Debate sobre el crecimiento
(1975)–Willem Oltmans– Auteursrechtelijk beschermd
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28. Roger RevelleEl profesor Roger Revelle es director del Centro de Estudios de la Población de la Universidad de Harvard, Cambridge, Massachusetts, desde 1964. En reciente conversación, el Dr. Philip Handler, presidente de la Academia Nacional de Ciencias, de Washington, recalcó que el problema de la población es el más grave entre los que afectan al mundo actualmente.
Yo diría que los dos acontecimientos más fundamentales de nuestro tiempo son el rapidísimo crecimiento de la población de la Tierra, que se inició después de la segunda Guerra Mundial, y otro igualmente notable, la urbanización de la población humana, la aglomeración, el hacinamiento en las ciudades. Mientras que al comienzo del siglo xx, hace setenta años, menos de la cuarta parte de la población del mundo habitaba en ciudades, a fines de este mismo siglo la población urbana habrá ciertamente llegado a más del 50%; tal vez un 60% de la población de la Tierra habite entonces en pueblos y ciudades. Estos dos acontecimientos conexos son indudablemente el cambio más notable de la condición humana que haya ocurrido en muy largo tiempo. La mayoría de los científicos de la naturaleza adoptan la opinión de Malthus sobre la población, es decir, que el número de seres humanos crecerá exponencialmente hasta el límite que le ponga la disponibilidad de alimentos o de otros recursos naturales. Creo que es ésta la razón para que ellos piensen que la actual tasa de aumento de la población es causa de grave perturbación. Lo primero que hemos de preguntarnos es qué número máximo de habitantes verosímilmente podrá mantener la Tierra. Dado el nivel de la tecnología y la agricultura actuales, podría decirse que el problema primario es el de la provisión de alimentos, aunque, claro está, tenemos además planteados otros problemas. Si consideramos únicamente el aprovisionamiento potencial de alimentos, probablemente resulte cierto que la Tierra podría sostener una población cerca de treinta veces mayor que la actual. Sería posible mantener a tanta gente con un régimen de alimentación | |
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fisiológicamente adecuado, pero no muy agradable. Lo que debemos entender por esto es que, suponiendo que cada individuo requiere, en términos de alimento vegetal primario, alimento de origen vegetal, entre 2 mil y 3 mil kilocalorías diarias, cabe predecir con certeza que tal producción alimentaria podría obtenerse de la tierra cultivable -no cultivada, sino cultivable- de que actualmente disponemos. La extensión de tierra que ahora cultivamos es aproximadamente de unos 1 400 millones de hectáreas, que probablemente podría ampliarse a 3 250 millones de hectáreas. No que sea cosa fácil de hacer, pero sí posible.
¿Por qué no resultaría fácil?
Porque sería difícil poner en cultivo la mayor parte de la tierra que ahora no se cultiva.
Exigiría una formidable inversión.
Muy cierto, inversiones muy grandes.
Y los insecticidas y fertilizantes contaminarían aún más la tierra.
Sí, así sería. Y agua, grandes cantidades de agua. De proseguir la actual tasa de crecimiento de la población, habrían de transcurrir algo así como ciento cincuenta años antes de llegar a una cifra treinta veces mayor que la actual. Ahora, la población se duplica cada treinta años. Con esta tasa de crecimiento, la población se habrá multiplicado por ocho en noventa años, por dieciséis en ciento veinte años y por treinta y dos en ciento cincuenta años. En la medida de lo previsible, éste sería -con la tecnología agrícola y métodos de producción alimentaria actuales- el límite aproximado de la población que podría mantener el planeta. Podríamos argüir -y hay quien lo hace- que la tecnología de la producción de alimentos está mejorando. No habremos de depender exclusivamente de la agricultura indefinidamente, suponiendo que contemos con energía suficiente. Y esto nos lleva al problema realmente fundamental: ¿Hay suficiente energía disponible? La cantidad total de energía encerrada en los combustibles fósiles, de seguir consumiéndose éstos siguiendo la tendencia creciente previsible, bastará cuando más para unos cientos de años. Por combustibles fósiles entiendo la hulla, el petróleo y el gas natural y los | |
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esquistos y arenas bituminosos y otras variedades de materia orgánica concentrada. Mientras sólo contemos con estas fuentes de recursos energéticos, la energía durará para unos cuantos centenares de años. Tanto desde el punto de vista de la provisión de alimentos como del abastecimiento de energía proveniente de combustibles fósiles -materia orgánica concentrada en la Tierra- puede verse un límite muy definido. Otras dos cosas que preocupan a la gente son, por una parte, las disponibilidades de recursos naturales de otras clases, como hierro, aluminio, cobre, cinc, plomo, helio y mercurio, y de otra parte, la contaminación. Si la mayoría de los habitantes del mundo futuro mantuvieran un nivel de vida comparable al que ahora prevalece en Europa y los Estados Unidos, los productos de desecho de la civilización alcanzarían tal magnitud que el hombre se ahogaría en su propia suciedad. Si utilizamos algún modelo determinista o mecanicista, puede demostrarse que, si la población continúa creciendo con un ritmo de duplicación de treinta o treinta y cinco años, se alcanzará finalmente un límite. En último término, el crecimiento de la población será limitado por la falta de alimentos, de energía, de otros recursos naturales o por la contaminación. Ésta es esencialmente la tesis de quienes escribieron Los límites del crecimiento y la del profesor Forrester, autor del modelo fundamental World Dynamics.Ga naar voetnoot1 A mí me parece que debemos proponer algunas graves cuestiones relativas a este particular juego de modelos de la Tierra. La primera y, a mi juicio, la más importante, es ésta: ¿Existe alguna prueba histórica -por lo que sabemos del comportamiento humano- que nos haga creer que Malthus tenía razón, que la población humana seguirá creciendo hasta alcanzar el límite impuesto por la carencia de alimentos? El ‘principio’ de Malthus sobre la población es una noción mecanicista. Afirma que los seres humanos no actúan en interés propio, que los seres humanos son autómatas, que carecen de libertad de acción y que, enfrentados a su biología y su ambiente, quedan desamparados. La historia ofrece muy escasas pruebas de que así ocurran las cosas. Por lo contrario, abundan las pruebas en favor de que la gente controla su fertilidad, limita el crecimiento de la población, cuando ve alguna razón para hacerlo. No sabemos bien cuáles sean las fuerzas o condiciones que in- | |
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ducen tal comportamiento. Comoquiera que sea, sin embargo, tenemos pruebas históricas de que así ocurre. Tomemos como ejemplo la más reciente prueba histórica: en muchos de los llamados países desarrollados, no todos, pero sí bastantes, incluso la mayor parte de las naciones socialistas de la Europa oriental, las regiones rusa y ucraniana de la Unión Soviética, la Italia septentrional, los pueblos escandinavos, los Estados Unidos y Japón, la tasa de natalidad ha descendido notablemente en los últimos treinta o cuarenta años. Ahora, en los Estados Unidos, la tasa de natalidad se encuentra probablemente apenas en el grado de la mera reposición, lo cual significa que cada mujer tiene justamente el número de hijos suficiente para reproducirse ella misma. Trasladando esto a términos norteamericanos, significa que cada mujer tiene, en promedio, unos 2.1 a 2.2 hijos. La mitad de estos hijos son varones (nacen de tres a cinco por ciento más varones que mujeres). En las naciones ricas son muy pocas las criaturas que mueren antes de alcanzar la edad reproductiva. Aproximadamente el dos por ciento de las criaturas muere antes de cumplir el año, y menos del uno por ciento antes de alcanzar la edad fecunda. En consecuencia, el número promedio de 2.2 hijos por mujer constituye lo que los demógrafos llaman tasa neta de reposición igual a uno. Y esto se refiere solamente al número de hijos que la mujer norteamericana realmente está teniendo ahora. Tomemos la presente tasa de fecundidad y ampliémosla para abarcar todo el periodo de la vida de la mujer en que ésta es capaz de reproducirse, con lo que reflejaremos la realidad de las cosas. La tasa de natalidad ha venido decreciendo muy rápidamente en los últimos siete u ocho años, tanto entre las mujeres de raza blanca como entre las negras de los Estados Unidos. No creo improbable que en todos los países desarrollados nos hallemos en los próximos diez años con que las mujeres no tienen hijos suficientes para remplazarse a sí mismas. No sabemos por qué haya de suceder así, pero hay varias explicaciones posibles. Tal vez la más general sea que los beneficios psíquicos, sociales y económicos que los hijos solían traer a sus padres no son ahora tan grandes como fueron en otros tiempos. En los Estados Unidos, hace ciento setenta años, el número de hijos por mujer era de siete en promedio. El número de hijos por mujer ha venido disminuyendo a lo largo de estos últimos ciento setenta años. La disminución llegó a su punto más bajo en los años treintas y ascendió después hasta la explosión de la natalidad de los | |
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cincuentas, pero a partir de entonces ha vuelto a reducirse. Mucha gente dirá que esto está muy bien, pero la mayor parte de la población mundial no habita en los países desarrollados, ricos y opulentos, sino en países pobres. Y en los países pobres la tasa de natalidad no ha comenzado todavía a descender, mientras que la de la mortalidad viene a ser aproximadamente igual en los países ricos que en los pobres. Lo que ha causado el enorme crecimiento de la población en el tercer mundo es que en éste no ha bajado la natalidad, mientras sí ha descendido la mortalidad. Por ejemplo, en la India, Pakistán y Bangladesh, en 1920, la esperanza media de vida estaba entre los veinte y los veinticinco años. Esto significa que una criatura, al nacer, tenía por delante una vida probable de veintidós o veintitrés años. Esto no significa que la persona que sobreviviera al nacimiento unos cuantos años sólo llegara a vivir veintidós o veintitrés. Aproximadamente la mitad de los niños moría antes de llegar a los diez años. Ahora, la esperanza de vida en la India, Pakistán o Bangladesh es de unos cincuenta años. Es mayor aún en la América del Sur, y es inferior en África. Pero tomando al tercer mundo en conjunto, en los últimos cincuenta años la esperanza de vida ha tenido un aumento de dos y media veces. En cambio, durante el mismo periodo, la declinación de la natalidad ha sido muy pequeña, y eso es lo que ha causado la llamada explosión demográfica, el crecimiento enormemente rápido de la población. En los países en desarrollo, la mujer tiene, en promedio, cuatro o cinco hijos y, a menudo, seis o siete. De todos estos hijos el ochenta por ciento sobreviven hasta más allá de la adolescencia. En los países adelantados la mujer tiene en promedio poco más de dos hijos, pero casi todos sobreviven y llegan a mayores.
La población de Venezuela crece a razón de algo más del tres por ciento anual y, sin embargo, el país tiene un elevado ingreso. Lo mismo ocurre con Brasil y México. Su ingreso per capita se eleva rápidamente, aun cuando la población también crece con gran rapidez. ¿Cómo se explica esto?
Probablemente, por lo que concierne a Brasil y México, la explicación radica en que la gran mayoría del pueblo no comparte la aparente prosperidad del país en conjunto. En estos países existe lo que se solía llamar ‘sociedades de dos naciones’, sociedades en que el pobre sigue sumido en la pobreza, mientras el rico se hace cada vez más opulento. | |
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La brecha se amplía...
...existe un sector moderno en el que la gente se enriquece y otro tradicional en el que la gente se encuentra en peor situación que antes. Así ocurre al parecer en México y Brasil y, ciertamente, en Venezuela.
Ahora bien, existe otra nación que es quizá, desde el punto de vista del número de sus habitantes, la más importante de todas: China.
En términos aproximados, uno de cada cuatro habitantes de la tierra es chino. Poco sabemos acerca de este enorme país. En tiempos modernos sólo ha efectuado un censo, el de 1953. En realidad, no sabemos cuál sea la tasa de natalidad en China, e igualmente ignoramos su tasa de mortalidad y cómo ambas se han modificado. Ni siquiera conocemos con aproximada exactitud el número de habitantes de este país. Podría ser que en él vivieran cien o doscientos millones más de personas de lo que creemos. No disponemos de muchas estadísticas. Los chinos nunca se han interesado mucho por las estadísticas. Al parecer, ni las reúnen ni las publican. Lo más que cabe hacer respecto a China es formarse de ella una imagen impresionista.
Se ha querido que Los límites del crecimiento fuera una contribución al estudio de cómo restablecer el equilibrio, después de una época de expansión y crecimiento ilimitados.
Sí, es indiscutible que debemos estabilizar el mundo. Quiero decir que no es posible proseguir su crecimiento exponencial. Por su misma índole, el crecimiento exponencial nos llevará, más pronto o más tarde, a la explosión. Mi crítica principal a Los límites del crecimiento se dirige contra la hipótesis de sus autores según la cual el crecimiento exponencial habrá de continuar hasta que lo detenga una catástrofe. Desde luego, no va a continuar en modo alguno. El crecimiento exponencial suele ser un fenómeno exclusivo de los periodos de transición. Estamos ahora viviendo una de las más grandes transiciones de la historia humana. Toynbee ha dicho que vivimos en el gozne de la historia. Estamos pasando de una clase de mundo a otra. El mundo que va a existir en el futuro -no que deba existir, sino que ha de existir- será un mundo más o menos estable. La cuestión es cuál será la clase de estabilidad a que | |
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llegará el mundo. Una de las posibilidades sería un mundo con unos doce mil millones de habitantes -diez a doce mil millones- con alimentación suficiente y adecuada para todos, recursos bastantes para todos y una buena vida, en términos materiales, para todos, además de mantener bajo control la contaminación. La alternativa extrema opuesta a ésta sería otra forma de mundo estabilizado, con un número de pobladores entre los cincuenta y los cien mil millones, en el que se mantuviesen equilibradas las tasas de natalidad y mortalidad, en el que la mayoría de sus habitantes no tuvieran nunca suficiente comida (lo que sería la razón para que la tasa de mortalidad hubiese igualado a la de natalidad), en el cual la pobreza fuese la condición humana casi universal y el futuro esencialmente desesperado, pues se habría consumido la mayor parte de los recursos naturales. La humanidad llevaría una vida muy limitada, y la inmensa mayoría de las personas apenas sobrepasarían el nivel de la mera subsistencia y en condiciones muy desagradables. El verdadero problema es cuál debe ser la clase de mundo estabilizado por la que debemos luchar. Pero Los límites del crecimiento no ofrece alternativa. Según sus autores, el curso futuro de los acontecimientos será un continuado ascenso seguido del derrumbe total, no una aproximación gradual a una forma de estabilidad, por mala que ésta fuera. Prevén, por lo contrario, la apresurada dilapidación de los recursos, el desenfreno del crecimiento de la población, de la economía y de la producción y, a continuación, una rápida y catastrófica declinación de la producción, la población y los recursos asequibles. La discusión se desarrolla en torno a la clase de modelo que uno construye. El modelo del mit se basa en la continuación del crecimiento exponencial. Pero, en primer lugar, el cambio exponencial no podrá continuar; en segundo término, no es necesario que continúe. En lugar de un crecimiento exponencial continuo, cabe igualmente prever un desarrollo representable por una curva en forma de S, que señalaría el comienzo de un descenso al llegar el crecimiento a cierto límite. La economía y la población crecerían cada vez más lentamente, en lugar de ascender sin cesar para después derrumbarse. En este momento nos encontramos en el mal punto... parecemos seguir el camino previsto por el modelo del mit... pero al final el crecimiento se lentificará e irá descendiendo paulatinamente. | |
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Lo que el modelo del MIT trata de demostrar es que llegar remos a un punto de ruptura a menos que hagamos algo rápidamente... a menos que modifiquemos las curvas, las tendencias...
El argumento fundamental del mit es que si no comenzamos inmediatamente a hacer algo acabaremos en el derrumbe. Contra este parecer arguyo que los autores del modelo han otorgado a las cosas prioridades erróneas. Con el fin de reducir la tasa de natalidad, de crear las adecuadas condiciones para que la gente se dé cuenta de que su interés radica en tener menos hijos, lo que necesitamos es proseguir el desarrollo económico, particularmente en los países subdesarrollados. En mi opinión, basada en la experiencia acumulada hasta ahora, es absolutamente utópico esperar que el pueblo de estos países atrasados se comporten en la forma adecuada para estabilizar la población y mantener ésta en un nivel estacionario, salvo que gocen de suficiente desarrollo económico que haga ver la razón para conducirse de tal manera. Es una solución muy cómoda para las naciones occidentales, los países ricos, el decir a los pueblos pobres que no podrán desarrollarse porque no hay recursos suficientes y porque la contaminación resultaría excesiva. Si queremos que la gente limite su fertilidad y si deseamos llegar a vivir en un mundo estable, pacífico, relativamente feliz, debemos comenzar por fomentar el desarrollo económico y social a escala mundial. La cuestión es: ¿Hay suficientes recursos y es posible dominar la contaminación? ¿Es factible el desarrollo económico sin causar excesiva contaminación? Creo que, tanto en amplitud como en profundidad, la investigación debe ir mucho más lejos que la realizada por los autores de Los límites del crecimiento. |
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