Debate sobre el crecimiento
(1975)–Willem Oltmans– Auteursrechtelijk beschermd26. Barry CommonerEl profesor Barry Commoner nació en Nueva York en 1917. Se graduó en zoología en la Universidad de Columbia y obtuvo su doctorado en biología en la Universidad de Harvard en 1941. En 1947 ingresó en la Universidad Washington de St. Louis, Missouri, como profesor adjunto de fisiología vegetal. De 1965 a 1969 fue presidente del departamento de botánica y durante los mismos años fue director del Centro para la Biología de los Sistemas Naturales, de la misma universidad. | |
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En 1966, Commoner publicó Science and Survival. Su última obra es The Closing Circle: Nature, Man and Techonology (Alfred A. Knopf, Nueva York, 1972). ¿Cuál es la reacción de usted a Los límites del crecimiento?
He estudiado el informe y, desde el punto de vista científico, lo encuentro muy seriamente defectuoso. El enfoque que aplica Los límites del crecimiento consiste en reunir datos relativos a las tendencias históricas de los varios parámetros implicados en la crisis ambiental y de los recursos del mundo, para después proyectar matemáticamente estas curvas y permitirlas que interactúen en la computadora. La forma en que interactúan los varios parámetros, o sea, el crecimiento de la población, la disponibilidad de alimentos, el desenvolvimiento tecnológico, etcétera, es la sustancia del programa de la computadora. Y resulta esencial preguntar qué mecanismos de interacción se eligieron para diseñar el programa de computación. Al examinar el informe del Club de Roma, únicamente encontramos una brevísima declaración, según la cual, la interacción entre los factores fue determinada mediante discusiones con eminentes autoridades y consulta de la bibliografía. Al elegir las interacciones se eliminó enteramente todo un grupo de parámetros, a saber, los factores económicos y los sociales. Al excluir tales factores, el programa de computación quedó fijado de manera que queda suprimida la posibilidad de modificar las relaciones a través de medidas económicas. Para expresarlo en términos sencillos: si no se introduce en la computación la información económica, la computadora da respuestas que no guardan relación con la economía. Tal es el resultado de la manera como fue diseñado el programa de computación. El enfoque que yo he utilizado es totalmente opuesto. He tomado en consideración las tendencias históricas de los niveles de contaminación, del crecimiento de la población, etcétera, y he preguntado cuáles son las interacciones entre estos factores, que se deducen de dichas tendencias. El procedimiento lo describo en mi libro The Closing Circle. Como usted sabe, el resultado de este estudio es que, en un país como los Estados Unidos, la causa principal del rápido aumento de la contaminación no ha sido el crecimiento de la población ni el incremento del consumo per capita, sino | |
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el cambio de la tecnología productiva, dictado por causas económicas, por el deseo de elevar la productividad y la ganancia. Esto me lleva a considerar que la más importante fuerza impulsora de la crisis de la contaminación en los Estados Unidos es de orden económico. Por consiguiente, el remedio principal ha de buscarse en el campo de la economía. Éste es precisamente el ámbito que la pauta del mit evita en sus conclusiones. En otras palabras, incorporada en la trama matemática total del diseño de Meadows no encontramos aquello que según mis datos resulta ser el más importante factor para enfrentarnos a la polución, a saber, las fuerzas económicas. Por tanto, en el terreno científico, he de llegar a la conclusión de que la técnica analítica utilizada por Meadows lleva en sí un error insoslayable.
Eso no cerrará el círculo. ¿Cree usted en un modelo de computadora como medio para...?
No. Creo que por ahora los modelos de computadora inducen a confusión, por cuanto nos obligan a seleccionar los datos en forma tal que excluyen toda aquella información que no puede introducirse en términos estrictamente matemáticos. Es mucho mejor para nosotros acumular datos y pensar acerca de ellos que entregarlos a la computadora. Según mi experiencia, un modelo de computadora basado en un conocimiento inadecuado de las bases teóricas del problema no sólo es inútil, sino perjudicial. El estudio de Meadows ha significado un paso atrás. Voy a explicarle por qué: En primer lugar, para afirmar que el crecimiento tiene un límite no se necesita la computadora. Muchos ecólogos, incluso yo, han dicho repetidas veces que el examen de la base teórica de la ecología y de las características de la biosfera pone absolutamente en claro que el crecimiento de la explotación de la biosfera necesariamente tiene un límite. Por consiguiente, la principal conclusión del informe, la existencia de un límite al crecimiento, es redundante. La base para esta conclusión se halla presumiblemente en el análisis de la computadora. Sin embargo, el análisis de computadora es tan erróneo y descarriante que los autores del estudio han agregado a esta vieja idea un conjunto de conclusiones desviadas. Por consecuencia, creo que, en cierto sentido, el estudio de Meadows significa realmente un paso atrás, por cuanto parte de una vieja idea y la reviste de una significación aberrante, desviada. | |
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Y en mi opinión, creer que la base de la solución de los problemas del mundo es el control del crecimiento es una equivocación, aunque, evidentemente, no podemos crecer eternamente. La cuestión que hay que plantear es ésta: ¿cuál es la causa de nuestras actuales dificultades? Si pretendemos que la gente actúe, es necesario que comprenda por qué estamos en dificultades y qué debemos hacer para resolverlas. No tenemos pruebas de que la causa de nuestras actuales dificultades sea el que hayamos llegado al límite del crecimiento. En otras palabras, si como todos sabemos, hay un límite al crecimiento de la producción -digamos en los Estados Unidos- evidentemente nos hallaríamos ante perturbaciones ambientales si el crecimiento hubiese llegado a un punto cercano al límite. Pero esto no es la causa de las perturbaciones ambientales en los Estados Unidos. Por ejemplo, ¿por qué hemos llegado a experimentar dificultades con la producción energética? Permítame volver atrás. La producción de energía aumenta con gran rapidez, y esto constituye una gran causa de contaminación. Una de las razones es que hemos pasado de producir ciertos metales, como el acero, a producir aluminio. La producción de aluminio requiere una cantidad mucho mayor de electricidad. Ahora bien, ¿por qué hemos pasado de la producción de acero a la de aluminio? ¿Porque escasea el hierro? No, sino porque la producción de aluminio rinde mayores ganancias que la del acero, y en nuestra sociedad competitiva la producción se desvía hacía donde el provecho es mayor. Lo que trato de demostrar es que la causa de nuestras dificultades no es que estemos llegando al límite del crecimiento. La razón es que hemos desarrollado tecnologías locamente antiecológicas. Pienso que si tomáramos todo el alimento del mundo y lo repartiéramos en porciones iguales entre todos sus habitantes, nadie llegaría a la inanición, lo cual nos demuestra que la causa del hambre no es que no existan suficientes alimentos, sino que su distribución no es equitativa. Se trata, pues, de un asunto de cariz político y económico. Por consiguiente, considero que el informe del mit constituye un paso atrás, pues toma lo que es una noción abstracta y generalmente aceptada -la existencia de un límite- y la aplica erróneamente a la situación inmediata. Y creo que con ello se ofrece al pueblo una idea equivocada acerca de las razones de las dificultades en que nos encon- | |
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tramos. Pienso también que ha sido muy infortunado que el Club de Roma decidiera dar al informe el empuje político que le ha dado, pues con ello ha hecho que muchas personas acepten las ideas sin haber tenido la oportunidad de considerar su fundamentación científica.
Usted advierte también cierto peligro político, pues en el Herald Tribune ha dicho que la crisis ambiental constituye el más peligroso asunto político del mundo.Ga naar voetnoot1
Sí, pienso que la historia del informe del Club de Roma es buen ejemplo de lo que yo quiero decir cuando afirmo que la crisis ambiental se ha convertido en peligroso asunto político. A mi parecer, si con fundamento en este estudio llega usted a la conclusión de que la única manera de resolver la Crisis ambiental es reducir el consumo y la población, está usted muy próximo a dar el siguiente paso, ejemplificado por el libro Blueprint for Survival en Inglaterra, donde se prescribe para ese día un régimen autoritario que habría de dictar al pueblo dónde vivir, dónde construir, etcétera. En otras palabras, un régimen altamente organizado, orquestado, como dicen los autores. Evidentemente, es necesario decidir qué cosas han de hacerse; pero lo que resulta tan peligroso políticamente es que el esquema prevé un rigurosísimo control sobre la vida del país, sin decir ni una palabra acerca de quién ejercerá el mando. En mi opinión, tal manera de ver deja el concepto ecológico abierto a, digamos, un uso fascista.
¿Piensa usted que, para el uso adecuado y racional de los recursos de los Estados Unidos, sea esencial la socialización de la economía nacional, entendida en el sentido marxista clásico, lo que Peter L. BergerGa naar voetnoot2 llama ‘un programa disfrazado para el socialismo’?
La principal lección que se desprende de la crisis ambiental es que la biosfera representa capital esencialmente pro- | |
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ductivo, tanto en la industria como en la agricultura. Queda también en claro que la biosfera es necesariamente un bien socialmente poseído. Tendría poco sentido repartir el aire o el agua y entregarlo a la propiedad privada. Ahora nos enfrentamos a lo que yo considero una idea bastante importante, que ya he puesto de relieve en uno de los capítulos de mi libro. Por primera vez se ha puesto en claro que todas las teorías económicas actuales, socialistas o capitalistas, han dejado de considerar un gran factor de la producción: la biosfera. En cierto sentido, tanto la teoría capitalista como la socialista prescinden de este importante factor. Si subsanamos la omisión e incorporamos este nuevo factor en ambas teorías, descubriremos que el concepto de la economía basada en la empresa privada choca violentamente con los imperativos ecológicos. Evidentemente tiene poco sentido el organizar la propiedad sobre una base privada cuando, no sólo la organización humana de la producción, en el sentido marxista clásico, está socializada, sino que también es de propiedad social una parte del capital: la biosfera. En otras palabras, como digo en The Closing Circle, la empresa privada, la empresa libre, quizá sea libre, pero no es totalmente privada, por cuanto toda empresa privada utiliza un bien social: la biosfera. Por consiguiente, un sistema de producción basado en la propiedad social de los medios de producción parecería más adecuado que el fundamentado en la propiedad privada. En este sentido, el concepto marxista clásico de propiedad socializada de los medios de producción, es decir, el socialismo, parece ajustarse mejor a las necesidades de la biosfera que el sistema de propiedad privada. La gente siempre dice, ¿por qué la Unión Soviética tiene contaminación? La razón es que en la Unión Soviética, lo mismo que en los Estados Unidos, se ha prescindido de la biosfera como factor productivo esencial. Mientras que en los Estados Unidos los gerentes buscan la mayor ganancia, los administradores soviéticos tratan de cumplir con las cuotas de producción, y a menudo parecen dedicarse por entero a cumplir sus planes de producción, sin preocuparse de la consecuente contaminación. Ahora que en ambos países se ha hecho evidente la necesidad de evitar la contaminación ambiental, creo que será más fácil lograr este propósito en la Unión Soviética que en los Estados Unidos. En los Estados Unidos es ya patente que existen serias contradicciones entre el afán de lucro de los industriales, el deseo de empleo de los traba- | |
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jadores y el anhelo del pueblo por un ambiente limpio. En muchos lugares, las presiones en pro de reducir la contaminación industrial han costado empleos a los trabajadores. El choque entre el afán de lucro y los deseos de los trabajadores probablemente se intensificará en cuanto se intente limpiar el medio.
¿Qué cabe hacer?
Como describo detalladamente en mis dos libros, los problemas no son científicos, sino políticos; son juicios de valor. Ha de juzgarse entre el valor que se obtiene de una planta nuclear y el riesgo de la radiactividad. Ahora bien, ésta no es una cuestión científica. Para responderla no es necesario ser doctor en ciencias. No se requiere tener una profesión determinada. Lo indispensable es tener conocimiento de los hechos y conciencia humana. Ahora bien, a mi parecer, todo habitante del mundo tiene el derecho a ejercer su conciencia. Creo que lo que impide a muchas personas tomar decisiones respecto a estos asuntos es el desconocimiento de los hechos necesarios para ello. Creo que la función del científico, del profesional, es procurar que estos hechos necesarios para juzgar lleguen a conocimiento del pueblo. Yo quiero confiar en la decisión del pueblo, no en las decisiones del señor PecceiGa naar voetnoot3 y los amigos que tiene entre los primeros ministros. En mi opinión, nadie ha conferido a estos señores el derecho a guiar la conciencia del mundo. Lo que hemos de admitir es que estamos enfrentados a una situación política nueva. Hemos descuidado un aspecto importante de nuestras vidas, que ahora vuelve a introducirse en nuestro pensamiento. Creo que los juicios habrían de fundamentarse en el conocimiento y la opinión de los pueblos de todo el mundo. Usted me dirá, bien, ¿cómo va a actuar el pueblo? No sé cómo actuará. El pueblo inventa formas de actuar una vez comprende la situación. En el debate que sostuve con Peccei, yo señalaba que él había depositado su fe en los primeros ministros y científicos, mientras que yo fiaba en la sabiduría de la gente ordinaria. Ya veremos quién tiene la razón.
Pero Peccei también confía en los periodistas y en los medios de comunicación. ¿Incluye usted a los periodistas entre esos | |
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grupos de personas que pueden contribuir a despertar la conciencia humana?
Sí, claro está que sí. En los Estados Unidos ha sido muy evidente. Tenemos un movimiento entre los científicos: el Instituto de Científicos pro Información Pública, para llevar esta información al pueblo. Hemos contado con enorme ayuda por parte de los noticiarios y los periodistas. A este respecto, el problema político consiste o en confiar en el pueblo o creer que debe manipularse la opinión de los políticos. Yo, desde luego, confío en el pueblo. |
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