Debate sobre el crecimiento
(1975)–Willem Oltmans– Auteursrechtelijk beschermd
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sor. En 1965 fue nombrado profesor de fisiología de la escuela de psiquiatría de la Universidad de Yale, en New Haven, Connecticut. Albert Szent-Györgyi,Ga naar voetnoot1 médico y bioquímico, piensa que el hombre podría seguir la suerte del dinosaurio.Ga naar voetnoot2 Usted ha dicho en algún lugar que el hombre es casi tan estúpido como el dinosaurio.
Existe una afortunada diferencia entre el hombre y el dinosaurio: que nosotros somos conscientes de nuestra existencia. Además, estamos desarrollando la tecnología para investigar los mecanismos de la conciencia, de la personalidad y por tanto, de nuestra conducta futura. El dinosaurio no poseyó la inteligencia ni la tecnología necesarias para establecer la retroacción a que ahora estamos dando comienzo, la retroacción de la inteligencia sobre el destino del hombre. Hasta hace muy poco, no había sido posible esto, pues carecíamos de la metodología para explorar los mecanismos intracerebrales de la conducta. El hombre se ha considerado siempre a sí mismo desde un punto de vista político, económico y filosófico. Pero en | |
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realidad, sólo ha sido un espectador externo. En el pasado sólo hemos sido capaces de mirarnos unos a otros desde afuera. El vínculo más esencial entre los hombres todos, los procesos que ocurren en el interior de sus cerebros pensantes, quedaban absolutamente fuera de nuestro alcance. Ésta es la nueva puerta que nos ha abierto la tecnología. Además de la información general relativa a la humanidad, tenemos ahora acceso al conocimiento de cómo actúan los mecanismos intracerebrales. Hasta ahora sólo habíamos sido capaces de ofrecer alguna información al hombre y esperar que ella suscitara alguna respuesta. Esto y no otra cosa es la educación. Como no teníamos idea alguna respecto de las funciones cerebrales, las cuales constituyen el vínculo de conexión entre las excitaciones sensorias y las reacciones conductales, éramos incapaces de comprender las posibilidades o limitaciones del procedimiento intracerebral de la información del cual resulta la expresión de la conducta.
¿Es cierto que esos diez mil millones de neuronas cerebrales están programados y, por tanto, resultará dificilísimo influir sobre ellos?
La respuesta es no. A semejanza de otros animales, tenemos programados los instintos y una actividad motora muy elemental. Lo más esencial del hombre no es su programación, muy elemental, sino su capacidad de reacción a los estímulos externos. Éste es uno de los hallazgos de investigaciones recientes sobre la estructuración del cerebro humano.
¿Qué entiende usted por medio externo?
Según dijo WashingtonGa naar voetnoot3 hace mucho tiempo, el hombre recibe una doble herencia: la genética y la cultural. Una de las diferencias más importantes entre el hombre y el animal es que el repertorio de la conducta de éste está en gran parte prestablecido, fijado. Desde que nace, el gato sabe nadar. Desde su nacimiento, la rata sabe comer. Estas criaturas poseen programas ya establecidos que no necesitan aprender. El hombre nace con un cerebro mucho menos maduro. Actualmente sabemos que la estructura química del cerebro, que habrá de desarrollarse y formar- | |
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se durante la niñez, depende en gran parte de la cantidad y cualidad de los estímulos sensorios que recibe. En ausencia de estímulos visuales, las vías visuales del cerebro no se desarrollan adecuadamente. En ausencia de estímulos sonoros, los centros de la audición resultan anormales. Por consiguiente, nuestras experiencias tienen una representación material, y los mensajes del exterior quedan almacenados, quizás en forma de códigos simbólicos de fórmulas químicas, en el interior del cerebro. La información proveniente del exterior se convierte de alguna manera en materia simbólica en el interior del cerebro. Éstos son hechos que ahora conocemos. Nosotros hemos de preguntarnos cuáles son los más importantes elementos del cerebro humano. Naturalmente, lo que hayamos de entender por ‘humano’ es cuestión de definición. Para nuestra discusión tomemos algo muy sencillo, como la conversación, el lenguaje. El hombre posee mecanismos preprogramados para el lenguaje, pero si permanece desde su nacimiento apartado de esta forma de comunicación, jamás aprende a hablar. La estructura laríngea del chimpancé es muy diferente, y a este animal le es imposible modular los sonidos como nosotros hacemos. Probablemente, su lóbulo temporal está asimismo diferentemente programado, y al chimpancé no se le puede enseñar a hablar.
¿No es una tontería el decir que descendemos del mono?
No, no lo es. Depende de que usted entienda lo que estamos discutiendo. Nuestra sangre tiene composición muy semejante no sólo a la de la sangre del chimpancé, sino a la de otros mamíferos, e incluso los reptiles. Por consiguiente, hemos de definir la cuestión con mayor precisión. Nosotros somos descendientes de una larga evolución biológica, pero no es admisible generalizar. Debemos proceder parte por parte. Por ejemplo, el cloruro sódico, el principal componente del agua del mar, sigue presente en nuestra sangre, testimonio de nuestra evolución a partir de remotos antepasados que habitaron los mares hace millones de años. Cuando hablamos de la naturaleza humana nos referimos a algo enteramente distinto. El cerebro del chimpancé carece de los mecanismos preprogramados que podrían hacerlo capaz de hablar y asociar palabras del modo complejo que nosotros lo hacemos. Por tanto, con referencia a la pregunta de usted, cabe decir que parte de la conducta | |
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del hombre está preprogramada, pero sólo como potencialidad, y no como actualidad. Para desarrollar esa capacidad de hablar, el hombre debe aprender. Si usted no se expone al chino o al inglés, nunca hablará estos idiomas. Sin embargo, su cerebro posee la facultad de aprender lenguajes. De esta manera, hemos de distinguir entre la estructura anatómica y la programación de los instintos por una parte, y la amplia variabilidad potencial del desenvolvimiento humano por la otra. ¿Quiere usted ser humano? ¿Quiere usted hablar? Entonces, necesita aprender. ¿Quiere usted ser humano y tener valor ético? Usted puede adquirir los valores éticos, que no se heredan, sino se aprenden. Las cualidades humanas fundamentales provienen del exterior. Para entender las potencialidades humanas hay que penetrar en el hombre. Las cualidades únicas de la conducta humana tienen su origen en el cerebro pensante, y la nueva tecnología nos permite explorar sus neuronas en funcionamiento. La enorme diferencia que separa al hombre del animal es que nosotros tenemos el entendimiento y la tecnología para investigar e influir nuestra conducta. Ya hemos adquirido una tremenda energía mecánica y atómica que nos capacita para modificar la naturaleza. Ahora vivimos en el clima artificial de nuestras ciudades. Ésta es la actual condición de la humanidad. El hombre civilizado no vive -ni viviría ya- en la selva, donde se es viejo a los veinticinco y se suele morir antes de los treinta. Esto, simplemente, no es confortable; ni práctico; ni ‘humano’. Así pues, hemos de seguir viviendo en el medio moderno de las grandes ciudades, y lo único que hemos de decidir es si vamos a usar bien o mal la inteligencia humana para planearlas. Si no procedemos con inteligencia, nuestras ciudades no serán funcionales. Entonces, en lugar de ayudar al hombre a gozar de una vida sana e interesante, su contorno se convertirá en una desventaja, por culpa de la contaminación, el hacinamiento y otras dificultades corolarias. No podemos permitirnos el incurrir en este error. Hemos de organizar adecuadamente nuestro contorno y aprender a modificar la naturaleza en beneficio nuestro. De modo similar, resulta absolutamente vital el cuidadoso planeamiento de las relaciones sociales del hombre.
¿Considera usted esencial planear el planeta en su conjunto? Usted habla de planear socialmente el mundo en cierto marco de referencia... | |
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...del siglo xix. Ello sería inadecuado en nuestra sociedad actual, por estar en evolución nuevos elementos. Las viejas ideologías políticas, capitalismo y marxismo inclusive, no sirven. Son producto de condiciones que fueron realidades del siglo pasado. Pero ahora necesitamos nuevos marcos de referencia, y es necesario hallarlos pronto. Tal es mi parecer. Mi opinión es que necesitamos entender biológicamente al hombre, pero partiendo de una nueva premisa, que el problema no consiste en descubrir ‘quién soy’, sino ‘qué es el hombre’. La primera fue la proposición clásica, estática. Lo que ahora necesitamos es conocer el potencial neurofisiológico del ser humano. ¿En qué órgano radica la condición de ‘humanidad’? En el cerebro. Necesitamos saber lo que es capaz de hacer. Después, basados en la realidad biológica, podremos planear la clase de seres humanos que deseamos estructurar para el futuro. Naturalmente, tal labor requiere imaginación ilimitada e implica graves riesgos; pero no tenemos alternativa, pues de la misma manera que seguimos construyendo ciudades, para bien o para mal, continuamos produciendo niños, y como éstos no nacen prealambrados (y por ello era tan importante la primera pregunta de usted), ha de proveérseles su marco conductal de referencia. Queda una sola cuestión: quién haya de elegirlo. Esto podemos decidirlo. ¿Habremos de permitir que sea la casualidad quien forme la inteligencia de las futuras generaciones? De esta manera tendríamos cierta garantía de que los seres humanos futuros no serían autómatas. Pero ¿no es más cierto que los estímulos casuales influyen los procesos mentales tanto como las rígidas prescripciones? Podemos programar a las personas e intensificar el automatismo que prevalece hoy día. Lo que debemos aceptar es que, al presente, la mayoría de nosotros está programada en un 99% por nuestra cultura, nuestra civilización, por la mecanización de nuestras ciudades. Estamos programados por la televisión, por los libros, por la información que recibimos del exterior. Pocas personas tienen capacidad suficiente para pensar por sí mismas y cualificar el alud de información que les llega del exterior. Por consiguiente, la mayor parte de nuestra conducta implica la ejecución de actividades planeadas por los medios de comunicación de masas. La conducta no es determinada por nuestros genes, sino por el medio en que vivimos. Ahora, la alternativa podría ser intensificar esta programación de la conducta y establecer algunas instituciones | |
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y agencias centrales suficientemente poderosas para controlar eficazmente el desenvolvimiento humano.
En la forma de universidades...
En la forma de universidades, gobierno o lo que a usted plazca. A mí me resultan repulsivos tales métodos. Esto sería lo que no me gustaría que se hiciera.
¿Persiste todavía la pesadilla orwelliana?Ga naar voetnoot4
Exactamente. Y eso es lo que el pueblo no ve. A la gente le preocupa la posibilidad de ser controlada en el futuro, sin darse cuenta de que ya lo es ahora. La mayoría de nosotros es producto de sistemas culturales concretos. Ahora bien, el Hermano Mayor, el poder dirigente, podría hacer algo distinto, que sería lo que a mí me gustaría que se hiciera: realzar en la enseñanza o la educación los elementos de la dignidad humana y la libertad personal. Para mí, el más precioso aspecto del ser humano es la oportunidad de usar cada uno su propio marco ideológico y emocional con el fin de realizar algo original. Pero aun la originalidad ha de ser inculcada, desarrollada y estimulada desde afuera. Vea usted, no nacemos originales. Aunque cada uno de nosotros es un individuo único, no todos vamos necesariamente a aportar contribuciones únicas. Todos somos diferentes unos de otros, pero pocos son originales. Si usted desea crear seres humanos originales, independientes, necesita cultivar las correspondientes cualidades desde la infancia. Yo me inclino enérgicamente en favor de denunciar públicamente, enseñar a todos, la trampa que se nos tendió a todos: que a todos se nos ha configurado en los comienzos de nuestra vida, cuando no teníamos opción ni defensa. No hemos elegido la textura de nuestra mente. Cada pareja de padres, como representantes y portavoces de su particular medio cultural, arbitraria y dictatorialmente, nos impusieron sus propias ideas. Antes de que los mecanismos cerebrales que rigen la aptitud de elegir se hayan desarrollado, el niño debe ser orientado. Es necesario que demos muy tempranamente a los niños un marco de referencia. Durante la niñez tardía, cuando el cerebro es ya más | |
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maduro y el niño ha adquirido la capacidad de acopiar información y tomar decisiones, es posible favorecer el desenvolvimiento de un ser humano de nueva clase si se estimula al niño para que valore sus marcos de referencia y se oponga a las incitaciones sensorias que recibe. Podemos pedir al niño que sea precavido ante las pautas de valores a que está expuesto y premiar la flexibilidad, no la rigidez. De esta manera se estimularía al niño a expresar su propia individualidad, pero sin olvidar que siempre actuará con los instrumentos culturales que le hayamos suministrado. Con tales bloques de construcción a disposición del niño, podremos solicitarle: sé original. Pero no sólo lo que eres, sino algo diferente de ti mismo. Podremos inducirlo a vivir con cierto propósito y hacia cierto futuro al que él pueda hacer alguna contribución. Los padres podrían crear las condiciones que propiciarán el desarrollo del niño en la forma indicada; la elección inicial es de ellos, la responsabilidad es de la sociedad. Esto es lo que podríamos planear: la creación de esa nueva clase de hombre a la que yo llamo psicocivilizada. El hombre psicocivilizado tendría una conciencia mucho más aguda de las determinantes de su conducta, y un íntimo conocimiento de su potencial, basado en las posibilidades y límites de su propia mente. Se daría cuenta de que no somos (en contra de lo que a mí se me enseñó), seres humanos individuales e independientes, sino criaturas que dependen totalmente del intercambio social y cultural. El hombre que haya comprendido su insoslayable compromiso con su contorno, estará en condiciones de apreciar que la calidad de su medio tiene primaria importancia en la determinación del desarrollo individual. Así, para ser más libre él mismo, se dará cuenta de la necesidad de mejorar su medio. Este nuevo concepto de lo que el hombre debe ser lleva profundas implicaciones sociales. No podemos vivir aislados de nuestro medio y, por tanto, es necesario mejorarlo. Y como formamos parte del medio, mejoraremos nosotros mismos y contribuiremos a mejorar a quienes se hallen en nuestro contorno.
¿No es eso lo que Mao Tse-tung está llevando a la práctica en China?
No realmente, porque en China, a semejanza de muchos otros países, la educación y el adoctrinamiento se practican empíricamente, con fines predeterminados, pero sin te- | |
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ner un íntimo conocimiento de la función del cerebro humano. En lugar de aceptar las doctrinas ciegamente -no importa cuál sea su color político o religioso- deberíamos tratar de ejercitar esa preciosa cualidad humana de la conciencia y la individualidad. Hay que respetar a los líderes, pero no idolatrarlos. Las palabras y los deseos de un hombre no siempre son justos. El líder puede dar inspiración sin convertirse necesariamente en árbitro de todos los valores científicos y espirituales. Cada persona debe usar su inteligencia para aceptar o rechazar doctrinas o marcos de referencia y tratar de desarrollar ideas tan originales como sea posible.
ToynbeeGa naar voetnoot5 prevé cierta forma de dictadura benévola; SkinnerGa naar voetnoot6 aboga por el refuerzo positivo.
Mi opinión es muy opuesta, pues no me gustaría una dictadura, benévola ni de otra clase. Si a una persona se la estimula y pone en condiciones de desarrollarse como individuo, opondrá una opinión crítica contra cualquier dictador, por benévolo que sea. Yo entreveo una sociedad que no coaccione al individuo ni imponga los modos y la moral de un dictador, sino que, al contrario, aliente al individuo a no aceptar a ciegas los marcos de referencia recibidos del pasado o actuales. Todo el mundo deberá tener la oportunidad para comparar la información que se le ofrezca con la concerniente a otras culturas. Así, veo en el futuro un hombre más flexible y autocontrolado, no una sociedad regida por un dictador benóvolo. El hombre psicocivilizado será libre e independiente, pues conocerá los ardides de los dictadores y los directores de la propaganda con los que se pudiera pretender controlar su comportamiento. Con este conocimiento, estará equipado para resistir al adoctrinamiento.
Pero ¿no es imposible modificar las características de la interacción entre lo heredado y el medio?
No. No vamos a modificar las características, si por ello entiende usted la herencia genética. Lo que podemos hacer | |
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y haremos es ofrecer al hombre un medio de diferente clase, más favorable a su perfeccionamiento.
Usted lo que hace es fomentar el ulterior desarrollo de las características ya presentes, para que broten de su tronco nuevas ramas.
Exactamente.
Proust llevó a cabo una famosa tentativa de recuperación del pasado. ¿Qué importancia tiene la memoria en el ejercicio de la inteligencia?
La memoria es el banco donde se guardan todos nuestros marcos de referencia. La memoria constituye la base de la personalidad.
¿Es cierto que el cerebro puede coleccionar algo así como mil billones de puntos de información en el curso de una vida?Ga naar voetnoot7
Dudo en cuanto al número de fragmentos que puede colectar, pero como de costumbre, lo importante no es cuánto dinero se tiene, sino cómo se usa.
¿Podrán algún día las computadoras ayudar o remplazar a la memoria humana?
Creo que la función de la computadora es la de un auxiliar de la memoria. Ahora usamos computadoras para almacenar información, y esto es bueno; pero esas máquinas tienen muchas otras aplicaciones aún no exploradas. Por ejemplo, en una de nuestras últimas publicaciones damos cuenta de un trabajo, en el que, por primera vez, se estableció comunicación directa en ambos sentidos entre el cerebro y la computadora. Trabajamos con un chimpancé al que implantamos electrodos y un dispositivo telemétrico que enviaba información desde la amígdala, que es un órgano cerebral profundo, a la computadora. La computadora identificó una figura ahusada especial en el registro de la actividad eléctrica espontánea de la amígdala, y cada vez que aparecía, la computadora producía una onda rectangular que radioestimulaba una zona de refuerzo negativo en otra | |
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parte del cerebro del chimpancé. El animal aprendió pronto a no producir husos amigdalinos, pues cada vez que lo hacía recibía un estímulo desagradable. Con este experimento demostramos que una parte del cerebro puede influir sobre otra por intermedio de una computadora. Nuestro experimento, pese a su complejidad, es todavía bastante sencillo. Quizá podría aplicarse análoga técnica al hombre. Esto es especulativo y lo que digo quizá sea incorrecto: tal vez, una computadora pudiera detectar algo bien definido, como el comienzo de un ataque epiléptico y, entonces, disparar un estímulo cerebral que inhibiera el ataque. De ser esto posible, sus posibilidades terapéuticas serían inmensas. Ahora estamos apenas penetrando en este incitante nuevo campo, pues la instrumentación se ha desarrollado en los últimos tres años. Naturalmente, el progreso está relacionado con la tecnología. Vea usted nuestra nueva unidad para la estimulación transdérmica del cerebro del animal, que pronto se usará en terapéutica humana. Ahora podemos alcanzar la profundidad del cerebro y estimular estructuras en ella situadas, a través de la piel intacta, para lo cual se implanta esta minúscula unidad que no necesita conexiones externas. La utilizamos sistemáticamente en nuestros experimentos con animales de laboratorio y eliminamos así la posibilidad de una infección, al mismo tiempo que tenemos al animal disponible para la radiestimulación en cualquier momento. Más recientemente hemos desarrollado el instrumento hermano para el registro transdérmico de la actividad cerebral profunda, y cuando lo hayamos miniaturizado, dispondremos de comunicación bidireccional con el cerebro activo por medio de unidades totalmente implantadas. Especulemos ahora un poco. En el futuro podremos establecer el enlace entre la información de entrada y la de salida por intermedio de una computadora. El ‘Cyborg’, combinación de hombre y máquina se habrá convertido en realidad. Pero que no lo impresione a usted demasiado esta tecnología, que tiene sus limitaciones. Lo único que podemos hacer con estos fantásticos experimentos es activar algo que ya contiene el cerebro. Estos estímulos no pueden trasmitir ideas ni enseñar un idioma; para ello es necesario utilizar las entradas sensoriales normales. Ésta es la limitación de la estimulación eléctrica del cerebro o eec (en inglés, esb), que la prensa y el público general han solido interpretar mal. Se ha supuesto incorrec- | |
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tamente que, por medio de electrodos, podríamos controlar a todo el mundo, y que a un dictador le bastaría apretar unos botones para manipular a las masas.
Siendo así que lo único que cabe evocar por EEC son figuras de conducta ya existentes.
Exactamente. Ésta es una afortunada precisión. Podemos estimular un punto del cerebro y causar el movimiento de un brazo, movimiento que podría ser hábil, supuesto que el tal brazo hubiese sido adecuadamente adiestrado para realizar hábilmente dicho movimiento. La estimulación de la tercera circunvolución temporal izquierda podría hacer que el sujeto hablara, pero naturalmente utilizaría palabras anteriormente aprendidas. La estimulación del cerebro no puede crear un nuevo individuo, no puede alterar la personalidad. Una posible aplicación de la computadora a la investigación del cerebro, de orden aún altamente especulativo, sería la comunicación del estado emocional de un cerebro a otro, por intermedio de una computadora. La máquina podría quizá programarse para que reconociera una configuración eléctrica cerebral coincidente con un estado de excitación o ‘felicidad’ y trasmitir un mensaje a otra persona, en la que suscitaría un estado emocional similar. Esto estaría al alcance de la EEC, mientras que no lo estaría el provocar o dirigir una conducta de robot.
¿Cómo se podría fomentar la relación dialéctica entre la conciencia y la realidad concreta?
Probablemente, por medio de la adquisición de un conocimiento consciente de esta realidad y el análisis de los mecanismos neurológicos participantes, pero sin dejarse arrebatar por la fantasía.
Sería como hablar a los niños de Santa Claus y programarlos desde la cuna en adelante contra la realidad.
Está usted en lo cierto. Por ello he propuesto la institución de la psicogénesis, es decir, la creación, la génesis, de la psique. En lugar de programar en la forma errática y contradictoria en que venimos haciéndolo, ensayemos un método más inteligente. Usted podría preguntarme: ¿por medio de un Hermano Mayor?, y yo responder: tal vez, | |
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pero con diferente orientación, con el conocimiento de cuáles serían probablemente los tipos humanos que se producirían, y con base en la insoslayable realidad biológica. Tal como se cantaba en la comedia musical norteamericana South Pacific, ‘Hay que enseñarte a... odiar.’ Se sabe que es posible inculcar eficazmente en la mente de los niños pequeños la figura del comportamiento agresivo; en algunos países se les enseña a bayonetear al enemigo, el superpatriotismo y el odio contra otros países o razas, como parte de la educación escolar formal. En todo el mundo se aprenden formas de agresión y prejuicio, no por medio de la educación formal, sino en las calles, en la lucha por la vida. De otro lado el niño pequeño puede con la misma facilidad aprender judo, tocar el piano o hablar tres idiomas. La sociedad determina la sustancia y cualidad de la información que se da a cada generación. El niño necesita que lo enseñen a caminar y hablar. Para bien o para mal, el niño aprende un vasto repertorio de otras formas de conducta, y de la misma manera, podríamos fomentar en él normas de comportamiento que aumentaran la felicidad individual y contribuyeran a la paz mundial.
¿Quién habrá de decidir, los japoneses, los chinos, los hindúes u otros?
Todos estamos ya ahora decidiendo acerca de estas cosas, los chinos de manera diferente de los norteamericanos. La falta de metas comunes para toda la humanidd, ligada por un destino común al planeta Tierra, es en parte la causa de los actuales conflictos. Las tentativas para lograr acuerdos internacionales son frecuentemente obstaculizadas por la ignorancia del hombre respecto de los mecanismos neurológicos que intervienen en su actividad decisoria, por la incontrolada deformación intelectual causada por la emocionalidad incontrolada. No es justo tratar del ser humano únicamente en términos estadísticos o de productividad, sino que se ha de tomar en consideración la existencia de cerebros sensibles y reactivos.
¿Cómo podría incluirse la educación en la preparación de un modelo global?
Ya tenemos normas mundiales en sanidad pública, viajes y derecho internacional. La investigación científica sobre | |
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el átomo o la célula cancerosa se efectúa en los distintos países con los mismos instrumentos e iguales fines. La llegada de los astronautas a la Luna fue televisada a todo el mundo y despertó el general entusiasmo por esa aventura compartida por toda la humanidad. Estos hechos nos demuestran que poseemos la tecnología y que ya hemos iniciado la educación global. Lo que falta todavía es un acuerdo sobre metas comunes para todo el género humano y que nos demos cuenta de que la colaboración internacional es más útil que la egoísta explotación económica. Nos falta también tomar conciencia de que, en la misma forma que estamos cambiando la superficie terrestre con nuestras ciudades y carreteras, estamos cambiando los cerebros humanos, mediante el conocimiento y la influencia de la conducta. El destino del hombre ya no depende del acaecer casual de la naturaleza: está determinado por nuestra inteligencia y nuestro planteamiento, o por falta de uno u otro. Nuestra atención y nuestros esfuerzos deben concentrarse sobre los mecanismos neurológicos del intelecto, y tener por finalidad desarrollar al máximo el potencial del cerebro, sin olvidar que nos hallamos en el centro de una trama de enlaces retroactivos, en la cual las ideas, emociones, sentimientos y actos están en continuo intercambio con fenómenos eléctricos, químicos y anatómicos, que ya están al alcance de los dedos de nuestra curiosidad científica. El hombre no es el producto final de la creación, sino una criatura evolutiva que está aprendiendo a dirigir su evolución. El hombre está inventando el futuro del hombre. |
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