Debate sobre el crecimiento
(1975)–Willem Oltmans– Auteursrechtelijk beschermd20. Sicco L. MansholtSicco Leendert Mansholt nació en Ulrum, Holanda, en 1908. Estudió agricultura tropical en Deventer y trabajó de 1934 a 1936 en plantaciones de té en Java, entonces parte de las Indias Orientales Holandesas. Fue ministro de agricultura del primer gabinete formado después de la liberación de Holanda, en 1945, y presentó en 1953 el ahora famoso plan Mansholt para la agricultura, en el contexto del Mercado Común Europeo. De 1958 a 1967 fue vicepresidente del Mercado Común Europeo. El 1o de enero de 1973 renunció al cargo de presidente interino de la cee (Comunidad Económica Europea). Figura entre los más insignes estadistas europeos. ¿Cree usted que se llegará a una administración multinacional del mundo en un futuro previsible?
Yo no veo que eso suceda todavía. No en un futuro próximo, al menos. La única organización en escala global hasta ahora, las Naciones Unidas, tiene sin duda gran importancia, pero escaso o nulo poder político real. Desde hace mu- | |
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chos años vengo sugiriendo la fundación de una asamblea democrática mundial, responsable ante la humanidad en conjunto. Podría trabajar en el marco de las Naciones Unidas, en forma comparable a la Comisión de la Comunidad Europea, ser independiente, actuar por mandato de la Asamblea General y con capacidad de tomar decisiones ejecutivas. Esto significaría cierto poder verdadero. De esta manera, tal comisión de la onu podría quizá acometer la solución de algunos de los urgentes problemas que nos acosan, como el de la polución, el de la contaminación y el del rampante crecimiento económico. Necesitamos con suma urgencia la solución a estos problemas. ¿Creo posible en un futuro próximo esta organización? Ciertamente no. Tal vez la humanidad no esté madura para tomar medidas prácticas hasta que nos amenace una inminente catástrofe.
Usted ha expresado su asombro porque un industrial italiano como Aurelio PecceiGa naar voetnoot1 haya tomado la iniciativa de encargar a las computadoras el suministrarnos información sobre qué hacer en el mundo.
Es sin duda una vergüenza que dejemos la solución de estos asuntos urgentísimos a una organización privada como el Club de Roma, y que las naciones no hayan alcanzado la sabiduría de darse cuenta de que se ha hecho imperativo comenzar a organizar el planeta en conjunto. Pero cuando tomo en consideración la actual actitud de los gobiernos, de los políticos, y también, la manifiesta debilidad de las Naciones Unidas, se echa de ver que no cabe esperar cambios de alguna importancia en un futuro inmediato.
¿No es también muy lento el progreso de la unidad europea?
Sí. Eso es una gran dificultad. ¿Nos queda tiempo para permitirnos progresar con tanta lentitud? Ésa es la cuestión. En mi opinión, el factor tiempo habrá de ser de primordial importancia. Y sin embargo, vemos que se han necesitado quince años para llegar al mero principio de la unión monetaria europea. Apenas hemos emprendido la labor de delinear una política social europea. Las cosas se mueven con irritante lentitud.
Y los problemas van amontonándose con terrible rapidez, también en la tecnología. | |
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Sí. Si van a ser necesarios otros veinte o treinta años para que el hombre dé los primeros pasos para el comienzo de una organización mundial eficaz, en mi opinión, llegaremos demasiado tarde.
Usted, ha dicho en algún lugar que Marx ya había anunciado que el capitalismo habría de derrumbarse, pues iba a producir bienes que nadie podría comprar. El planeta está en vías de agotar sus recursos. Quizá, tanto el capitalismo como el comunismo o el socialismo se hundan por causa muy distinta: hambre.
Ciertamente, el primer recurso que nos va a faltar es el alimento. El segundo desastre será la destrucción del equilibrio ecológico. El tercero está vinculado con el del ambiente, y estará representado por el agotamiento de la energía. Nos faltará la energía y no tendremos el problema térmico ni el nuclear. En el curso de los próximos quince o veinte años el planeta habrá de enfrentarse a las más graves dificultades, pero parece bastante impreparado para encararse decididamente a ellas.
Los campesinos de Dinamarca votarán en favor del ingreso de su país en la Comunidad Económica Europea, por la sola razón de creer que así obtendrán mejores precios para sus exportaciones, difícilmente porque tengan conciencia de la necesidad de una Europa unida.
Por supuesto, su única raison d'étre es vender su queso y su mantequilla a mejores precios. Sin duda no serían motivados por la idea de crear una poderosa Europa unida, y eso, lo admito, no es muy buen comienzo. Sería perfectamente posible crear en Europa una vida de mejor calidad. Tenemos la organización. Tenemos el poder. Si surgiera la voluntad política podríamos hacerlo. En lugar de ello, sin embargo, advierto cierta tendencia en opuesta dirección. Los poderes son cada vez más lentos. Veo síntomas de la reaparición del nacionalismo, los cuales se reflejan claramente en los procesos de decisión.
¿Traería el socialismo los cambios necesarios?
¿Qué significa para nosotros la palabra ‘socialismo’? No veo cómo el socialismo, tal como se aplica en la Unión Soviética, por ejemplo, pudiera ayudarnos mucho. Como usted | |
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sabe, yo soy socialdemócrata. Me doy perfecta cuenta de la inherente debilidad del socialismo democrático. Le falta poder de decisión. Le falta la capacidad de acción manipulante. Es absolutamente preciso que creemos un nuevo socialismo en que todos participen. No podemos seguir funcionando por más tiempo con gobiernos o instituciones de poder que deciden por encima de las cabezas del pueblo.
Los gobiernos deberían verdaderamente inspirarse en la genuina voluntad de las masas. El pueblo debería estar en posición de influir realmente sobre los políticos, sobre sus representantes elegidos. La humanidad persigue este propósito desde los días de Matusalén.
La única solución para enfrentarse a las dificultades del futuro sería convencer a todos de que el hombre se está enfrentando al más terrible reto de todos los tiempos, convencer a cada hombre de su responsabilidad individual por lo que toca a la supervivencia de la humanidad. En mi opinión, el actual sistema de producción y consumo, basado en una sociedad capitalista, es incapaz de resolver estos problemas mortalmente graves. La solución sólo será posible cuando los mismos trabajadores de las empresas sean plenamente responsables de los fines y objetivos del proceso de producción y se comprometan en él activamente. El hombre necesita la total reforma y reestructuración de la sociedad, de nuestra sociedad. En algunos aspectos, esto podría lograrse por medio de una descentralización mucho mayor de las actuales instituciones, una descentralización de la que resultara para las regiones un poder mucho mayor para enfrentarse a las dificultades y resolverlas. A cada ama de casa, cada obrero, cada empleado de oficinas o empresas debería imbuírsele la convicción de su responsabilidad y dársele a conocer en toda su magnitud la peligrosa situación en que se encuentra el planeta. Cuando lleguemos a un socialismo en que ni la industria ni el capital decidan lo que ha de producirse, sino que la producción se base en el consenso y el interés común de la sociedad en su integridad, podremos salir constructivamente del callejón sin salida en que estamos metidos. No pienso que usted crea que por el simple expediente de detener el crecimiento material vamos a resolver ninguno de nuestros problemas. No creo que sea posible contener el crecimiento material dentro de los próximos diez años. | |
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Robert S. McNamara aconseja el crecimiento económico ininterrumpido a fin de ayudar a los pueblos del tercer mundo a elevar su nivel de vida.
Eso no es cierto. No necesitamos crecimiento. Sin que aumente el crecimiento per capita, que significa crecimiento del consumo per capita de bienes materiales, podremos sobrevivir mejor y, al mismo tiempo, nos será posible ayudar al ochenta por ciento de la población del mundo, que vive en la pobreza. El crecimiento material no tiene un fin absoluto. Será imposible a las naciones en desarrollo alcanzar los niveles de vida ahora prevalecientes en Europa y los Estados Unidos. A fin de no reducir la brecha entre las naciones ricas y ese ochenta por ciento de gente pobre del mundo, es necesario que los países opulentos detengan su crecimiento material. Si verdaderamente estuviéramos dispuestos a ceder algo de nuestra riqueza a las naciones en desarrollo, podríamos ayudarlas a elevar sus posibilidades para una vida mejor. Usted sabe tan bien como yo que actualmente no cedemos prácticamente nada de nuestra riqueza a las naciones verdaderamente pobres. Recientemente me reuní en Holanda con un grupo de obreros jóvenes, en sus primeros veintes. Les pregunté si ellos estarían dispuestos a compartir buena parte de nuestra riqueza con las naciones en desarrollo. Y muy correctamente me contestaron que ellos estaban ciertamente bien dispuestos a compartir con el tercer mundo pobre, pero se oponían a hacerlo en las actuales condiciones del sistema capitalista occidental.
G.D. van Gelswijk,Ga naar voetnoot2 el obrero agrícola de Lissa que respondió a usted, también le preguntó por qué razón usted, sostenedor de tan progresistas ideas, trabajaba en la cima de este sistema capitalista, como presidente de la Comisión Económica Europea.
Eso es muy sencillo. Es más lo que puedo hacer por estos ideales dentro del sistema, que como espectador o crítico fuera de él. |