Debate sobre el crecimiento
(1975)–Willem Oltmans– Auteursrechtelijk beschermd55. John R. MeyerEl profesor John R. Meyer es presidente de la Oficina Nacional de Investigación Económica, con sede en Nueva York, y profesor de economía de la Universidad Yale, en New Haven, Connecticut. Decía Samuel Butler que todo progreso se basa en el deseo que sienten todos los organismos de vivir más allá de sus ingresos. Los límites del crecimiento significa una tentativa para averiguar en qué medida nuestro mundo está viviendo allende sus medios y límites. | |
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Supone ciertamente un utilísimo esfuerzo el tratar de atraer la atención sobre ciertos problemas que se nos presentarán si no modificamos nuestra conducta. Por otro lado, es razonablemente claro que las hipótesis subyacentes son demasiado rígidas. Los límites del crecimiento supone que los seres humanos no podrán ni querrán adaptarse a los cambios de las circunstancias. En contraste, el instinto natural del economista, dondequiera que se halle ante tales problemas, lo lleva a suponer la actuación de tendencias autocorrectoras en la conducta humana. Pero el economista puede pecar por optimismo a este respecto. Muchos de los puntos, hipótesis y advertencias señalados por los físicos y otros científicos colaboradores de Los límites han sido bien acogidos.
Según John Kenneth Galbraith, la sabiduría tradicional va perdiendo importancia, pues el crecimiento económico deja atrás muchas cosas, y una de ellas es la teoría económica. ¿Por qué los economistas han criticado tan duramente el modelo del MIT?
En parte, porque las rígidas hipótesis incorporadas en el modelo están en oposición con la enseñanza básica, los hallazgos empíricos y la teoría de la ciencia económica. La economía, como ciencia, se siente ofendida por muchas de las hipótesis fundamentales del modelo. Esto no obstante, quizá los economistas hayan actuado con excesiva premura al repudiar Los límites del crecimiento basados en tales razones. Tal vez hayan subestimado la importancia de algunos de los problemas a que se dirige el análisis de Los límites del crecimiento. Es posible que los economistas tiendan demasiado al optimismo en cuanto al carácter correctivo y autoequilibrante de la conducta humana. Probablemente, la verdad resida en algún punto intermedio. Si usted me pregunta dónde reside el equilibrio, le diré que lo creo bastante más próximo al pensamiento de los economistas, en términos de parámetros flexibles y conducta adaptativa, que del lado de los rígidos parámetros y la conducta no correctiva que subyace al análisis de Los límites del crecimiento.
No obstante, usted ha realizado aquí, en la Oficina Nacional de Investigación Económica, un estudio de investigación económica, por medio de computadoras. En otras palabras, usted no descarta la utilización de las computadoras para esta clase de trabajos. | |
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Siento bastante entusiasmo por las potencialidades de la computadora para elaborar modelos y para la investigación económica general. Es ésta una razón más para que crea que, en cierto modo, Los límites del crecimiento puede traer consecuencias infortunadas. Por ejemplo, me preocupa que Los límites puedan desacreditar prematura e injustificadamente el diseño, preparación, construcción y uso de modelos conductales en gran escala por medio de computadoras. El modelo de Los límites, para decirlo en la jerga técnica, se basa en un sistema de parámetros fijos y loops cerrados. Este enfoque me inquieta. Con esas características (hipótesis fijas sobre la tecnología, el comportamiento del consumo, etcétera), si se lleva la extrapolación demasiado lejos, siempre será posible derivar alguna solución limitante que probablemente resultará bastante perturbadora. Mi argumento básico es que dichas hipótesis -sobre parámetros fijos, retroacciones fijas, conducta no adaptativa- son probablemente incorrectas.
¿Sería útil fomentar la estrecha colaboración entre ingenieros de sistemas y economistas y llevar al modelo aquellas hipótesis sobre las cuales unos y otros estén de acuerdo?
El equipo del mit no tomó en cuenta suficientemente la economía. El mit tiene uno de los más distinguidos departamentos de economía de este país o del mundo. Ignoro si en el mit existen problemas de comunicación y cuáles sean éstos. Me atrevería a suponer que algunos -no todos, claro- de los ingenieros y científicos que participaron en el estudio no fueron tan diligentes como debieran haber sido para procurarse las aportaciones de los economistas. No creo en verdad que los economistas del mit sean muy diferentes de otros economistas, quienes están más que dispuestos a tratar de estas materias e, incluso, a colaborar. Indudablemente existe pericia económica en Cambridge, Massachusetts, y de una u otra manera, el Club de Roma hubiera podido conseguirla. Por consiguiente, hemos de preguntarnos si realmente se deseó su colaboración. Por supuesto, el trabajo de ForresterGa naar voetnoot1 ha sido fundamental para Los límites, y los anteriores estudios sobre la dinámica industrial y la urbana por él realizados se caracterizan por las mismas debilidades. Forrester parece complacido por no haber leído los trabajos fundamentales sobre los temas conexos con el modelo que | |
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trataba de construir ni haber consultado con aquellos que han dedicado su tiempo a estudiar los fenómenos relevantes. Tal vez pudiera justificarse la simplificación, pero la ignorancia puede llevarse demasiado lejos, y cuando la simplificación llega al punto de incorporar generalizaciones empíricas manifiestamente opuestas a todos los anteriores estudios e investigaciones, hay razones sobradas para que uno se sienta escéptico.
¿Vamos ya en camino hacia lo que usted llama administración multinacional del mundo, hacia un gobierno mundial?
Encuentro difícil el pensar en opciones obligadas. Creo, no obstante, que Los límites nos trae un mensaje meritorio: que ahora, más que nunca antes, hemos de prestar mucha atención a los niveles superiores de la planeación. El que la planeación se efectúe a nivel global, nacional, estatal regional o municipal es asunto de adaptación pragmática, y depende de cuál sea el problema. Por ejemplo, espero que en los Estados Unidos tengamos más distritos de planeación regional, para, de esta manera, veamos más allá, digamos, de una ciudad y, en consecuencia, nos sea posible situar algunos de nuestros problemas de transporte terrestre y urbanización en un ámbito geográfico mucho más extenso. Por otra parte, tengo la seguridad de que algunos problemas tienen serias repercusiones internacionales. Por ejemplo, la repercusión ambiental del transporte ultrasónico es materia de preocupación no exclusiva de los ingleses o los franceses, que han sido los constructores del aeroplano.
¿Espera usted tal vez un conflicto entre las organizaciones obreras y los ecológos?
No caracterizaré la situación como un conflicto laboral. Son posibles conflictos de diversas clases entre poseedores y desposeídos, y ciertamente en el plano internacional. He oído rumores, por ejemplo, en el sentido de que el gobierno de Brasil acoge con beneplácito ‘las sucias industrias contaminantes’, siempre que éstas creen más empleos en las regiones atrasadas, donde ahora prevalecen el paro crónico y los bajos ingresos. Por supuesto, a la larga, eso traerá toda una serie de nuevos problemas. Una vez hayan aumentado los ingresos en las regiones más atrasadas del mundo, éstas se plantearán la cuestión: ¿por qué hemos de tener esas industrias contaminantes? Estos problemas ecológicos irán se- | |
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guidos de un nuevo cielo, ligeramente diferente. En los Estados Unidos, con nuestra sociedad tan diversa y heterogénea, afectada ya por los problemas de los grupos minoritarios y la pobreza, pueden verse ya algunas confrontaciones causadas por cuestiones ambientales. Tal vez sean falsas algunas de ellas y puedan modificarse mediante una acción política de alto nivel y la diplomacia; pero otras podrían ser de difícil solución, por cuanto tocan a las opciones o prioridades fundamentales relacionadas con la forma de asignar y distribuir el gasto público.
Herman KahnGa naar voetnoot2 calcula que este mundo podría mantener a 20 mil millones de habitantes, con un ingreso per capita de 20 mil dólares anuales. Usted, como economista, ¿qué opina de los futurólogos que tal piensan?
En primer lugar, quisiera verificar los cálculos muy cuidadosamente. En segundo lugar, si tales cálculos resultasen verídicos, preferiría no vivir en tal mundo. Para mí sería mejor vivir en un mundo menos poblado, pues la convivencia con tan vasto número de personas habría de exponer inevitablemente a fricciones y conflictos. Y a propósito, no estoy seguro de que Herman Kahn no convenga conmigo al respecto, y tal vez hayan sido tales consideraciones las que lo movieron a hacer sus cálculos. |