Aleteo de las Musas
Vena Espanola en las letras neerlandoantillanas
Sospecho que, acaso, resultaría más interesante para los lectores de ‘Watapana’ la presentación en este primer número totalmente editado en español de un escorzo de las letras en las Antillas Neerlandesas antes que el enfoque de un aspecto determinado, por importante que éste sea, del fenómeno multilingüe que es y entraña la literatura en nuestro país. En efecto: más interesante, por supuesto, pero no más urgente que el enfoque que acabo de insinuar. De ahí que pasamos a tomar contacto - a través de su propia obra - con unas cuantas figuras de las letras en las Antillas Neerlandesas que escribieron en español, ya exclusivamente en esta lengua, ya también en ella al mismo tiempo que en alguna otra.
La llamada ‘escuela española’ de nuestras letras constituye un reto; es campo que todavía no se ha explorado ni estudiado con suficiente detenimiento ni enteramente libre de prejuicios. Habría que abandonar el manejo ‘tópico y gastado’ de ‘una escuela española’ a la que sólo se suele refirir de pasada, para intentar a ver los entresijos de lo que la constituyen y conforman: es decir, sus poetas, sus ensayistas, novelistas o articulistas.
En su opúsculo ‘Lengua y literatura españolas en las Antillas Neerlandesas’, Jan Terlingen, catedrático que fue de la Universidad de Nimega, resulta bastante parco con las citas concretas o por cuanto hace a lo que tenían que ofrecernos los autores por él tratados. Se limitó Terlingen - con mejor o peor suerte - a historear nuestras letras. De lo que ahora se trata es de ceder la palabra a los autores mismos, tras una breve introducción. Conste que introducción es, meramente, no crítica. Tampoco pretende ser antología.
Entiendo que es menester que alguna vez se escriba largo y tendido sobre nuestros autores hispanófonos pero comprendo también que no es éste ni el lugar ni el momento. En otra ocasión habrá de ser, siquiera como una esperanzadora promesa de que el español seguirá engalanando las páginas de esta neerlandoantillana revista.
Fue - si mal no recuerdo - de Horacio el consejo de quedarse los poemas nueve años en el cofre... No sé hasta qué punto fue el caso de los poetas que presento hoy. En cuanto a mí, lo he venido haciendo y al cabo del tiempo he aprendido también que si bien es cierto que a lo largo de una novena de años se puede - y se debe - ir puliendo, limpiando y depurando la obra concebida, no se debe, por otra parte, engañar al lector ni a uno mismo sirviendo el refrito de una obra de los años mozos, es decir, ‘puesta al día’, rehecha a la luz de nuestra madurez. Me refiero, claro está, al poema ya publicado años atrás. Al poema no publicado es aún lícito retocar, pulir, perfeccionar conforme uno - que sigue siendo ese mismo uno de antes, sólo que con la carga de su madurez a cuestas - vaya adquiriendo experiencia, más sensibilidad poética, visión, en una palabra.
Habría que contemplar, digo - y digo bien - a uno mismo como fue un día, poéticamente hablando - como devino, valga el arcaísmo - hasta alcanzar el punto desde donde otea ahora el camino recorrido.