Debate sobre el crecimiento
(1975)–Willem Oltmans– Auteursrechtelijk beschermd16. Alexander KingEl doctor Alexander King es director general de asuntos científicos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (ocde), de París, desde 1961. | |
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segunda Guerra Mundial actuó como consejero científico delegado ante el ministro de la producción. De 1943 a 1947 encabezó en Washington la Misión Científica del Reino Unido y la consejería científica de la embajada de este país en los Estados Unidos. De 1947 a 1950, el doctor King fue el jefe del secretariado científico del gabinete. ¿Cuáles han sido las reacciones a Los límites del crecimiento por parte de los científicos de la OCDE y del círculo de las Naciones Unidas?
Muy variadas y, sobre todo, reticentes. Como el público general, los científicos están divididos al respecto. Naturalmente, los científicos se inclinan a creer que la tecnología, creación suya, puede resolverlo todo. Sin embargo, van convenciéndose cada vez más de la importancia del factor tiempo. Vea usted, los científicos ya convenimos en que la política científica debe articularse con las políticas económica y social. Pero como transcurren de diez a quince años desde que un nuevo descubrimiento científico pasa de lo meramente conceptual a transformarse en un producto industrial o en una innovación social, si la ciencia dirige su atención a los problemas de hoy, se encontrará con quince años de retardo. Subsistirá como remedio más que como impulso creador. Por consiguiente, la importancia de Los límites del crecimiento para el científico, quien apenas comienza a embeberse del asunto, estriba en que constituye un aviso de la necesidad de planear con mayor alcance en el futuro, y examinar junto con los economistas y los políticos los problemas más remotos, pues de otra manera sus resultados quedarían depassés. Sin embargo, a mi parecer y al de muchos de mis colegas, Los límites del crecimiento subestima un tanto los factores técnicos. Es posible hacer más, pero todo depende de la disponibilidad de energía en abundancia.
Según Tinbergen,Ga naar voetnoot1 el modelo necesita enfoques más precisos. | |
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Por supuesto que sí. Nadie piensa que el modelo sea perfecto, ni siquiera sus autores. Creo que es desconcertante -dejando aparte la reacción de los economistas, reveladora por sí de haber llegado el momento de que ellos se dieran cuenta de su obligación de entrar en acción- el que tanta gente haya creído que este nuevo enfoque, enfoque novedoso, la primera investigación en un nuevo campo, deba darnos todas las soluciones. Es lo contrario de la pauta entera del desarrollo científico -una reacción emocional, no científica-. En realidad, el estudio en cuestión abre una puerta. Nada más, pero ya es algo de enorme importancia. El paso siguiente habrá de ser que Tinbergen y su equipo y muchos otros vayan dándonos gradualmente mucha más información, mucha más certeza, y hacerlo de modo que pueda conducir a acciones políticas.
Hablando con SkinnerGa naar voetnoot2 respecto de su libro Beyond Freedom and Dignity, tan controvertido, me dijo que la causa de que el noventa o el ochenta por ciento de las críticas hubiesen sido devastadoras era que la gente no sabía leer. ¿Sería esto aplicable a Los límites del crecimiento?
Indudablemente. Muchas de las críticas desfavorables que he leído y, debo confesarlo, algunas de las favorables, se basan por igual en preconcepciones o prejuicios, y nada indica que los opinantes hayan leído realmente el libro. Por ejemplo, en el libro se insiste repetidas veces en que no intenta hacerse futurología, que no se predice el futuro, que meramente se dice lo que sucederá si no cambiamos. Esto no obstante, son muchos los críticos que dicen que las predicciones jamás se cumplen, pues se interponen cambios que lo impiden. Bueno, esto es precisamente el objeto del libro; por tanto, es evidente que tales críticos no lo han leído.
¿Cómo han reaccionado los científicos del tercer mundo, que usted tan bien conoce, y los de las naciones socialistas?
Éste es un problema sumamente interesante. Claro que no sólo los científicos, sino toda persona pensante de los países subdesarrollados habrán de reaccionar negativamente al principio, pues el libro indica una situación que deja a los países del tercer mundo en posición más precaria que la generalmente admitida. Y es natural que reaccionen contra | |
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eso, que puede parecer como una suerte de neocolonialismo rampante: es decir, la reacción del rico que ha ensuciado su nido, pretende conservar su posición y, al mismo tiempo, desea detener todo lo demás. Pero mi experiencia, sobre todo después de las discusiones que el Club ha sostenido en Río de Janeiro, me lleva a creer que los científicos latinoamericanos, como representantes del tercer mundo, cambiarán de opinión con el tiempo. Se han dado cuenta de que hay hechos básicos a los cuales se ha de hacer frente. En consecuencia, en el Club de Roma nos hemos sentido inmensamente felices al enterarnos de que los latinoamericanos, con el apoyo económico de Canadá, que el Club ha conseguido para ellos, van a profundizar el estudio, en realidad, a considerar el problema desde su propio punto de vista. Esto es un enorme avance.
Ha hablado usted de Río. En la conferencia mundial sobre el medio humano celebrada en Estocolmo del 5 al 16 de junio de 1972, Brasil adoptó la posición de que no iba a permitir que preocupaciones ecológicas perjudicaran su desarrollo económico.
La posición es muy natural y ciertamente muy comprensible. En un país enorme y vacío, resulta muy difícil conceder la prioridad al futuro remoto; sopesar la lesión económica contra las ventajas económicas a corto plazo tan terriblemente deseadas. Ésta es la actitud esquizofrénica inevitable que individuos y países por igual presentan ante la disyuntiva de elegir entre los intereses inmediatos y los más seguros logros a largo plazo.
Dr. King: ¿Cree usted que los problemas ambientales estén penetrando en la conciencia política del mundo?
Los problemas del medio, sí. De las conversaciones que hemos sostenido, particularmente Aurelio Peccei y yo, con líderes políticos y otros, deduzco que el cuerpo político está adquiriendo plena conciencia del problema total. El problema ambiental, el de la contaminación, recibe atención prioritaria. Quizás, en parte, porque este problema es el más fácil entre los que integran el complejo a que llamamos problématique. Es problema que puede resolverse técnica y económicamente a un precio no excesivo. Éste es el aspecto más esperanzador. Lo que todavía no sé es si los políticos realmente van a enfrentarse con hechos a los problemas socioeconómi- | |
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cos, de agotamiento de recursos, e industriales que amenazan a más largo plazo, ni si esto conducirá realmente al comienzo del fin de la economía de consumo y despilfarro.
¿Tiene usted esperanzas?
Sí, las tengo, pero únicamente a condición de que nos quede suficiente tiempo. No sé.
Usted ha trabajado mucho con Aurelio Peccei,Ga naar voetnoot3 como iniciador del Club de Roma. El profesor William Thompson, de la Universidad de York,Ga naar voetnoot4 Toronto, Canadá, señalaba recientemente en la revista Harper's: ‘Peccei es el ejemplo del administrador multinacional en busca de un nuevo orden concéntrico’.Ga naar voetnoot5 ¿Qué impresión tiene usted de él?
Conozco a Aurelio y trabajo con él desde hace muchos años. En realidad, el concepto entero del Club de Roma nació de discusiones tenidas en esta misma pieza entre él y yo.Ga naar voetnoot6 A mi pensar, es una persona única. Por desgracia no es un ejemplar típico, pues los grandes jefes, así como los burócratas de las compañías trasnacionales están casi exclusivamente ligados a los negocios de sus empresas. No obstante, creo que las firmas multinacionales, por razón de realizar operaciones a escala mundial, están en posición de ver las cosas más globalmente y, en consecuencia, cabe esperar de ellos mayor comprensión y que proyecten su pensamiento mucho más adelante. Pero Peccei es excepcional porque pone este concepto global de las dificultades del mundo antes que cualquier otra cosa, y creo que es uno de los hombres de mayor dedicación que yo haya encontrado en mi vida. Vive el problema y, a mi pensar, su motivación es tan pura como la más pura de cualquier otra persona a la que yo haya conocido. Es enormemente laborioso y dedica gran parte de su tiempo a los problemas de que hemos venido hablando. Su visión es verdaderamente mundial. Con toda certeza no es en modo alguno un ejemplar típico de los negociantes internacionales | |
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ni de los hombres de empresa de los países industrializados. Es uno de esos raros espíritus a quienes nos gustaría cultivar, pero no es fácil.
En cierta ocasión me dijo: ‘¿Cómo podría yo hacer otra cosa, cuando veo a mis hijos y mis nietos?’
Sí. Todos los ciudadanos del mundo podrían adoptar el mismo punto de vista, pero no lo hacen. Ésta es la diferencia que existe entre Aurelio Peccei y los demás: su preocupación por el futuro de la humanidad. |
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