Debate sobre el crecimiento
(1975)–Willem Oltmans– Auteursrechtelijk beschermd
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Juan de la Universidad de Oxford, la Westcott House y la Universidad de Cambridge. En la conferencia Rutheford que dio usted en 1971 habló del ‘hombre que está rozando los límites del mundo’. Esto es exactamente la que trata de explicitar Los límites del crecimiento.
Sí, el hombre está rozando los límites del mundo. Los roza apenas, pues todavía no ha llegado a ellos. Pero, evidentemente, si continúa multiplicando su especie y sigue acelerando el ritmo del consumo de las materias primas y, en consecuencia, el de la producción de desperdicios, la contaminación y el empobrecimiento del ambiente, alcanzará muy pronto los límites del mundo. Espero que no suceda esto. Mi preocupación es detener el proceso.
Paulo VI ha condenado la anticoncepción en su encíclica Humanae vitae. Usted ha dicho de este documento que, desde el punto de vista ecológico, es la declaración cristiana más desastrosa del siglo.
Sí, ecológicamente desastrosa, pues prohibe a los millones y millones de fieles de la mayor iglesia cristiana usar los anticonceptivos en buena fe y en buena conciencia. El Papa ha puesto restricciones a la anticoncepción, y yo creo que, por el contrario, la Iglesia debería asumir la dirección de la marcha hacia la administración de la humanidad, tanto como la de los recursos. La encíclica es desastrosa, por cuanto significa volver la espalda a este problema.
Teilhard de Chardin creía que ya no cabía imaginar la humanidad sin la ciencia pero que tampoco había ciencia posible sin alguna religión que la animara. | |
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Hemos de preguntarnos nosotros mismos qué es la ciencia. La ciencia no es más que el conocimiento del mundo natural, de su naturaleza y su funcionamiento. En este sentido, la ciencia no es en absoluto un estilo de vida, sino algo que nos dice cómo funciona el mundo natural, o mejor dicho, es un conjunto de hipótesis basadas en la observación empírica, y las hipótesis, claro está, pueden ser corregidas o demostrarse que son erróneas. Ahora bien, esto no nos indica un ‘estilo de vida’. Podría hablarse de cierta suerte de religión, eso que llaman ‘humanismo científico’. Pero eso no es ciencia, sino únicamente una serie de juicios de valor basados en aquello que la gente cree benéfico para ella y congruente con el conocimiento científico. Creo que es una especie de religión laica. El hombre no puede vivir sin alguna forma de religión, pues necesita ideales que lo inspiren y un fin meritorio al que encaminarse. En nuestros días, algunas religiones son enteramente laicas. Creo necesaria alguna forma de religión trascendental, no sólo porque sea verdadera, sino porque satisface las más hondas necesidades del espíritu humano.
Ha escrito usted que, indudablemente, el mundo tendrá su fin algún día, pero al mismo tiempo ha hablado de la obligación que tenemos hacia la posteridad.
Es un instinto humano natural el que los padres deseen el bien de sus hijos. En realidad, ha sido el proceso mismo de la evolución el que ha imbuido en nosotros la preocupación por nuestra progenie; en consecuencia, todos nosotros naturalmente estamos interesados en el bienestar de nuestros hijos. Creo que nuestra obligación hacia la posteridad se extiende a mantener abiertas las opciones a nuestros descendientes y conservar para ellos la posibilidad de elegir su forma de vida y su forma de trato con el mundo. No debemos en modo alguno abusar de nuestro planeta y empobrecer para siempre el medio.
Pero el grado de laissez faire que actualmente se permite al capital privado habrá de restringirse considerablemente. ¿Cómo lograrlo? ¿Mediante un gobierno mundial?
Creo que la restricción no debe imponerse únicamente al capital privado, sino también a los organismos públicos y los gubernamentales, pues éstos pueden usar mal los recursos del planeta tanto como los individuos. Las restricciones han | |
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de empezar a imponerlas los gobiernos en sus respectivas naciones, y únicamente con el consentimiento del pueblo es posible hacerlo. Por tanto, las actitudes de las personas ordinarias son de importancia suprema. Habremos de llegar también a acuerdos internacionales, tanto más, cuanto que son las compañías multinacionales las que tan inmenso poder tienen en este campo. Las compañías multinacionales sólo pueden ser controladas mediante acuerdos internacionales.
Usted ha citado a Maurice StrongGa naar voetnoot1 en varias ocasiones, pero él no cree en un gobierno mundial unitario.
No he dicho ‘gobierno unitario’, sino ‘acuerdos internacionales’. Éste es otro asunto. Creo que el mundo del mañana -si se quiere que subsista la civilización tal como nosotros la entendemos- habrá de estar mucho más regionalizado. La gente ha de identificarse con sus ciudades, sus vecindarios, sus aldeas o sus regiones para ganar el sentimiento de participación y, en consecuencia, sentir su responsabilidad, pues si no se participa no se actúa responsablemente. Pero el que sea necesaria una mayor regionalización significa también que ha de haber más acuerdo internacional. Lo cual significa que los países convengan sobre ciertas tácticas, no que hayan de elegir un gobierno mundial que les ordene lo que han de hacer.
Pero ¿quién daría estado político a los acuerdos?
No lo sé. No he pensado al respecto con suficiente detalle. Admito que debe haber cierta forma de sanción. Creo que aun cuando se decidiese crear el ejército de las Naciones Unidas, nadie querría imponer su existencia por medios militares. Ha de llegarse a ello por acuerdos internacionales, lo que lleva consigo necesariamente el ostracismo de los países que quebranten el acuerdo.
¿Cómo contener el crecimiento del mundo sin alguna forma de organismo mundial?
Puedo decir a usted que esta tarde, esta misma tarde, en este momento,Ga naar voetnoot2 se está firmando aquí, en Londres, un acuerdo entre noventa y una naciones relativo a la práctica | |
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de arrojar sustancias tóxicas a los océanos. Y si esto se ha hecho, también podrá llegarse a nuevos acuerdos similares.
Sí, justo como se acordó a través de las Naciones Unidas que nosotros habíamos de ayudar al tercer mundo. ¿Qué ocurrió en la UNCTAD en Santiago de Chile? Usted sabe que ni una sola de las naciones ricas ha dado jamás el uno por ciento de su producto nacional como ayuda directa.
Sí, estoy enterado de todo eso. Pero es importantísimo recalcar que el remedio no ha de ser peor que la enfermedad. Sería relativamente fácil resolver todos los problemas del medio por un gobierno autoritario, fuere fascista o socialista; pero esta cura sería tan mala como la enfermedad. Yo no veo otra posible solución que ganar el consenso de la mayoría de los habitantes del mundo o, por lo menos, de los gobiernos, en favor de la cooperación internacional. Cuando comencé a escribir sobre el ambiente, hace seis o siete años, la gente me creyó loco. Bien, quizá lo esté, pero no en este respecto. Cuando considero la forma en que se ha propagado el conocimiento, cómo han cambiado las actitudes, y que ya se ha comenzado a actuar, como se ha visto en la conferencia de Estocolmo, pienso que mi plan no es imposible. En lo que toca a este problema, no pienso apocalípticamente.
Sir Julian Huxley me dijo que los peces estaban regresando al Támesis. El gabinete inglés cuenta ahora con un ministerio del medio. ¿No será eso la parte secreta de una mistificación general?
Me fatiga y enferma el Támesis. Donquequiera que se traiga a colación el asunto de la contaminación del país, se aduce siempre que, a la altura del puente de Londres, se pescan ahora más peces que nunca antes. Aun en County Hall se ha instalado un vivero con peces, como si con ello se hubieran resuelto nuestros problemas ambientales. Claro está que en Londres hay aspectos de la vida mejores ambientalmente que nunca lo fueran. Vea usted este deliciosamente luminoso día de noviembre. Hace veinticinco años hubiera usted visto probablemente esa espesa niebla a la que solía llamarse ‘puré de guisantes’. También el Támesis está más limpio. Sí. Algo se ha hecho, pero ello no altera el hecho de que es necesario hacer algo más que | |
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emplear combustibles sin humo o tratar y purificar el agua, de manera que podamos beber la misma una y otra vez. En cuanto a ese ministerio del medio, no es otra cosa que el agrupamiento de los tres ministerios mayores; y yo no creo que el ministerio del medio haya todavía atacado los grandes problemas ambientales, como el de la política nacional de transportes o el del aumento selectivo del crecimiento, en lugar de alentar un cinco por ciento de crecimiento conjunto, en paquete. Creo que algo ayuda el tener un ministerio del medio, pero no creo que hasta ahora se haya enfrentado a ninguno de los fundamentalísimos problemas que nos acosan.
Y, hablando de la juventud, usted ha dicho que el número de suicidios va en aumento.
Por varias razones, la juventud es nuestra única esperanza. Primeramente, porque, después de todo, son los jóvenes quienes habrán de tomar a su cargo el mundo dentro de poco. En segundo término, porque ellos, en conjunto, están ya hartos de la sociedad de consumo. Ésta es tan materialista, está tan ocupada en la carrera de ratas, que muchos de los jóvenes optan por abandonarla. Muchos no pueden soportarla; la tasa de suicidios entre los jóvenes ha ido en aumento; y se extienden alarmantemente el alcoholismo y la adicción a las drogas. Todo esto es parte, claro, de la desintegración de nuestra cultura, cuestión muy compleja; pero parte de la culpa corresponde al aumento de la urbanización y a la índole materialista de nuestra cultura. Algunos jóvenes se segregan de la sociedad, pero no la gran mayoría, y en ésta descansa nuestra esperanza, pues muchos de los jóvenes están resueltos a que no continúe esta clase de sociedad opulenta, en la que cada quien sólo procura aparentar ser mejor que su vecino. He trabajado entre los jóvenes diecinueve años, y creo que los de ahora son mucho más honrados y están mejor dispuestos a encararse a los verdaderos problemas que aquellos con quienes viví y trabajé al principio. La tragedia para mí es que muchos de ellos no confían ni creen en la iglesia institucional. Pero aunque muchos de ellos están determinados a que no persista la actual situación, lo cierto es que carecen de una verdadera perspectiva del futuro, de un luminoso ideal por el cual esforzarse, de verdadera inspiración, de la visión del reino de Dios que ellos podrían ayudar a edificar. Y de aquí la propensión a adoptar actitudes nega- | |
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tivas frente a la autoridad y la tendencia a la anarquía en el sentido recto del término. Al joven le falta esa visión y también carece de la autodisciplina que es necesaria para edificar un mundo mejor. El uso adecuado de nuestros recursos es algo que va a requerir mucha autodisciplina. Cuando se habla de ‘sociedad tolerante’, suele entenderse que la tolerancia se refiere a lo sexual; lo cierto es, sin embargo, que lo tolerante se extiende a la totalidad de la vida, y que las actitudes tolerantes no contribuirán a mejorar el medio.
¿Cree usted que Los límites del crecimiento haya contribuido a mejorar el conocimiento de las realidades del planeta?
Creo que ha hecho mucho bien y, al mismo tiempo, mucho mal. Ha hecho mucho bien por haber revelado los problemas y haber dado a éstos amplia publicidad. Y ha causado mucho mal porque el modelo utilizado para la computadora no ha sido lo suficientemente sensible y detallado para producir una respuesta correcta. Por ejemplo, el gran aumento de la población lleva finalmente a lo que se llama ‘transición demográfica’, lo que significa que su crecimiento no es exponencial. Por lo que concierne a los recursos, ocurre que, cuando comienzan a escasear, actúa la retroacción negativa y se echa mano de recursos alternativos. Creo que hay muchas más complejidades y dificultades que las representadas en el modelo. No soy experto en computadoras, pero pienso que el modelo hubiera debido ser mucho más refinado, para así conferirle mayor credibilidad. Mi crítica, claro, es una primera aproximación. Creo que el método que utiliza computadoras es válido en esta esfera tanto como en cualquier otra. La computadora no pasa de ser un auxiliar del pensamiento, y sus resultados no pueden ser mejores que las instrucciones que se le dan. Pero puede efectuar esos cálculos complejos que el cerebro humano sin ayuda no podría hacer tan detallada y exactamente. Por tanto, significa un paso adelante.
Los ‘muchachos del Mit’, como los llaman quienes disienten de ellos,Ga naar voetnoot3 son los primeros en admitir las limitaciones del método. Comoquiera que sea, han dado un primero y decisivo paso. | |
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Sí, pero ha sido únicamente el primer paso, pues en todo este asunto lo fundamental es la cuestión de nuestras actitudes, nuestros motivos y nuestras expectaciones. Decir a la humanidad lo que ocurrirá si seguimos como hasta ahora es mero profetizar acerca de lo no visto y lo desconocido, y probablemente no será creído. Lo que la humanidad necesita es un cambio de las actitudes interiores.
¿Cómo lograrlo?
A mi juicio, ese cambio fundamental de actitudes hondamente arraigadas sólo puede producirse -y mido mis palabras- en virtud de algo así como una conversión religiosa y la adquisición de un sentimiento de responsabilidad directa y de una visión más clara de cuál es la base de la felicidad y la alegría verdaderas, que no está en las cosas, sino en el hombre. |