Brunilda Vizoso
Agonía lunar
Junto a la cerca se cuelga la luna a dormitar: Tiene largos cabellos la luna verde y blanca, largos cabellos húmedos. Calladamente el campo se ha acostado a su luz, callada y amorosamence se empapa en su bálsamo y hay en esa quietud de sencilleces cándidas una suril añoranza de inocencia.
Los largos cabellos de la luna me buscan como caminos albos y por su invitación llevada voy cruzando veredas de eternidad.
Junto a mi pie desnudo para mejor sentir su claridad, un caracoi de nácar se ha prendido y acogiéndolo voy con él en mis manos, pensando a Dios, al bien, al mal
Y aquí, a solas con la tierra y la luz, cavilando en perdidas edades, me hago la suprema pregunta, sin temor, serenamente: Es necesario Dios?...
Al peso del enigma me he sentado delicadamente en una piedra - no quiero perturbar su sueño - yo, a solas frente al universo, y hay grandeza, hay recóndita armonía en esta soledad.
...El tiempo ha sido cruenco con mi caracol, su superficie áspera y desigual me habla de lluvias y de soles; ha perdido la protectora negrura de su capa y entre mis manos quietas, brilla blanca su corazón de nácar...
Atraída por sus fulgores, descubro que estoy en campo sagrado: campo de caracoles, campo de indios, camposanto y ruina de edades preteritas.
‘Si en esta hora tan serena y fría no fuera yo una estrella más, con manos que mi afán haría invencibles descubriría el