Debate sobre el crecimiento
(1975)–Willem Oltmans– Auteursrechtelijk beschermd
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Nació en Bayonne, Nueva Jersey, en 1922. Estudió en la Universidad de California de Los Ángeles, donde tomó clases del premio Nobel Linus Pauling.Ga naar voetnoot1 Decía Víctor Hugo que nada hay más poderoso que una idea cuyo tiempo ha llegado. ¿Cree usted que Los límites del crecimiento es una de tales ideas?
Es una idea cuyo tiempo ha llegado, y tal vez por tres diferentes razones. Primeramente, el efecto del hombre sobre el medio es ahora muy importante y muy extenso y, por tanto, es cada vez más necesario incorporar a nuestros cálculos los costos del daño ambiental y los que derivan de la conservación del ambiente. En segundo lugar, importa que empecemos a preguntarnos qué estamos haciendo hoy que pueda ayudar a nuestros nietos, nuestros biznietos o, incluso, más allá. Estas generaciones no figuran en la mayor parte de los cálculos y decisiones del proceso político y económico. Poco más que nada hay en el sistema de los precios que tome en cuenta más de diez o veinte años por venir. La mayor parte de los gobiernos no adelantan en sus previsiones mucho más de cinco años, pese a lo que declaren o afirmen. Los individuos suelen planear para su familia con vistas a veinte, treinta o más años por delante; pero en la sociedad como tal, nadie se preocupa concretamente por los nietos, o los biznietos. En realidad, no | |
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sabemos si en la práctica, al contrario que en la teoría, es necesario prever con mucho más de diez o veinte años de adelanto. Pero la posibilidad de esta necesidad se nos presenta con creciente claridad. Finalmente, la idea de los límites del crecimiento es una idea que encaja bien en la ideología de los intelectuales de la clase media superior de todos o casi todos los países, especialmente los pertenecientes a lo que llamamos cultura atlántica protestante, razón por la cual esa idea se ha hecho muy influyente. En realidad, y en cierto modo, la idea de la limitación del crecimiento tiene su origen en un problema más fundamental. Podríamos citar a Nietzsche: ‘Ineludible, irremisiblemente, terrible como el destino, la gran tarea, la gran cuestión se acercan. ¿En qué forma será regida la Tierra como totalidad? ¿Con qué finalidad será el hombre -no ya un pueblo o una raza- criado y educado?’ A mi juicio, la respuesta debe incluir un concepto común a casi todas las religiones asiáticas: ‘Muchas montañas suben al cielo, muchos caminos a cada montaña.’ Este concepto incluye particularmente lo que en el Hudson llamamos una cultura mosaico, en la cual muchos diferentes individuos y grupos responden a la cuestión de Nietzsche conviviendo confortablemente. Cuando digo que muchas montañas suben al cielo, entiendo por ‘cielo’, una cultura posindustrial. Probablemente, en los próximos 50 a 100 años, esta cultura posindustrial habrá de establecerse en la mayor parte de los países de la ocde.
¿Qué cultura?
La cultura posindustrial. Las características mayores de la sociedad posindustrial pueden verse por analogía con las de los actuales Estados Unidos, que son una sociedad posagrícola. Los EE. UU. producen gran cantidad de bienes agrícolas, y por ello los llamamos sociedad superagrícola; no obstante, en ellos, menos del cuatro por ciento de la fuerza de trabajo produce más del noventa y cinco por ciento de los alimentos y productos agrícolas que necesitamos. Del mismo modo, pensamos en esta economía posindustrial como una economía superindustrial, en el sentido de que produce bienes en fantástica cantidad y variedad, pero basta un corto porcentaje de la población para llevar a cabo tal producción. Habrá sobreabundancia de materias primas, se dominará la contaminación y se hará posible para todos un altísimo consumo material. Este concepto de economía posindustrial y, | |
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en último término, la cultura posindustrial para la sociedad es exacta y diametralmente opuesto al del Club de Roma, que postula la existencia de límites extremos y absolutos al consumo. Antes de pasar a sostener mi posición, permítame poner de realce algunos puntos de coincidencia con el Club de Roma. Primero, es importante interrogarnos acerca del efecto que la actual política causará en las vidas de nuestros hijos, nietos y biznietos. Importa asimismo darse cuenta de que los cálculos contienen ambigüedades e incertidumbres. Si no se aplica una política indiscutiblemente segura, habremos de pagar ahora un alto precio para obtener muy inciertas ganancias en el futuro, particularmente si esa política fincada en tan altos costos resultara contraproducente para los nietos y los biznietos. En la discusión sobre la conveniencia de aceptar ahora altos costos, en nombre del remoto futuro, el peso de las pruebas favorece a quienes abogan por tales costos. Pero nada de esto hace desmerecer el hecho de que la preocupación por los nietos y los biznietos se considera cada vez más justificada. La segunda cosa que destaca con fuerza en los estudios del Club de Roma es la observación de que en la naturaleza no exista cosa tal como una curva de crecimiento exponencial que se prolonga indefinidamente. En la naturaleza, casi todas las curvas comienzan a subir lentamente, después ascienden con rapidez, llegan a un punto de inflexión y después declinan gradual o abruptamente. Lo que importa es cuándo y por qué se produce la declinación. Según el Club de Roma, la declinación se produciría a causa del hambre, la contaminación y la escasez de recursos. A mi parecer, la declinación se debería a la prosperidad y mudanza de los valores. Una vez que la gente ha logrado tanto como desea, se niega a sacrificar el esparcimiento u otras cosas en beneficio del aumento de la producción. En el Instituto Hudson estamos ahora efectuando un estudio al que llamamos ‘perspectivas para la humanidad’. Suponemos que la población del mundo comenzará a declinar al llegar a los quince mil millones más menos un factor de dos, y el producto bruto mundial, al alcanzar los trescientos billones, más menos un factor de tres. En 1973, el producto bruto mundial será de unos cuatro billones de dólares, y creo que el Club de Roma arguye que ni siquiera este nivel puede mantenerse indefinidamente, o al menos no muy por encima. Nosotros esperamos poder introducir en nuestro estudio unos 20 a 50 años-hombres. A la fecha, en el Instituto Hudson, he- | |
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mos introducido entre uno y dos. Así, pues, hemos llegado a menos del cinco por ciento de lo que esperamos hacer. Aun sin haber pasado de este cinco por ciento o menos, ya hemos modificado mucho nuestra opinión sobre la índole del problema y sobre lo que cabe afirmar con seguridad. En verdad, no creo que en el resto de nuestro estudio hayamos de realizar tantos cambios como los efectuados en los cinco primeros meses. Y no porque nos hayamos anquilosado, sino por pensar que ya tenemos un esbozo bastante bueno de lo que el estudio puede producir ep algunas áreas. En otras áreas no tenemos esbozo alguno, de manera que no podemos cambiar de opinión. ¿En qué punto hubimos de cambiar de opinión? Habíamos pensado que sería necesario suponer grandes mejoras en la tecnología o, al menos, un crecimiento tecnológico razonable, así como un nivel bastante elevado de competencia administrativa, tanto en escala nacional como mundial, a fin de poder atacar todos los problemas que acarrea la actual tecnología o la inmediatamente futura. Esto significa que, como la tecnología futura habrá de ser mejor, resultará aún más fácil atacar nuestros problemas. Aunque no sabemos qué grado de competencia administrativa será necesario para atacar todos los problemas, creemos ahora que para tratar la mayor parte de los mismos bastará con un mediano nivel de competencia y habilidad. Suponemos asimismo que, si bien existirán numerosas ordenanzas y reglamentaciones internacionales, probablemente no harán necesario un gobierno mundial competente y poderoso. No pretendemos que esto sea aplicable a todos los problemas, sino que lo es para muchos de los problemas que hemos principiado a estudiar. Hay algo más en que podría estar de acuerdo con el Club de Roma; pero este acuerdo es al mismo tiempo desacuerdo. El Club de Roma habla del actual predicamento de la humanidad, y yo diría que tienen toda la razón, porque el problema existe. Pero en seguida el Club de Roma afirma que el problema persistirá durante 100 o 150 años. En junio de 1955, John von Neumann publicó un artículo en Fortune sobre las perspectivas para la humanidad. Creo que el artículo era extraordinariamente inteligente, y durante años hemos estado enviando copias de él a casi todas las reuniones en que fuera a tratarse el tema. El artículo señala que hacia el año 2000 van a ser muy necesarias lo que llamamos ordenanzas de zonificación, o sea, reglamentos para controlar o corregir la polución, el hacinamiento, el uso de la tierra o de los mares, etcétera. En general, nosotros | |
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creemos que si se sigue la evolución histórica del producto mundial bruto y conseguimos que crezca de acuerdo con la mayor tasa de aumento a que jamás haya llegado o pueda llegar en los próximos diez o veinte años, es decir, una tasa aproximada del seis por ciento anual, vamos a encontrar el punto de inflexión de su curva de ascenso. Nosotros creemos, y no por mera coincidencia, que eso que llamamos crisis tecnológica de 1985 ocurrirá al mismo tiempo aproximadamente; y ésta es exactamente la crisis de la que hablaba Neumann. Es impresionante el que ya en 1955 fijase la fecha en los ochentas, y que yo sepa, nada ha ocurrido desde entonces que induzca a cambiar esa fecha. En otras palabras, nosotros argumentamos que en una o dos décadas va a presentarse un grueso cúmulo de problemas humanos, y si logramos salir de esa etapa, quedarán todavía numerosos problemas por resolver, aunque su solución será, en conjunto, tarea relativamente fácil, por lo menos en comparación con los amontonamientos de problemas en los setentas, los ochentas y, tal vez, los noventas. Estos problemas abarcarán toda la gama, desde la actualmente tan cacareada ‘crisis energética’, hasta los que suponen el control de los armamentos, las nuevas armas, el control genético, nuevas drogas de toda clase, etcétera. La forma de manejar la reproducción clónica, cuando ésta sea factible, es buen ejemplo de las decisiones críticas a que habrá de enfrentarnos el progreso tecnológico en las próximas dos décadas.
¿Reproducción clónica?
Sí, reproducción clónica. Todas estas cosas nos van a llegar juntas. No creo que dentro de cincuenta o cien años constituyan problemas tan serios como ahora pensamos. Tenemos buenas razones para sospechar que la espina dorsal de estos problemas se quebrará hacia el año 2000. Problemas los habrá siempre. Nunca habrá una situación sin ellos. Pero, afortunadamente, los problemas no empeorarán exponencialmente. En el año 2000, estarán en gran parte resueltos muchos de los problemas actuales, aunque, naturalmente, habrán surgido otros.
¿Algo así como un equilibrio?
Sí. El Club de Roma, al pensar que el verdadero rompimiento ocurrirá de aquí a cincuenta o cien años, es en cierto modo muy optimista. Los problemas que se nos presentarán | |
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en los próximos diez o veinte años van a ser de vital importancia. Por otro lado, el Club de Roma peca por exceso de pesimismo cuando afirma que entonces toparemos con un muro que no habrá manera de rodear. ¡Esto es radicalmente erróneo! ¿Y qué entiendo por radicalmente erróneo? He de ser muy cuidadoso a este respecto. ¿Qué dice el Club de Roma? Que los recursos se están agotando; que es casi seguro que la contaminación y otros subproductos devastadores casi seguramente escaparán a todo control; que existen brechas cada vez más amplias entre los ricos y los pobres, tanto en el plano nacional como en el resto del mundo; que el ejercicio político es cada vez más difícil, tal vez desastrosamente; que la industrialización, la tecnología y la riqueza no son sino trampas. Nosotros adoptamos diferente posición, basados en el estudio que tenemos en curso. Casi todo el mundo se está enriqueciendo, algunos más aprisa que otros.
¿Puedo interrumpirlo aquí? El consejero del presidente Nixon sobre alimentos dijo que setecientos millones de chinos pobrep son un problema, pero que setecientos millones de chinos ricos arruinarían a China en un instante. ¿No estamos limitando nuestra conversación a nuestra parte del mundo?
No, no, casi todo el mundo se está haciendo más rico, unos más rápidamente que otros. Entre los que se enriquecen con mayor rapidez que otros están los chinos. Creo que el último país que llegará a la riqueza es la India y tal vez algunos del África negra y ciertas naciones musulmanas. Estoy dispuesto a apostar cinco contra uno a que los chinos se enriquecerán rápidamente.
¿Puede usted imaginar dos coches en el garaje de cada familia china?
Sí puedo, pero no creo que sea ése el camino que ellos elijan. Si lo hicieren tendrían serios embotellamientos de tránsito... al menos por algún tiempo.
¿Contiene la Tierra suficientes recursos naturales para construir todos esos automóviles para China?
Podría hallar los recursos necesarios para ello hoy mismo, y sin necesidad de mejora tecnológica alguna. Sería necesaria cierta labor de rediseño y algunas sustituciones. Podría utilizarse más aluminio y más hierro y cantidad mucho | |
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menor de algunas aleaciones. Es probable que en el futuro encontremos nuevas aleaciones o sustitutos superiores; pero si hubiéramos de depender exclusivamente de sustancias ya conocidas, tendrían que hacerse muchas sustituciones. Bien administrados, habría sobreabundancia de recursos para una China opulenta, incluso los necesarios para suprimir y para absorber la contaminación. Esta proposición puede demostrarse de dos maneras. Una es la que llamamos modelo de ‘expansión por el uso’. Básicamente, el modelo adecuado de un recurso no es una cantidad fija. Hemos de considerar los recursos como un proceso, como un músculo o una habilidad. Dentro de límites bastante amplios, cuanto más se usa más hay. Con el modelo de la cantidad fija ocurre que yo tomo de usted lo que gasto y usted toma de mí lo que gasta usted. Con el modelo de proceso no hemos de pelearnos por una cantidad fija. Si el modelo de la cantidad fija fuera correcto, el mundo estaría en mala situación: no sería posible la paz mundial. Los ricos y poderosos se apoderarían de los recursos, los guardarían para ellos y mantendrían sometidos a los pobres. Prácticamente no es concebible otro resultado.
¿Lo que usted dice es aplicable dentro de una nación, por ejemplo, Cuba?
Sí, pero Cuba es una sociedad autoritaria. Incidentalmente, también Castro hizo la redistribución a expensas de los trabajadores. Cuba es muy interesante en este respecto. No sé si Castro es bueno o malo para Cuba. La historia juzgará. Pero sí es malo para el crecimiento de Cuba a corto y mediano plazo. Su pnb es casi el mismo que cuando mandaba Batista.
Sin embargo, usted mismo ha escrito que los sectores más pobres del pueblo llevan mejor vida y cuentan con más servicios gubernamentales con Castro que los que tuvieran con Batista.
Eso parece cierto. Cada aldehuela tiene su máquina de coser, su escuela, se siente a sí misma parte de un sistema. Pocos son ahora los que se sienten completamente excluidos del sistema. No obstante, los cañeros y muchos otros trabajadores trabajan más y por menos dinero. Están encolerizados. | |
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Pero en la escala mundial, ¿no habrían de descender las naciones opulentas, como hubieron de hacerlo las clases ricas de Cuba, y ascender las naciones pobres, como las de Latinoamérica, África y Asia, a expensas de aquéllas? Eso nos enojaría e indudablemente tendríamos menos; pero, ¿no es necesario para lograr una más equitativa distribución de la riqueza?
Estaría perfectamente dispuesto a ser parte de esa solución, si ésta fuera la única manera de enriquecer al pobre. Aceptaría que se me redujera mi salario en un buen bocado, pero quizá no en la medida que habría de bajar. Puedo imaginar un sistema igualitario para ahora, y creo que estoy mejor dispuesto a aceptarlo que la casi totalidad de las personas que conozco. No concibo que, en la realidad, los países ricos se priven a sí mismos de la mayor parte de sus ingresos para ayudar a los pueblos pobres. El rico es poderoso y no lo es el pobre. No es probable que esta situación se modifique importantemente en las próximas tres o cuatro décadas.
¿Se mantendrá el statu quo?
No. Creo que muchos de los pobres se harán ricos, y poderosos también. No se mantendrá el statu quo, pues el pobre se hará rico. Y no porque el rico acepte voluntariamente empobrecerse. Vea usted que esto es algo muy diferente.
¿Todo el mundo se hará rico?
En último término, sí, salvo un pequeño núcleo irreductible. Algunos países lo lograrán en dos o tres décadas, otros en cinco o seis, y aun diez o quince en los casos extremos. No se trata de una predicción, sino de una extrapolación, una proyección. Es el guión de una película, pero un guión que, a mi juicio, ofrece un alto grado de validez. Pero permítame volver a lo intensamente conmocionante de nuestro estudio. Si en el camino hacia la riqueza vamos a tropezar con graves problemas, hemos de ser capaces de resolverlos. Hemos intentado descubrir estos problemas, y no hemos hallado ninguno insoluble. Exagero, sin duda, y voy a corregir mi aserción. Habíamos esperado encontrar problemas de diferentes clases. Habíamos anteriormente aprendido que, para manejar el modelo de un sistema grande, es convenentísimo enfocar la atención sobre las interacciones im- | |
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portantes. Es decir, resulta casi inútil usar un modelo en el que cada interacción se trata con igual intensidad. Sería sencillamente demasiado grande para manejarlo y no sería posible obtener de él información alguna. Lo que nos dijimos fue: empecemos por hallar aquellos problemas que por sí mismos o por su mutua interacción parezcan muy importantes, y veamos después si podemos imaginar qué clase de tecnología sería necesaria para resolverlos o qué modificaciones del sistema podrían suprimirlos o atenuarlos. Repasemos la lista de los problemas que, según los neomalthusianos, se nos presentan: primero, que nuestros recursos van a agotarse; pero esto no significa que ya no podamos quemar carbón, porque éste se haya acabado, sino que sólo queda para quemar carbón con alto contenido de azufre. No es éste un problema de carencia, sino de contaminación. No queremos quemar este carbón porque contiene demasiado azufre. Nosotros hemos examinado el problema de existencias de las más importantes materias primas y no nos hemos topado con ninguna que ofrezca dificultades desastrosas. Analizamos incluso los recursos más escasos, como el cromo, y tampoco hallamos ninguno que nos enfrente a una situación desastrosa. (Recordemos, sin embargo, que todo esto sólo es válido si nos conformamos con los niveles de vida de la clase media, no de la clase alta.) En consecuencia, yo lanzo un mismo reto a los miembros del Club de Roma y a los muchos otros que como él opinan: si existen críticas limitaciones de recursos, ¿cuáles son? En casi todos los casos estudiados por mí, las dificultades pueden resolverse con la tecnología ya existente o que va a existir en plazo muy próximo. ¿Y el segundo problema?, es decir, ¿qué pasará si los recursos no pueden realmente utilizarse porque causan efectos colaterales, como ocurre con la combustión del carbón con alto contenido de azufre? La situación es entonces más complicada, pues ni siquiera sabemos en qué consistirán todos estos efectos colaterales y los consiguientes problemas. Pero por lo que toca a los problemas actuales y a aquellos que a la larga mayor preocupación causan a la gente, resulta que éstos pueden perfectamente resolverse mediante procedimientos tecnológicos sencillos, siempre, claro está, que existan suficientes recursos para usar tales soluciones tecnológicas, es decir, que tengamos suficientes riqueza. De hecho, una de las principales justificaciones para el crecimiento económico es que éste suministra los recursos que necesitamos para tratar dichos problemas. | |
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La tercera dificultad que atrae el interés de los neomalthusianos es lo que ellos llaman la creciente y desastrosa diferencia entre los ingresos. Es cierto que la existencia de ciertos recursos es limitada. La distribución de estos recursos la deciden los ricos y los pobres, lo cual depende básicamente de cuánto los ricos sean capaces de sustraer de los pobres. Los más ricos más obtienen. Pero tales situaciones son rarísimas, y por lo regular, hallamos que cuanto más se enriquece el rico, tanto más rico se hace el pobre, pues es la riqueza de los ricos lo que crea tecnologías y abre oportunidades para los pobres.
¿Y el problema político? El resentimiento de los pobres podría resultar desastroso.
Creo que, en la mayor parte de los casos, eso del resentimiento contra la riqueza es algo que se desenvuelve en el seno mismo de un determinado grupo social o económico, y rara vez entre grupos distintos, aun cuando éstos se encuentren en íntimo contacto. Si examina usted lo que ocurre con el conjunto de los campesinos u obreros, o la mayoría de los hombres de negocios de América Latina, África o Asia, descubrirá usted que a ellos no les importa si las diferencias son más grandes o más pequeñas. Lo que quieren es hacerse más ricos, y eso es todo. Y si la manera para hacerse ricos más rápidamente hace que aumente la diferencia, bien está. Si, por el contrario, la manera más fácil es reducir las diferencias, también está bien. En la práctica, la manera más fácil y rápida para que el pobre obtenga mayor riqueza es la explotación de las diferencias más amplias. Así, eso es cómo ellos lo quieren. El destacar las diferencias como problema es algo muy extendido en ciertos círculos; sin embargo, en la mayor parte de los casos, son los ricos quienes perciben la diferencia como problema, no los pobres. Pasemos ahora al cuarto punto: la tarea política es cada vez más difícil, quizá también a un grado desastroso. A mi juicio, no hay duda de que el ejercicio político va perdiendo en calidad y, en consecuencia, los problemas no se tratan ahora tan bien como hace veinte años. La política es peor ahora. Si continúa empeorando, creo que llegaremos al desastre. Lo que agrava la situación aún más es que con el empeoramiento de la calidad de la discusión concurre el agravamiento de los problemas. Si pudiéramos librarnos siquiera en parte de la baja calidad discursiva, creo que el ejercicio político sería adecuado. | |
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¿Por qué cree usted que los economistas hayan criticado tanto al Club de Roma?
En parte, porque ellos son profesionales en asuntos de esta índole y los conocen, como también conocen por experiencia la debilidad del modelo usado por el Club de Roma. Por otro lado, su actitud crítica es la consecuencia de sus doctas incapacidades, que los llevan a creer que el sistema de precios y del mercado ha de funcionar siempre, sin comprender que en la situación se han introducido nuevos elementos.
Su saber quizá sea demasiado circunscrito y un tanto anticuado.
Así lo diría yo. Coincido en un ochenta o noventa por ciento con la posición típica de los economistas que rechazan el estudio del Club de Roma. Creo en verdad que muchos de ellos no comprenden cabalmente el posible efecto del crecimiento uniforme cuasi exponencial o de algunos de los problemas y asuntos a que hemos de hacer frente.
¿Cree usted que ya se ha comenzado a conjuntar experiencia, inteligencia y saber en este campo, para estudiar el futuro con ayuda de las computadoras y, pensando en nuestros nietos y biznietos, construir un mundo que sea habitable dentro de cincuenta años?
Ha introducido usted una frase, ‘con ayuda de las computadoras’, que me disgusta mucho. A últimos de los cuarentas y comienzos de los cincuentas, había en los Estados Unidos unas ocho computadoras de alta rapidez, y todas ellas trabajaban para mí. He trabajado con computadoras en gran cantidad de problemas. Disfruto con las computadoras. Pero he de encontrar todavía un solo problema de esta suerte para cuya solución sean muy útiles los estudios de computación. Creo que, por lo regular, son precisamente los que más utilizan los estudios por computación quienes menos entienden esto. Para mí es muy interesante el que nosotros, en el Instituto Hudson, jamás hayamos usado las computadoras para otra cosa que para ejercicios tácticos y estudios de ingeniería. No son necesarias las computadoras para los serios problemas de política, y ni siquiera para el análisis de sistemas. Hace ya muchos años que hemos descubierto el problema | |
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del ‘ba-ba’: basura a la entrada, basura a la salida. Nosotros lo llamamos el problema del ba-ev: basura a la entrada, evangelio de salida. De todo este asunto, lo más interesante es que son muchas las personas en todo el mundo que desconfían de la aplicación de la computadora para resolver problemas complicados. Pero repentinamente ocurre que con ella obtienen una respuesta que les gusta a ciertos problemas, y entonces dicen que la computadora es buena. ¿Por qué? Porque la respuesta les gusta. Si la respuesta no hubiera sido de su gusto, habrían dicho: ¿Quién puede aceptarla, si la ha dado una computadora?
¿A quién puede gustar la respuesta de que el mundo está en riesgo de derrumbarse en veinte años?
A muchos miembros de la clase media alta de todos o casi todos los países. Por esta razón se trata de un asunto relacionado con intereses clasistas. Resulta que a los cincuenta años me he convertido al marxismo. Por consiguiente, ahora me exijo a mí mismo considerar los intereses de las clases, las actitudes de las clases. Y me pregunto, ¿quién se beneficia? ¿Cuál es la clase más perjudicada? Muy bien. ¿Cuál es la clase más perjudicada por el crecimiento?
La clase obrera.
No. A la clase obrera le va bien con el crecimiento, ¡Le va bien!
No, si el crecimiento se desboca.
La clase obrera sería la última en resentirlo. Lo primero que el crecimiento trae consigo y que no suele gustarnos es el hacinamiento, la aglomeración, el exceso de automóviles, la urbanización. Pero a la clase obrera le gusta esto.
¿Y el aumento del desempleo, la inquietud laboral?
Pero el crecimiento, ni a la corta ni a la larga, ha causado jamás un aumento del desempleo. Señáleme un solo país donde el crecimiento haya provocado desempleo en masa. El desempleo masivo ocurre en el mundo subdesarrollado, no en el desarrollado.
En este momento lo tenemos en Europa. | |
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Sí, tienen ustedes recesión. Siempre la tienen. Correcto, absolutamente cierto, si lo que usted quiere decir es que una economía dinámica moderna implica recesiones. Evoluciona por ciclos. La mayoría de los trabajadores lo comprenden y lo aceptan, en tanto las cosas les vayan bien en promedio. Quien sufre el desempleo en grande es el mundo sub desarrollado. Recordémoslo.
¿A juicio de usted tuvo razón McNamara en Estocolmo al decir que el crecimiento económico es necesario para combatir la pobreza en el tercer mundo?
Absolutamente. El crecimiento económico es necesario, pues la masa del pueblo es pobre. Déjeme hablarle un poco acerca de lo que nosotros llamamos programa Paneqole. Paneqole es un acrónimo formado con las palabras (inglesas) paz, riqueza, identidad nacional y étnica y libertad; calidad de vida, equidad y ética. No creemos posible la paz absoluta, sino, más o menos, esa forma de coexistencia descrita por Jruschov en su alocución de 1961, al menos por lo que respecta al futuro próximo. Por riqueza entendemos más de mil dólares per capita, para alcanzar en seguida los estándares de vida europeos. Identidad nacional y étnica y libertad significan para nosotros identidad y libertad de pueblos, razas, colectividades, no necesariamente la libertad intelectual. En muchas culturas no gusta verdaderamente el individualismo, al que se considera un concepto egoísta y sin mérito. Por calidad de la vida entendemos la de la clase media, la clase media baja, extendida a todo el mundo, con tendencia a adoptar tanto como sea posible el estilo de la clase media alta y de los ricos. Y por lo que toca a la equidad y la ética, al comienzo incluíamos el concepto de justicia, pero ésta es demasiado costosa y, por tanto, tendremos que contentarnos con que los hombres sean al menos honrados, rectos, conscientes no menos de sus obligaciones y responsabilidades que de sus derechos y privilegios. La justicia es un ideal meritorio, pero muy costoso.
¿Qué quiere usted decir?
Para el árabe, justicia es la muerte del israelí; para el israelí, la muerte o, cuando menos, la expatriación de algunos árabes. La justicia es el bien más caro del mundo: significa sangre. Obtener tanta justicia como se pueda es el ideal más noble de la humanidad. | |
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Creo en la justicia. La justicia representa una parte importante en mi vida, pero no soy fanático. No la veo como un maniático, aun cuando siento profunda incomodidad ante cualquier situación injusta. Para el indio norteamericano, la justicia significa eliminar a doscientos millones de norteamericanos blancos. Creo que, en cierto sentido, la justicia es más importante que el amor. No soy cristiano y sí, en alguna forma, muy judío, y para la religión judía la justicia es importante, aún más importante que el amor; pero no más que el ser humano.
Decía usted que la existencia de ricos y pobres es algo inevitable en la vida.
Si se quiere enriquecer al pobre, la vía más rápida es ensanchar la brecha que lo separa del rico. El método más eficaz que jamás se haya encontrado para enriquecer al pobre rápidamente es hacer que existan muchos ricos en su rededor. Ahora bien, sucede que la ideología señala otro camino. La ideología dice que las cosas no suceden así. Vea usted África del Sur. En este país viven dos millones de blancos y diez millones de negros. Los dos millones de blancos tratan de mantener a los negros en la pobreza. No pueden. A medida que los blancos se enriquecen, algo se filtra hasta los negros. Los salarios de los negros suben, y también su adiestramiento, su instrucción, todo. Los blancos perseverarán en su intención de mantener sumisos a los negros, pero como al mismo tiempo se enriquecen, se encontrarán con que no pueden hacerlo. La cosa más evidente en el mundo es que la riqueza se filtra hacia abajo. ¿Qué hacen las naciones o las clases ricas por los pobres? Proporcionan capital, tecnología, servicios. Hasta este siglo, nada hubo en la cultura china que la hiciera especialmente eficaz para la industrialización. Fuera de la China continental, todas las culturas chinas están creciendo a razón del diez por ciento anual o más. ¿Por qué? Primero, porque disponen de una tecnología que ellas no supieron crear, es decir, inventar; y también porque cuentan con mercados modernos. En consecuencia, los japoneses crecen, como los coreanos del sur o los taiwaneses; crecen Hong Kong y Singapur, etcétera. Y ahora Brasil crece locamente. ¿Por qué? Por la moderna tecnología y los modernos mercados. Si la gente no entiende esto, ése es su problema, no problema del mundo. | |
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¿Usted sigue creyendo que en este planeta finito podremos hallar recursos infinitos con que satisfacer la demanda que deriva del ascendente nivel de vida?
Supongo que ha de haber un límite. Lo que no sé es cómo cambiará el límite en el curso del tiempo al ir perfeccionándose la tecnología. No podría ahora mismo pronunciarme en definitiva. Con la tecnología que ya tenemos y la inmediatamente venidera podríamos sostener a quince mil millones de habitantes en el mundo, al nivel de veinte mil dólares per capita anualmente, durante mil años, y esta aserción me parece muy conservadora. Podríamos hacerlo con un estándar de vida adecuado, con una vida de adecuada calidad, no inferior al de la clase media actual, pero no necesariamente al nivel de la clase media superior. La clase media superior habría de renunciar a algunos de sus más apreciados privilegios, a fin de que la clase media viviera bien. Por ejemplo, habría que suburbanizar al mundo. Habría suburbios dondequiera. Discurramos por este camino: en el siglo xx, el mundo se urbanizó. Hasta el siglo xviii, por cada persona que habitaba en la ciudad, había diez o veinte que vivían fuera de ella. Ahora, el mundo se está suburbanizando, de la misma manera que antes se había urbanizado. Si las cosas van como hasta ahora, en el siglo xxi el mundo probablemente se habrá suburbanizado. Y esto no es tan malo. El planeta tiene unos ciento cincuenta millones de kilómetros cuadrados de tierra. De toda esta extensión, sólo unos sesenta millones de kilómetros cuadrados son más o menos aprovechables, después de dejar aparte noventa millones para esparcimiento y otros fines útiles. Es toda una extensión. De los sesenta millones de tierra utilizable, supongamos que se destinan veinte millones para habitación humana y diez millones para fábricas, comercio, industria y funciones de servicio, es decir, la mitad de la tierra útil. La otra mitad se destina a agricultura, esparcimiento, descanso. Básicamente, toda la tierra se usa. La extensión dedicada a parques puede aumentar. Pero en todo el mundo habrá suburbios.
¿Se siente feliz?
Me siento feliz por aquellos a quienes gusten los suburbios. Para quienes no les gusten será una tragedia. A la clase media alta no le gusta que haya suburbios para los pobres. Es algo que odian. Permítame que me exprese con | |
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rudeza. Supongamos que usted pertenece a la clase media alta de un país. Tiene usted posición, prestigio. Puede comprarse inmunidad contra las molestias de la vida. Puede conseguirse una sirvienta. Joseph Schumpeter hacía notar que una buena sirvienta vale por toda una colección de máquinas domésticas. Usted posee uno de varios millares de automóviles, no de varios millones. El rico no puede hacer nada equivocado. En otras palabras, muchas de las cosas que tanto aprecia la clase media alta habrán de desaparecer cuando todo el mundo sea rico. En parte, la razón por la que Los límites del crecimiento ha recibido tan ávida acogida es la gran verosimilitud de su tema, pero más aún el que se haya ofrecido a un público política y emocionalmente muy receptivo. |
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