Debate sobre el crecimiento
(1975)–Willem Oltmans– Auteursrechtelijk beschermd9. John R. PlattEl doctor John R. Platt es profesor de física e investigador de biofísica en la Universidad Ann Arbor, Michigan. Me reuní con él para esta entrevista en el Centro para el Estudio Avanzado de las Ciencias de la Conducta de la Universidad Stanford, de California, donde en diciembre de 1972 se encontraba dedicado a trabajos de investigación. | |
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(1966), Perception and Change: Projections for the Future (1970) y On Social Transformation (1972). Profesor Platt: Como científico de la conducta, ¿qué opina usted de Los límites del crecimiento?
Desde hace años creo que tenemos planteado un problema social que poca gente había percibido hasta fecha muy reciente. El problema consiste en que ahora estamos atravesando una gran transformación del mundo. Única. Es la primera y única ocasión en la historia de la especie humana en que ocurre una transformación en tan grande escala, tan grande que sobrepasa en mucho a diez revoluciones industriales y reformas protestantes condensadas en una sola y desarrollada en veinte años.
¿Cree usted que el modelo de Forrester sea un paso en dirección a aprender a cuidar el planeta?
Sí, convengo en ello.
Desde el ángulo de la ciencia de la conducta, ¿no es más bien un modelo de cifras que de acción social?
Bueno, hay muchas cosas que hacer paralelamente. Hemos de acometer simultáneamente: cultivar la concientización, educar al mundo, desarrollar industrialmente a los países subdesarrollados, realizar estudios conductistas y formular predicciones. Hemos de emprender en paralelo un millar de cosas. La sociedad humana es tan complicada por lo menos como un automóvil. Un automóvil típico de la General Motors tiene quince mil partes, cada una de las cuales ha de ser diseñada, y todas encajar conjuntamente. La sociedad es por lo menos igualmente complicada. Tenemos proyectistas y estudiantes, arquitectos que trabajan paralelamente en los quince mil aspectos de la sociedad, aspectos todos que, además, deben encajar entre sí. Desde este punto de vista, Los límites del crecimiento constituyen un burdo primer paso en la tentativa para ver la estructura global en su totalidad, considerar cuáles serán sus futuras consecuencias y decidir cuántas serán las cosas que habremos de ajustar si queremos sobrevivir.
¿Cómo reconfigurar eso que McLuhan llama el ‘fondo’?Ga naar voetnoot1 | |
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La revolución de estos últimos treinta años ya está ocasionando enormes mudanzas. Va a transformar todas las instituciones humanas hasta dejarlas irreconocibles. En realidad, estamos viendo ocurrir tales cambios ante nuestros ojos. La transformación de la agricultura, la banca, la industria, el ejército, la policía, el sistema legal, la nación-estado, el sistema internacional, la familia, la escuela, sistemas e instituciones todas que parecen agitarse en medio de una enorme fermentación. ¿Dije la Iglesia? También ella. Todo fermenta con enorme intensidad. Para dar un ejemplo, tomemos las transformaciones de la familia. Ahora, casi cada día o cada semana leemos, en libros populares o revistas, opiniones sobre cómo debe cambiar la familia, cómo hemos de hallar formas para vivir en grupo o escapar de las limitaciones de la familia centralizada o descubrir modos de vida comunitaria; pero en esta misma región, en torno a San Francisco, según se estimaba, el verano último eran cuarenta mil las personas que vivían en comunas. No hay modo de contarlas, pues en cuanto se intenta, las comunas se disuelven y desaparecen sus integrantes. Se estima, sin embargo, que en ellas habita un cinco por ciento de las personas entre los dieciocho y los treinta años de edad. Es una fracción insignificante; no es una mayoría; pero es un grupo de magnitud considerable que experimenta con nuevos modelos de vida en familia, con nuevos valores morales y con nuevas formas de vivir en armonía con el medio. Algunos de estos experimentadores habitan granjas agrícolas; otros viven en la ciudad, en casas de apartamientos, limitándose a compartir el alquiler. En ocasiones, entre ellos prevalece la libertad sexual; pero otros grupos viven como los cristianos primitivos, tienen comidas comunales y tratan de amarse entre sí, como hicieron aquéllos. El caso es que esto es experimentación, y experimentación en que participan grupos muy disímiles, desde hippies hasta profesores u hombres de negocios. Si se examina este movimiento, se encontrará que en forma alguna se limita a los jóvenes. Está transformando nuestras ideas acerca de lo que es la familia y lo que debería ser, y enseñándonos cuán libre y cómoda puede vivir la gente en una nueva sociedad.
¿Qué me dice de la ‘libertad’ de Skinner en una nueva sociedad? ¿En qué forma daremos el ‘paso’ hacia el hombre?
A mi parecer, el trabajo de Skinner hace posible nuevas formas de vida en grupo, en que los hombres no se castigan | |
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entre sí, sino más bien, como dice Skinner, se fortifican mutuamente, se recompensan unos a otros, mediante la mirada, la inflexión de la voz. Es la antigua idea cristiana de ‘ama a tu prójimo’ o ‘ama a tu enemigo’. Éste es el método más eficaz para modificar la conducta del prójimo o del enemigo.
¿Cree usted que este ‘enfoque de refuerzo’ sea una contribución importante a una nueva forma de convivencia?
Sí, claro. Hemos de hallar nuevas vías en algunos de estos campos de la relación humana, encontrar un nuevo refuerzo, pues las viejas formas acabarían por destruirnos si continuamos con ellas por encima de este nivel al que nos acercamos en todo el mundo. Los viejos procedimientos de crecimiento económico, de expansionismo, cuando nuevas naciones tratan todas de crecer en el mundo entero, nos llevarían simplemente a chocar unos con otros. Esto conduce a la destrucción. Los viejos hábitos de no limitar la natalidad tuvieron otrora gran valor de supervivencia, pues la vida era dura y la enfermedad acechaba por doquier. Pero ahora, de repente, hemos reducido las enfermedades, hemos limitado la mortalidad, y nos damos cuenta de que debemos limitar también el número de nacimientos. Esto implica la necesidad de nuevas gratificaciones psicológicas, nuevos refuerzos, para nuevos patrones de comportamiento personal, si queremos sobrevivir.
Según usted, ¿cuál será el papel del individuo en la futura sociedad? Toynbee me habló de ‘una dictadura benévola’ para manejar el mundo.
No confío en las dictaduras, benévolas o no. La dictadura es una vieja forma de gobierno que a veces ha ‘funcionado’, en el caso de naciones que seguían una política expansionista; pero en una sociedad mundial, en una sociedad global, no cabe pensar en términos de autoridades o dictaduras centrales, sino de redes de interconexión, justamente como en el cerebro humano. No hay célula dictadora en el cerebro humano.
Pero sí autoridad.
¿En el cerebro humano? | |
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No en el cerebro, pero en la red de los seres humanos sí debe haber cierta forma de autoridad.
No hay ‘autoridad’ en la corriente sanguínea. Existe una cadena de asas de retroalimentación que regulan las válvulas, las cierran y las abren; que regulan la adrenalina, la presión sanguínea. Hay toda una cadena de asas de retroalimentación que mantienen la estabilidad del organismo. En nuestro cuerpo tenemos un asa para el riego sanguíneo, un asa para el sistema nervioso, un asa para el sistema linfático (ya sabe usted, los ganglios linfáticos, como los de las axilas, que suministran el líquido necesario). Tenemos muchas, muchas asas químicas de enzimas y anticuerpos y procesos digestivos. De la misma manera, creo que en un mundo bien organizado no debe existir un dictador único que mande sobre todos. No debe haber un único profesor o grupo de profesores que tengan a su cargo todo el planeamiento. No deberá haber un gobierno único para cada ciudad. En lugar de esto, estamos viendo ya, en todo el mundo, cómo crecen las mencionadas redes reguladoras. Vemos una red de ciencia o de organismos no gubernamentales. Ahí tenemos el ejemplo del Club de Roma, que es un grupo de hombres de negocios, internacionalistas y científicos unidos por una común preocupación. Nada dictan a nadie, sólo tratan de aprender unos de otros y de enseñar a aquellos que quieren escucharles. Tenemos otra red, la de los satélites de comunicación, por medio de la cual podemos todos presenciar, por ejemplo, los juegos olímpicos. Esto unifica emocionalmente al mundo, tal como ocurrió al producirse la matanza terrorista durante los últimos juegos. El mundo entero reaccionó a ello, exactamente como los Estados Unidos respondieron a las imágenes de las redes nacionales de televisión de la muerte y funerales del presidente Kennedy o de la llegada de los astronautas a la Luna. Todo esto se convierte en una experiencia humana colectiva. Ahora bien, ¿dónde está el dictador? No hay dictador. Hay una red, una red compartida de comunicaciones. Las grandes compañías transnacionales forman otra red. Estas empresas se extienden por todo el mundo, no sólo la ibm y la General Motors, sino también la Toyota, la Volkswagen y la Royal Dutch Shell. En cierto modo son funestas, pues son mayores que los países pequeños, a muchos de los cuales dominan o intentan dominar. Pero, de otro lado, son los únicos poderes del mundo con suficiente fuerza económi- | |
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ca para oponerse a los propósitos militaristas de los gobiernos y preocuparse seriamente por la paz. El resultado es que hemos comenzado a tener una vía de retroacción que, por primera vez, nos impulse ahora hacia el establecimiento de un modelo global de comercio internacional, de acuerdo internacional, de cooperación internacional, en lugar de hostilidad.
¿Avanzamos o habremos de avanzar hacia un diálogo planetario en todas direcciones?
Sí, pero lo que me interesa recalcar es que no habrá un dictador central, que no habrá una ciudad central única. No serán las Naciones Unidas en Nueva York, ni Washington, Londres, Moscú o Tokio; habrá una red, una red de comercio, redes de comunicaciones, una red de la ciencia, redes de turismo, redes que tendrán su respectivo sistema de retroalimentación en todo el mundo, lo mismo que lo tienen el sistema sanguíneo y el sistema nervioso en el cuerpo humano.
¿Y cuál será la función de la ‘biorretroalimentación’, esa técnica revolucionaria de enseñar a la persona a conocer y después controlar sus funciones vegetativas?
Bueno, algunos aspectos de la llamada revolución de la biorretroalimentación son exagerados y otros imaginarios, pero algunos son útiles médica y psicológicamente. Es útil saber que alguien puede controlar su presión sanguínea, digamos, si quiere hacerlo. Estos métodos de refuerzo nos permiten dominar la tendencia a comer en exceso, hacen posible que dejemos de fumar. Conozco decenas y aun cientos de personas que han reducido de peso o dejado de fumar, gracias, fundamentalmente, a los nuevos métodos de refuerzo, unidos a la publicidad que de ellos se ha hecho y con algo de ayuda por parte de los amigos. El resultado es que hemos empezado a sentir que no somos víctimas de nuestro cuerpo. No estamos controlados por un malvado animal, habitante de nuestro cuerpo, que nos manda contra nuestra voluntad. En lugar de ello, nuestro organismo se nos presenta como una unidad autogobernada. En contra de lo que se había creído, el cuerpo y la mente no son entes mutuamente independientes, y esto significa un sano y esperanzador adelanto, creo yo. El sentimiento del autogobierno es el comienzo del sentimiento del gobierno mundial. Si la humanidad ha de sentir que el mundo es su hogar y que es ella quien traza su propio | |
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destino y reacciona a su poder creador, el cambio debe comenzarlo el individuo, haciéndose consciente de su capacidad para decidir su destino y reaccionar a su creatividad. Permítame decirle que con esto volvemos a la cuestión con que usted me acosaba hace un momento: ¿Cuál es el papel del individuo en este sistema social o mundial? Evidentemente, en el futuro podrán desarrollarse distintas formas de sociedad, y es probable que algunas resulten estables, es decir, capaces de aprender a evitar la guerra, etcétera. Una de las formas de estas futuras sociedades podría semejarse a las que prevalecieron en el Egipto o la Esparta de la antigüedad, o sea, sociedades muy rígidas en que el individuo era estrictamente gobernado por la colectividad. Imagino también otra forma de sociedad posiblemente estable, una sociedad de máxima diversidad en la cual nuestra abundancia tecnológica -aun con cierta limitación al consumo de energía y recursos naturales- haría posible una diversidad enorme, en comparación con cualquier sociedad del pasado. La primera remuneración que ofrece el logro tecnológico es la abundancia limitada a ciertas cosas, por ejemplo, millones de Volkswagen y nada más. Pero la segunda recompensa del triunfo tecnológico es una cómoda diversidad. Así, hubo un tiempo en que una o dos empresas tenían el monopolio de los discos gramofónicos, pero ahora, con los discos de larga duración, hay centenares de compañías. El resultado es que ahora se pueden obtener discos de la más amplia diversidad: música de baile y chistes sucios, pero también las grandes canciones de otras épocas, las grandes obras del teatro, la poesía o la música del pasado, por ejemplo, la de Monteverdi. Toda la música del pasado se encuentra ahora simultáneamente presente en discos impresos por múltiples compañías. La irrupción de los cantores populares, con su efecto sobre los jóvenes, sus contribuciones al movimiento pro derechos civiles, al del poder negro o contra la guerra, ocurrió por medio de los discos, en virtud de la diversidad hecha posible por la tecnología. Creo que en la actualidad, en Estados Unidos y, probablemente, en la Europa Occidental, hay más diversidad en el vestido -falda o pantalón; largos o cortos; maxi o minifaldas, etcétera-; mayor diversidad en la vivienda, estilos de vida, vehículos, transporte, formas de comunicación, estilos arquitectónicos, como nunca antes existió en el mundo; y al mismo tiempo, mayor libertad al gusto individual. El resultado es que cada persona puede cavar su propio nicho individual y vivir de acuerdo con sus preferencias en música, | |
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vestidos, modo de vida, libros, relaciones familiares, viajes, etcétera. Y, vea usted, esta diversidad es típica de esta sociedad pluralista hecha posible por la nueva abundancia. Y creo que esta forma de sociedad es deseable para el futuro.Ga naar voetnoot2
Usted ha dicho que, a fin de enfrentarse a la presente crisis, sería necesaria, a su parecer, una movilización de científicos en gran escala.Ga naar voetnoot3
Sí, creo que hemos de considerar esta crisis humana, esta crisis mundial de transformación, tan seria como una guerra, tan urgente como una guerra. En tiempo de guerra, por ejemplo, durante la segunda Guerra Mundial, los científicos fueron capaces de desarrollar la energía atómica, el sonar, el radar y el armamento antisubmarino, no en forma que pudiera llamarse ‘explosiva’, en una semana, en un mes, y sin embargo, tampoco tomándose todo el tiempo permisible en tiempo de paz, por ejemplo, treinta años para una investigación de ciencia básica. En lugar de ello, los científicos trabajaron en proyectos posiblemente conducentes a resultados mayores en uno o tres años. De la misma manera, creo que la actual crisis mundial tiene una escala de tiempo del orden de cinco o diez años, dentro de los cuales estamos obligados a resolver algunos de los problemas planteados, si no queremos morir a causa de ellos. Para sobrevivir es imprescindible elaborar mecanismos mejores para mantener una paz estable. Hemos de comenzar a limitar la población. Debemos controlar la contaminación, y es imperativo limitar el consumo de los recursos naturales. Creo necesaria la ayuda de los científicos para resolver estos problemas, dado el carácter técnico de los mismos. Y no me refiero únicamente a las ciencias física y de ingeniería. Necesitamos también movilizar nuestros cerebros y conocimientos en las ciencias sociales, incluso la ciencia de la conducta. Necesitamos urgentemente estudios sobre la estructura de los grupos pequeños; sobre los mecanismos de retroalimentación en las organizaciones; sobre una democracia de | |
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participación directa, con funcionarios elegidos, intérpretes de los ciudadanos y protectores de los derechos de éstos. Necesitamos también nuevos experimentos sobre la vida en grupo y en familia, e incluso llegar a una reestructuración de la filosofía y la religión. Todos los campos necesitan la contribución de los científicos, así como la de los políticos, los hombres de negocios y, en general, de todos los ciudadanos.
Ahora llega usted al punto: la fuerza para salvar la brecha reside en los políticos.
No estoy conforme. El poder de los políticos es mucho menor que el que se les supone. Estamos demasiado hipnotizados por los titulares de los diarios. Los diarios son algo perezosos, y como tienen sus reporteros regulares en Washington, Londres y otros centros, informan de lo que les comunican los organismos gubernamentales. Sin embargo, la acción real puede desarrollarse en el laboratorio de Skinner en Harvard o en algún otro de las varias docenas de laboratorios de investigación e innovación.
¿Cuánto cree usted que sepa Nixon acerca de Skinner?
No creo que eso importe nada.
Pero Nixon es quien se reúne con Brejnev y Mao.
Sí, pero como suelo decir, eso es sólo una pequeña parte de lo que sucede con el género humano. Nos hallamos en medio de una gran corriente colectiva de cambio, una gran cascada, en la cual Nixon o Washington apenas son unas pequeñas ondas en lo alto.
Pero no hay un solo científico en el Congreso.
Es verdad.
Entonces, ¿cómo lograr que los congresistas hagan las cosas necesarias, las que los científicos consideran necesarias?
Bueno, usted escribe un libro, como Silent Spring, de Rachel Carson, y a los diez años el resultado es que el pueblo despierta y Washington proscribe el ddt. Y si usted escribe un libro tan eficaz nos veremos tal vez libres de otros contaminantes, y si... | |
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...como el Club de Roma...
Sí... y si lo que dice su libro es congruente con la forma como son las cosas, es decir, si el libro describe la realidad, la gente comprenderá y se dirá: ‘Ah, esto es lo que ocurre.’ Entonces, la gente se movilizará y los políticos lo seguirán. Paul Ehrlich ha escrito un libro, The Population Bomb,Ga naar voetnoot4 y organizado una pequeña sociedad llamada Crecimiento Nulo de la Población. Cuando a esto se agregue la labor de muchos otros analistas de la población, que están elevando la presión, dentro de cinco o diez años el efecto llegará a todas partes. Ralph Nader escribió un libro sobre los fabricantes de automóviles y la seguridad de estos vehículos y a los cinco años se produjo un cambio total de perspectiva y la ley entró en acción. Estos pasos catalíticos no se inician en Washington; Washington los sigue. Siempre hay cierta pequeña demora en estas reacciones gubernamentales; pero el retardo es ahora menor que nunca. En los Estados Unidos el retardo es del orden de los cuatro a los diez años.
La crisis mundial exige un plazo perentorio.
Probablemente necesitemos acortar aún más el plazo, pero lo interesante es que la nuestra es la sociedad más reactiva de la historia. El problema radica en no saber si la reacción será lo suficientemente rápida. Pero no debemos decir que no hay cambio, ni tampoco pensar que la iniciativa partirá de los políticos. Los políticos siguen. |
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