Debate sobre el crecimiento
(1975)–Willem Oltmans– Auteursrechtelijk beschermd
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miembro ejecutivo del comité nacional del partido socialista de los EE.UU., a cuya presidencia ascendió en 1966. En 1972 renunció a la presidencia del partido socialista y de la federación socialdemócrata, en protesta por la crítica del partido contra el senador George McGovern, candidato a la presidencia de la república por el Partido Demócrata. Citando a Vottaire, usted se ha preguntado: ¿cómo podría rehacerse la sociedad para evitar que las masas se destruyan a sí mismas?
Bueno, ereo que el problema fundamental, desde mi punto de vista, que es un punto de vista socialdemócrata, consiste en democratizar el poder social y económico. En los Estados Unidos, esto significa democratizar el poder de las empresas, las cuales, en las actuales circunstancias, operan como nuestras mayores agencias planificadoras del futuro de la nación. Es decir, las instituciones privadas, por intervenir en las decisiones gubernamentales, transforman radicalmente la calidad de la vida norteamericana. Me parece que en los países socialistas el problema fundamental es el mismo, aunque el contexto es completamente diferente. En ellos, también, el problema es la democratización, en favor de la cual se manifestaron los checoslovacos en 1968, los polacos y los húngaros en 1956 y tal vez, incluso, otra vez los polacos, con las huelgas de 1970 y 1971. En los países socialistas existe una burocracia totalitaria, que es la agencia planificadora, en muchos aspectos tan privada y antisocial como nuestras empresas. Pienso que el problema fundamental es el de la democratización. Una de las graves limitaciones que a ella se oponen, una de las grandes dificultades, es que, si las proyecciones | |
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del Club de Roma resultan ciertas, el socialismo, a mi parecer, no será posible. Creo que el socialismo, por lo menos en sus más altas y nobles aspiraciones, requiere como condición previa un cambio en la psicología de la humanidad. Concretamente, los socialistas arguyen -y yo coincido con ellos en el análisis del pasado- que la escasez económica ha sido la causa material más importante de la competividad, de la agresividad, de las varias formas de dominación y represión. Aducen, además, que en una sociedad con una abundante tecnología y un movimiento democrático que apoye esta tecnología, en estas circunstancias, la gente será menos competitiva, mucho más dispuesta a la cooperación, mucho menos agresiva, y prevalecerán en ella las relaciones de hermandad, etcétera. Creo que, de ser cierta la hipótesis de Los límites del crecimiento, queda para siempre anulada la posibilidad de abolir esa escasez fundamental que está en la raíz de tantas emociones humanas fundamentales. Por consiguiente, creo que esa nave espacial que es la Tierra, forzada a racionar todos sus recursos, debe regirse por un sistema socialista. Pero pienso que este sistema, en sus aspectos cultural, psicológico y humano, habrá de diferir profundamente de las habituales ideas socialistas sobre la emancipación. Por supuesto, el pueblo no tendrá suficiente y, por tanto, cada individuo seguirá mirando por encima del hombro a su vecino, para ver si éste ha obtenido algo más que él. La esperanza es la democratización. Creo que sería una grave limitación el que no hubiera recursos suficientes para que todo el mundo pudiera llevar una vida decente. Ni siquiera creo que sea posible una buena sociedad.
¿A causa de que la brecha entre el rico y el pobre parece irse ensanchando, en lugar de cerrarse?
Eso es. Aun si se estabilizara la brecha, e incluso se estrechara algo, la mera existencia de una extendida escasez podría, por ejemplo, poner en actividad las emociones del mercado negro. La gente dedicaría mucho tiempo a imaginar cómo sustraerse al sistema de racionamiento y ver de conseguir más. Así ha ocurrido realmente a lo largo de la historia del siglo xx cada vez que se ha instituido un sistema de racionamiento. Cada vez ha surgido el mercado negro y se ha desatado la corrupción en grado muy considerable. Creo que la tesis de Los límites del crecimiento es profundamente antiutópica, profundamente pesimista. | |
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¿Realista?
Bueno, creo que en algunos aspectos no es realista. Comparto la opinión de tantos y tantos críticos que ven en Los límites del crecimiento la expresión de un neomalthusianismo, ya que postula el crecimiento exponencial de la demanda de recursos, al mismo tiempo que supone un crecimiento meramente aritmético de la capacidad tecnológica para satisfacer tal demanda.
Pero es un primer paso. Es el primer paso para inventariar el planeta en su totalidad. Cuando visité en Yale at profesor Nordhaus,Ga naar voetnoot1 que ha construido (como economista) un modelo del planeta y le sugerí que viera a ForresterGa naar voetnoot2 y combinaran sus respectivas sabidurías, me dijo: ‘Nosotros no tratamos con ingenieros de dinámica de sistemas’. Uno y otro se rehuyen mutuamente, corno ChomskyGa naar voetnoot3 y Skinner.Ga naar voetnoot4
Evidentemente, eso es en extremo problemático. Encuentro extraños los escritos de Skinner. Creo que trata de aparecer como enemigo de la libertad y la dignidad. De hecho, en su último libro, Beyond Freedom and Dignity, argumenta básicamente que el hombre, mediante su intervención consciente, puede modificar las circunstancias que influyen su conducta y, como dijo Marx, ‘educar al educador’, con lo que toma una posición activista. El problema que se me presenta para encajar a Skinner en Los límites del crecimiento es que si hemos de vernos permanentemente enfrentados a la escasez en la economía mundial, resultará ineficaz la intervención que propugna Skinner para que los hombres se comporten mutuamente con decencia. Un segundo aspecto de Los límites del crecimiento que no juzgo realista es la proposición de ajustar el mundo a un modelo de estabilidad económica, básicamente sin crecimiento económico. No plantea la cuestión política de la posibilidad de tal sistema. Es decir, no pregunta si los pueblos del tercer mundo aceptarían una condición de inferioridad permanente con respecto a las economías avanzadas capitalistas y comunistas. Y no creo que la acepten. For otro lado, el estudio tampoco se plantea la cuestión de si los pueblos de | |
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economía capitalista o socialista avanzada aceptarían detener su crecimiento y estabilizar su posición ventajosa a determinado nivel. Tampoco creo que lo acepten.
El profesor Tinbergenf,Ga naar voetnoot5 de Rotterdam, está ahora trabajando en un nuevo modelo. Los japoneses preparan varios.
Pienso desde hace mucho tiempo que lo que necesitamos es la planificación económica del mundo. Lo que necesitamos son modelos económicos del mundo. En este sentido, creo que el Club de Roma ha dado un paso en la buena dirección, al tomar en consideración el problema de cuantificar los datos económicos e intentar el análisis de las tendencias económicas del mundo tomado como un sistema. Pienso que Los límites del crecimiento ha ido más allá de las limitaciones nacionales que lastran buena parte de nuestro pensamiento. He creído durante largo tiempo que debería darse más importancia a los modelos económicos del mundo preparados bajo los auspicios de las Naciones Unidas. Pues si, por ejemplo, contáramos con modelos del desarrollo económico del mundo realmente buenos, nuestra política comercial y de ayuda (que, particularmente la de los Estados Unidos, ha afectado adversamente a los pueblos de Asia, África y Latinoamérica) podría formularse de modo que verdaderamente ayudase a los pueblos del tercer mundo.
Usted ha tratado también esta cuestión: ‘Si el hombre no puede controlar los productos de su cerebro, no habrá lugar donde ocultarse para los místicos o cualesquiera otros.’Ga naar voetnoot6 ¿Cómo cree usted que puedan aumentar nuestras posibilidades de supervivencia los recientes progresos en el estudio de la retroacción biológica, del cerebro, del control de la conducta?
Creo que los progresos de la biología, el control de la conducta, ‘los niños de probeta’ (con los que ya se experimenta en Inglaterra y que, según Watson, famoso por sus trabajos sobre la estructura de los dna, no tardarán en ser experimentos fáciles de hacer), el que los cien tifíeos norteamericanos hablen de la posibilidad de determinar el sexo de las criaturas humanas y de la clonificación, o sea, la pro- | |
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ducción de múltiples criaturas idénticas, son acontecimientos que deben interpretarse en un contexto más amplio. A mi parecer, uno de los problemas fundamentales de las sociedades capitalistas occidentales desde hace más de un siglo es el que hayan ocurrido revoluciones tecnológicas sin una correspondiente revolución política y social. Hemos introducido en la sociedad, en la economía y en el ambiente el motor de combustión interna, sin preocuparnos por sus consecuencias. Disponemos de una tecnología profundamente social, pero todavía mantenemos ante sus usos una actitud cargada con demasiado laissez-faire. Permitimos que los centros de poder privado sean los que realmente decidan sobre los usos de esta tecnología. Creo que nos hallamos por primera vez ante la posibilidad de intervenir científicamente para dirigir o invertir el proceso darwiniano de la selección natural, ese proceso frío, inexorable, en que el individuo y la corriente genética se adaptan por sí mismos al ambiente, y en el cual la naturaleza es el árbitro despiadado y maligno del destino humano. Nos aproximamos, o quizá ya hayamos penetrado en ella, a la era de la selección humana dirigida por el hombre; la era en que será posible la ingeniería genética y, mediante ella, tal vez, prevenir o curar ciertas enfermedades genéticas, mediante alteraciones de la dotación cromosómica del ser humano. Si irrumpimos en esta nueva era del mismo modo que irrumpimos en el mundo del automóvil, ¡que Dios se apiade de nosotros! Es ésta una región en la que si se comete un error, este error podría tener un efecto multiplicador a lo largo de mil años. Por consiguiente, me alegra en extremo la posibilidad de controlar muchas enfermedades; pero, por otra parte, encuentro aterrador el que no podamos utilizar política y socialmente estos fantásticos avances. Por eso la declaración que hice fue: ‘No hay realmente lugar donde un místico pueda ocultarse.’ Algunos han reaccionado a esta situación con la proposición de que se detengan tales investigaciones, que se proscriban los experimentos en este campo. Por ejemplo, se ha propuesto prohibir las experimentaciones dirigidas a producir criaturas humanas en el laboratorio; pero creo que con esto el problema sólo se difiere. No se puede proscribir esta tecnología. Ya está en marcha. El mismo hecho de que sea posible significa que será realidad. Me perturba mucho este componente del futuro.
Ha escrito usted que la Unión Soviética ha descubierto que | |
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el totalitarismo no puede impedir la penetración de la música de jazz o el rock. En otras palabras, usted no habla exclusivamente de nuestra parte del mundo, del mundo capitalista, pues en sus observaciones incluye a los países socialistas. ¿Cómo ve usted el futuro, con modelos de límites del crecimiento o sin ellos?
Propendo al optimismo, y ello por una razón. A mi parecer, es verdaderamente imposible saber si el futuro va a ser bueno o malo. Es muy posible que sea muy malo. Pero en tanto la cuestión permanezca abierta, mientras haya la posibilidad muy seria de que los progresos tecnológicos puedan ser utilizados para el bien y se ofrezca alguna posibilidad de terminar con la escasez y con ello inaugurar una nueva era de moderación humana, creo que uno está obligado a sentirse optimista. Es decir, a pelear, a luchar y procurar convertir en realidad esa buena posibilidad. Porque uno de los factores que habrán de determinar que prevalezca el bien o predomine el mal -y todas esas ambiguas situaciones que ahora enfrentamos- será la decisión de los individuos en cuanto a si vale la pena de luchar para que el bien prevalezca sobre el mal. Así, en este sentido, me niego seriamente a proyectar el futuro, pues, insisto, parte de esa proyección es nuestra voluntad para intentar crearlo. Para mí, lo importante es la necesidad de crearlo, lo cual, entonces, modificará lo que será. |