconsejaba estas plantas; simplemente comentaba. Lo que realmente aconsejo es no construir plantas energéticas nucleares. Creo que podemos prescindir de ellas. Debemos vivir con mayor sencillez. Nuestra economía, creo, debe ser controlada de manera que preserve la salud del mundo. | |
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Ahora retorna usted a Los límites del crecimiento.
Así es. Eso es lo que aconsejo. Creo que deberíamos tener una población menor. La calidad de la vida va empeorando. Hay inflación en la cantidad de bienes que podemos comprar. La calidad de la alimentación del pueblo norteamericano es inferior a la de hace cincuenta o, tal vez, veinte años. Y empeora rápidamente. En enero de 1967, cuando profesaba en Nueva Delhi, dije que en los Estados Unidos no debían vivir más de ciento cincuenta millones de personas. Ahora tenemos unos doscientos diez millones de habitantes. Trataba entonces de analizar el modo de vivir, las necesidades de trabajo, la cantidad de bienes que se ofrecen al consumidor, los alimentos, el agua potable, las oportunidades de esparcimiento, la necesidad de conservar las regiones primitivas, como los bosques, etc. Y llegaba a la conclusión de que ya en aquella época era excesiva la población de los Estados Unidos. Estimaba que la India, recién llegada por aquel entonces a los 500 millones de habitantes, no debería pasar de los cien millones. La población óptima para el mundo entero, la que permitiría vivir bien a toda persona, sería quizá mil millones, y no tres mil quinientos millones. No creo que la meta de los Estados Unidos deba ser el aumentar anualmente en 10% su producto nacional bruto. Pienso que deberíamos estabilizarlo, e incluso disminuirlo, lo mismo que la población.
Esto podría interesar a usted: El Dr. KahnGa naar voetnoot2 me ha dicho que el mundo posee recursos suficientes para miles de años y que podríamos alimentar fácilmente a 20 mil millones de personas. La cuestión para mí es que la gente no sabe a qué atenerse, en vista de las enormes divergencias que aparecen en las creencias y teorías de los científicos, acerca de lo que es posible y lo que no lo es. El pueblo, sencillamente, no sabe a quién creer.
Hace catorce años, cuando yo debatía con Edward Teller,Ga naar voetnoot3 de la Universidad de California, alguien dijo a mi esposa: ‘Bueno, su marido dice una cosa y otra el Dr. Teller, ¿cómo voy a saber a quién creer?, y mi mujer replicó: ‘Nomás mírelos y escúchelos, y decida cuál de los dos merece crédito.’ En aquella ocasión, Herman Kahn era uno de los | |
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alumnos de mis clases. Sólo asistió a tres conferencias y después abandonó el curso. No creo que Herman Kahn haya atacado estos problemas desde el punto de vista de la ética y la moral. Se ha dicho que todo aquello que resulte científica y técnicamente factible debe hacerse. Esto es insensato. No hay razón para que hagamos cualquier cosa por el mero hecho de que sea factible. No hay razón para que vivan quince mil millones de personas en la Tierra, aun cuando fuere tecnológicamente hacedero, ni la hay tampoco para dedicar todos los recursos disponibles para simplemente mantenerlas vivas, subordinándolo todo a tan triste logro. Lo que debemos hacer es decidir cuántos habitantes pueden llevar una vida razonable en la Tierra y después trabajar para que esas tantas personas la vivan.
¿Qué papel asigna usted a los científicos en la dirección del mundo del futuro?
Por supuesto creo que todas las personas deben tener cierto conocimiento y comprensión de la ciencia, pero no que los científicos deban dirigir el mundo. Deben colaborar. Creo que el científico tiene dos obligaciones: la primera, como ciudadano, la de procurar que sus conciudadanos se beneficien con los conocimiento que él posee, es decir, una labor educativa; la otra consiste en formar su propio criterio acerca de los problemas y expresar sus opiniones a sus conciudadanos. Es importante que estas opiniones sean expuestas, pero no debemos tener una oligarquía de científicos.
Si hemos de administrar el planeta en la forma que aconseja el Club de Roma, ¿cómo librarnos de los políticos, en su mayoría mediocres, cuando menos, o de las corrompidas dictaduras?
El planeta no es gobernado únicamente por políticos mediocres y otros individuos poderosos, sino por políticos inmorales, poderosos generales inmorales, y hombres de negocios también inmorales. El negocio tiene como fundamento el sacrificarlo todo a la ganancia, incluso la moral y la ética. Se supone que los gobiernos controlan esto; pero, claro está, los gobiernos también son inmorales. Carecen de amplitud de visión; no miran al futuro. Los gobiernos no toman sus decisiones porque sean éticamente sanas; por el contrario, se guían por el oportunismo y el propio interés. Esto es lo que hemos de cambiar. Hay una base para la ciencia, | |
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una base fundamental, a saber: honradez y aceptación de la verdad. Éste es el más fundamental de los principios de la ciencia. Este mismo principio de honradez y de doblegamiento ante la verdad es el que debe introducirse en el gobierno, en el gobierno del mundo. Será difícil lograrlo, pero creo que debemos esforzarnos por llegar a esta meta. Es importantísimo analizar los problemas, como lo ha hecho el Club de Roma. La labor implica la aceptación de un principio básico, y creo que el principio que he formulado y expuesto en muchos lugares, el principio de la minimización del sufrimiento humano, tomando en cuenta el sufrimiento de las futuras generaciones de seres humanos tanto como el de las ahora existentes, debería ser el que sirviera de fundamento a todas las decisiones que se tomaran. |
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