Debate sobre el crecimiento
(1975)–Willem Oltmans– Auteursrechtelijk beschermd47. Jean François RevelJean-François Revel, escritor, periodista y filósofo, nació en Marsella en 1924. En la primera línea de su libroGa naar voetnoot1 predice usted que la revolución de nuestro tiempo, del siglo xx, ocurrirá en los Estados Unidos. ¿Qué entiende, usted por revolución? | |
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Por revolución entiendo cambio. Al hablar de revolución, lo que ha de tomarse en consideración no es la fenomenología ordinaria de las revoluciones, como a menudo se hace, sino la sustancia misma del cambio. Le daré un ejemplo: En Francia se habla de la revolución de 1848. En mi opinión no fue tal revolución, pues sólo duró unos tres meses. Vino después la segunda república, que duró unos dos años, y después la dictadura de Napoleón III, que se prolongó veinte años. Al hablar de revolución hemos de observar sus consecuencias, las cuales repercuten muy hondamente en el seno de la sociedad. A mi juicio, los Estados Unidos vienen a ser más o menos el crisol de una revolución mundial.
En la página 183 de su libro dice usted creer que los Estados Unidos es la nación prototípica para esa clase de revolución. Enumera usted las razones, como prosperidad económica continua, tasa de crecimiento, afirmación de la libertad individual, etcétera. El mundo se está norteamericanizando tremendamente, y Japón es buen ejemplo de ello. ¿Piensa usted que Japón, por su riqueza cada vez mayor y su enorme crecimiento económico, pueda desempeñar en Oriente el papel que los Estados Unidos han representado en Occidente?
Sí, creo que va a ejercer poderosa influencia sobre Asia, particularmente China. Hasta ahora Japón ha crecido, pero sin desarrollarse.
¿Qué quiere usted decir?
Volveremos al tema más adelante, cuando hablemos de Los límites del crecimiento, pues creo que en éste hallaremos la clave del asunto. Japón ha tenido un despegue económico, pero no una revolución cultural. En mi libro digo que una revolución auténtica tiene cinco componentes. De ellos, uno, uno solo, es el crecimiento económico. La gran revolución inglesa de fines del siglo xviii (no me refiero a la primera revolución industrial del siglo xvii, que fue puramente política y del tipo clásico y pudo incluso haberse producido entre los griegos, y nada tiene que ver con -yo estoy hablando de la revolución del mundo- la revolución atlántica de fines del siglo xviii: los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Suiza, Holanda) que se hizo posible gracias al despegue que ocurrió en el Reino Unido. Japón ha pasado por su despegue económico, pero no ha creado para el mundo nuevos modelos de cultura, de com- | |
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portamiento, a diferencia de lo que ha ocurrido con los Estados Unidos (movimiento pro liberación de la mujer, arte y música pop, anticultura, las comunas, etcétera), que ha provocado una transformación de la sensibilidad, de la manera de ver el mundo. El completo trastrocamiento de la percepción del mundo suscitado por Juan Jacobo Rousseau fue tan importante para la revolución francesa como, por ejemplo, el pensamiento político de Montesquieu; Montesquieu trastrocó la visión clásica del mundo y Rousseau creó un nuevo impulso emocional, una nueva actitud ante la naturaleza, ante la educación. Si usted se fija, verá que, cada vez que ocurre una revolución multifacética, se produce una solevación en la educación: con Rousseau en el siglo xviii; con Iván IllichGa naar voetnoot2 hoy. Todas las ideas sobre una nueva clase de pedagogía que han llegado a Europa hace algunos años habían comenzado a configurarse en los Estados Unidos a comienzos de los sesentas. Me refiero a una nueva clase de laboratorios para una nueva cultura, una nueva civilización.
Pienso que el enfoque de usted es el mismo de Los límites del crecimiento, o sea, atacar el planeta con un pensamiento global, el concepto de revolución global.
El Club de Roma ha planteado una importante cuestión, ha realizado una labor útil. Es agradable ver cómo una idea entrevista en 1965 o 1966 por algunos fumadores de mariguana de las comunas de California -sujetos a quienes se consideraba parásitos medio locos de la sociedad opulenta- ha devenido en tema de meditación para los grandes tecnócratas de nuestro mundo. Es también un ejemplo típico de la revolución norteamericana. Almorcé recientemente con Herman Kahn.Ga naar voetnoot3 Según él, la cultura Gantal ha muerto. Le contesté que esa cultufa no había muerto en absoluto, por cuanto todo lo que él me estaba diciendo eran ideas vislumbradas por la cultura Gantal hace cinco años. Las revoluciones más reales son aquellas que son usurpadas por sus enemigos y siguen su camino inadvertidas. Algunos expertos dicen que Los límites del crecimiento es un tanto ‘basura a la entrada-basura a la salida’. No obstante, la publicación de este informe ha sido conveniente, | |
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y el beneficio más grande que ha producido sería tal vez el habernos hecho mucho más conscientes de los problemas del ambiente, del agotamiento de los recursos energéticos y, por supuesto, de los problemas del tercer mundo. Sin embargo, hemos de trazar una distinción entre crecimiento y desarrollo. Crecimiento es un concepto puramente cuantitativo, y siempre hay crecimiento, incluso en Haití o Tanzania. En la Unión Soviética, la tasa de crecimiento es enorme, pero la calidad de la vida es mala, aun la vida cotidiana, que para el ciudadano soviético ordinario es una suerte de situación sub desarrollada, en ocasiones cercana al hambre, como vimos el año pasado. El desarrollo es otra cosa. El desarrollo implica cambios en la estructura política y en la cultura. Lo que ocurrió a fines del siglo xviii en Inglaterra y Francia no fue únicamente crecimiento económico. Fue al mismo tiempo un cambio en la civilización; un cambio político, moral, artístico, filosófico; un cambio en la estructura de la familia, en todo. La razón por la cual tantos países del tercer mundo no se desarrollan ni salen de la pobreza es, como Gunnar Myrdal ha visto correctamente, que nosotros, los expertos del mundo desarrollado, sólo hemos tomado en consideración los aspectos económicos. Pensamos que bastaba con enviar dinero, que sería suficiente favorecer el despegue económico, sin alterar las actitudes humanas, la infraestructura social, ni crear una nueva administración, una nueva forma de gobernación. Por ejemplo, en Latinoamérica es imposible limitar la natalidad, por razones culturales y morales. El hombre latinoamericano quiere hijos. Si se le da un anticonceptivo a una india mexicana, su marido la golpea, pues no quiere que lo tome. Lo que él quiere es tener muchos hijos. El crecimiento es un concepto puramente económico. El desarrollo es algo que está situado en el punto de convergencia entre la acumulación económica y la innovación en todos los planos. Eso es lo que yo pienso. A mi parecer, el problema de Los límites del crecimiento, en el sentido estrictamente económico, es un problema técnico, un problema de administración. El hecho de decidir gastar más o menos carbón o petróleo, por una u otra razón, es un problema puramente técnico. En este sentido, acepto límites al crecimiento, pero en forma alguna apoyaría límites al desarrollo. | |
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Decía ProustGa naar voetnoot4 que la enfertnedad es el único médico que se gana la obediencia de su paciente. ¿Diría usted que la actual problemática del mundo hace necesario declararnos en situación de urgencia?Ga naar voetnoot5
Sí que lo digo. Agregaría, no obstante, que no creo que haya solución ahora sino en escala mundial. Políticamente vamos rezagados. Creo que hay tecnología sobrante en muchas regiones del mundo e insuficiente en otras. Pero para introducir la tecnología en las regiones subdesarrolladas será necesario un gobierno mundial que las administre. No comprendo como el opulento Occidente puede comenzar exigiendo del general AminGa naar voetnoot6 que limite el crecimiento, pues, en primer lugar en Uganda no ha habido crecimiento alguno o, al menos, no suficiente; en segundo lugar, aun si Amin ha logrado algún despegue económico, la civilización que está creando es algo tan abominable que, sencillamente, lo mismo da una cosa que otra. El gran problema es el crecimiento exponencial del mundo desarrollado y la falta de desarrollo del llamado mundo en vías de desarrollo, que, en realidad, no se desarrolla en absoluto. Éstos son problemas mundiales, y hemos de abolir totalmente la ficción de la nación-estado, de la doctrina de De Gaulle.
De Gaulle nunca habló de naciones, sino de estados.
Sí. Por consiguiente, creo injustificado que el gobierno portugués se crea con derecho a lo que está haciendo en Mozambique o Angola. Las naciones son accidentes históricos. Pero no me interprete mal: creo en la diversidad cultural.
Dice también en su libro que usted se opone a los acuerdos bilaterales. Debemos evitarlos como si fueran la peste, ha escrito usted.Ga naar voetnoot7 Vemos ahora a la Unión Soviética y los Estados Unidos llegando al acuerdo salt, lo que nos trae a la memoria el pacto entre von Ribbentrop y Molotov de 1939.Ga naar voetnoot8 ¿Cómo podríamos llegar a un acuerdo mundial sobre las armas nucleares y proteger al mundo? | |
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Toca usted un plinto muy especial: los problemas de la seguridad. Es un hecho la existencia de dos potencias nucleares mayores y otras cuantas menores. Las conversaciones salt son inevitablemente bilaterales, pues sólo existen dos grandes potencias militares en el campo nuclear...
Pero lo que pacten en modo alguno hará más seguro al mundo...
Sí, en cierta medida, pues el acuerdo no sería total y exclusivamente bilateral. Por ejemplo, los Estados Unidos consultan con las naciones europeas. Claro que esto no basta, pero es mejor que nada. Hacia el entendimiento multilateral... Pienso, por ejemplo, en fenómenos como la creciente unificación europea o la conferencia de Estocolmo sobre la contaminación y el ambiente.
Parece como si todos los políticos, los dictadores tanto como los elegidos democráticamente, corrieran tras la conciencia de sus propios pueblos.
Sí. Y lo que hace una revolución es el hecho de que la diferencia vital no sea mayor de cinco o diez años; cuando la diferencia es de cincuenta años, todo está perdido. Pero si los políticos comprenden eso tempranamente, bajo presión, y crece cada vez más el número de personas cuya mente se internacionaliza, acaba por desaparecer la diferencia entre los asuntos internos y los internacionales.
Usted va más allá; en su libro dice que los asuntos extranjeros están muertos.
Acabarán por morir. Creo que, mientras los asuntos se consideren extranjeros la humanidad saldrá perjudicada. ¿Por qué considerarlos extranjeros? En realidad nos conciernen a todos. Por supuesto, no nos dirigimos hacia esa aldea global de que habla McLuhan. Quizá debiéramos hablar de una metrópoli, pero no como la de la película expresionista de Fritz Lang, sino en el sentido de la polis griega.
Tal vez McLuhan usa la palabra aldea con su característico sentido del humor. Pero supongo que usted está de acuerdo con el concepto de Los límites del crecimiento de administrar el planeta como una gran empresa, por ejemplo, la Shell o la Philips. | |
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Sí, pero hemos de comenzar por regular la democracia, cosa imposible en el tercer mundo. Los pueblos que lo constituyen no han llegado aún a los niveles culturales necesarios para emprender esa masiva operación. Su cambio es muy lento, y ello es una tragedia.
¿Un problema político?
Sí, un problema político y cultural.
Noam ChomskyGa naar voetnoot9 me ha hablado acerca de la proletarización de los intelectuales. ¿Cree usted que los intelectuales, la gente pensante, sean capaces de incitar la revolución... de elevar la presión y aplicarla a los políticos para que éstos ejecuten verdaderamente lo que es necesario?
Los sistemas políticos actuales son completamente arcaicos. El procedimiento por el que los individuos llegan a las posiciones de mando es absolutamente arcaico, y no me refiero únicamente a que la mayor parte del mundo está gobernada por dictaduras, pues el arcaísmo político rige también en el otro tercio, al que llamamos democrático. Los votos se ganan por medio de la publicidad.
La venta de un presidente (The Selling of the President)Ga naar voetnoot10 de McGuiness.
McGuiness nos ofrece un ejemplo. ¿Ha visto usted la película El candidato, con Robert Redford? Yo comparo al moderno líder político con el hombre que conduce la diligencia, el cochero. Nuestra sociedad moderna es un Boeing 747 y, en lugar de un piloto, ve usted que llega un cochero -sacado del salvaje Oeste norteamericano de los ochentas del siglo pasado, con su látigo, sus espuelas y su sombrero texano- quien piensa que puede conducir el 747 de la misma manera que guiaba su diligencia a fines del siglo xix. La salida es más democracia. Después de todo, siempre | |
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ha sido la solución. No ha habido un solo problema en toda la historia de la humanidad que haya sido resuelto por otros procedimientos, por otros procedimientos que no hayan sido sencillamente más democracia, más participación, participación cultural. Cuanto más capaz sea el pueblo de comprender los problemas, más democracia tendremos. En los Estados Unidos -y algo menos en la Europa occidental- unos dos tercios de la población entienden verdaderamente lo que sucede, mientras que hace un siglo sólo el cinco por ciento lo comprendía. El mundo está más cercano a una democracia funcionante. La revolución moderna -la revolución de nueva índole, no lo olvidemos- es algo nuevo, no algo que ya haya sucedido otras veces. Una revolución auténtica no puede compararse con ninguna de las anteriores formas de revolución, pues de otra manera no sería una revolución. Cada vez es mayor el número de personas que reciben educación. En 1990, noventa por ciento de los jóvenes norteamericanos tendrán educación preuniversitaria. Sin embargo, no es posible resolver los grandes problemas de la humanidad, resumidos por Los límites del crecimiento, sin la planificación del mundo. Al mismo tiempo, el pueblo exige libertad personal cada vez mayor. Y aquí nos encontramos con una absoluta contradicción. Hemos de realizar el planeamiento como resultado de la convergencia de las decisiones individuales. Y esto es lo que la democracia es verdaderamente. Creo que estamos llegando al punto en que habrá de producirse la gran conciliación entre el planeamiento colectivo y la creatividad individual. Uno no puede decir que está contra la contaminación y, al mismo tiempo, afirmar que va a hacer lo que le plazca. Voy a arrojar al mar mil litros de petróleo, pues para eso soy un hombre libre. Esto sería pura demencia. Uno no puede hablar en favor de ambas ideas, como oímos cada día. No podemos decir ‘il is interdit d'interdire’, como leímos en las paredes de la Sorbona. ‘Prohibido prohibir’. Tenemos que crecer; hemos de contener el crecimiento. Pero, ¿cómo detener el crecimiento sin limitar la libertad individual? Tal es el conflicto político que se le plantea hoy al mundo, el conflicto moral y cultural de nuestro tiempo; el meollo de la cuestión. Sólo un contrato social de nuevo tipo, el contrato social mundial, nos conducirá a la solución del problema. |
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