Debate sobre el crecimiento
(1975)–Willem Oltmans– Auteursrechtelijk beschermd
[pagina 7]
| |
Prefacio: Sobre el crecimiéntoEste simposio sobre Los límites del crecimientoGa naar voetnoot* es el resultado de un giro de mi interés periodístico. Tras haberme dedicado durante veinte años a asuntos extranjeros y relaciones internacionales, a últimos de 1970 descubrí el Club de Roma.Ga naar voetnoot1 En aquellos días yo representaba a nos, Televisión Nacional Holandesa, en los Estados Unidos. Me había enterado de que este país y la Unión Soviética estaban efectuando negociaciones semisecretas acerca de la fundación de un instituto para el análisis de sistemas. Entré en relación con McGeorge Bundy, otrora el Kissinger del presidente John F. Kennedy, quien, según rumores, conducía las discusiones con los soviéticos. Comoquiera que fuese, él me presentó al Dr. Philip Handler, presidente de la Academia Nacional de Ciencias de Washington, encargado de esos delicados pourparlers. Fue el Dr. Handler quien me informó sobre la labor del profesor Jay W. Forrester en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (mit). Me enteré entonces de la existencia del Club de Roma, y de que esta institución había encargado al grupo de ingenieros de sistemas del mit, dirigido por Forrester,Ga naar voetnoot2 estudiar mediante modelos de computadora cuáles son los límites del planeta considerado en su totalidad. A comienzos de 1971, comencé a producir una película documental sobre la información por mí obtenida en Washington para la nos, Televisión Nacional Holandesa. En ella incluí conversaciones con el Dr. Handler (en Washington, D.C.), el profesor Forrester (en Cambridge, Massachusetts), el Dr. Aurelio Peccei (en Roma), fundador y presidente del Club de Roma,Ga naar voetnoot3 y el Dr. Djhermen M. GvishianiGa naar voetnoot4 (en Mos- | |
[pagina 8]
| |
cú), vicepresidente del comité de ciencia y tecnología del consejo de ministros de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de este país. Mi película presentada en una hora preferente de la noche del domingo 26 de septiembre de 1971 y, aparte de tratarse de un estreno mundial, causó intensa sensación en Holanda. Patrocinada por el Club de Roma, se organizó una exhibición en Rotterdam, cuya inauguración por la reina Juliana atrajo decenas de miles de visitantes. De la edición holandesa de Los límites del crecimiento se vendió un cuarto de millón de ejemplares en menos de un año. Durante las elecciones generales del otoño de 1972, los problemas revelados por el Club de Roma y el equipo de Forrester-Meadows, de Cambridge, Massachusetts, llegaron a ser temas de la campaña electoral.Ga naar voetnoot5 Las noticias relativas a los planes para formar un equipo integrado por hombres de ciencia de los Estados Unidos y la Unión Soviética aparecieron en la página frontal del New York TimesGa naar voetnoot6 unas semanas después de haberse tratado el asunto en la Televisión Nacional Holandesa. Mientras tanto, el 4 de octubre de 1972, doce naciones habían firmado en Londres un acuerdo, a fin de fundar conjuntamente un instituto para el análisis aplicado de sistemas, el cual habría de instalarse en el dieciochesco palacio de Laxenberg, a dieciséis kilómetros de Viena. El Dr. Gvishiani fue elegido director de dicho instituto para un periodo de tres años. Además de los Estados Unidos y la Unión Soviética, las naciones participantes fueron: la República Federal Alemana, la República Democrática Alemana, Italia, Francia, Inglaterra, Polonia, Checoslovaquia, Bulgaria, Japón y Canadá.Ga naar voetnoot7 El 6 de julio de 1972 comí con el Dr. Aurelio Peccei en el aeropuerto de Frankfurt. En el curso de nuestra conversación surgió el plan de recoger, valorar y publicar opiniones sobre Los límites del crecimiento. Al comienzo, mi intención era reunir unas treinta entrevistas, diez de ellas sugeridas por el Club de Roma. Pronto, sin embargo, decidí no limitarme a los comentarios de economistas, ingenieros de siste- | |
[pagina 9]
| |
mas, biólogos y ecólogos, sino conocer también las opiniones de algunos otros exponentes de diversas disciplinas. En consecuencia, la serie se amplió hasta llegar a setenta conversaciones. Lamento que bastantes de las personas invitadas a participar en mi proyecto no pudieran hacerlo, unas por ser imposible encontrarnos, y otras por tener compromisos contraídos anteriormente. De ellas quiero mencionar a Jacques Monod, R. Buckminster Fuller, David Riesman, Barbara Ward (Lady Jackson), Bertrand de Jouvenel, John K. Galbraith (en China, por entonces), Konrad Lorenz, Hannah Arendt, Erik H. Erikson y J. Bronowski. Por otra parte, si bien el grupo hubiera podido ampliarse indefinidamente, debe tenerse en cuenta que una colección de conversaciones como ésta también tiene sus ‘límites’. Estoy agradecidísimo a todos los participantes, tanto por su valiosa ayuda para orientarme en el interminable laberinto de problemas y dilemas a que nos enfrentamos en esta última parte de nuestro siglo, como por el arduo esfuerzo que dedicaron a conformar las conversaciones grabadas magnetofónicamente, corregirlas y hacerlas tan legibles como fuera posible para el público general. La mayoría de los entrevistados se ha sentido insatisfecha acerca de la calidad de sus exposiciones, expresadas, como lo fueron, en conversaciones. El profesor B.F. Skinner se opuso terminantemente a que apareciera en este libro una versión arreglada de su conversación. En consecuencia, invité al editor principal de la revista Psychology Today, Kenneth Goodall, a redactar de nuevo el texto de manera que fuera finalmente aprobado por el Dr. Skinner. No ha sido mi intención hacer de este libro un ilegible amasijo de culto lenguaje científico. Habiéndome encontrado con que la mayoría de los científicos posee un tesoro de pensamientos y opiniones relativos a la problématique de nuestro tiempo, decidí recopilar algunos de ellos, como contribución a la discusión, ahora en curso en todo el mundo, acerca de la finitud de todas las cosas de nuestro contorno. Pretendo así aducir nuevas razones a favor de la creciente convicción de que ni las generaciones de hoy ni las de mañana tienen derecho alguno a dejar a las inmediata o mediatamente futuras, como único legado, un inmenso montón de basura. Por su continuo asesoramiento y el cálido interés con que siguieron este proyecto, me siento profundamente agradecido | |
[pagina 10]
| |
a Aurelio Peccei, Margaret Mead y Jay W. Forrester, así como a Philip Handler, que fue quien verdaderamente me llevó a descubrir el Club de Roma y Los límites del crecimiento.Ga naar voetnoot8 W.L.O. Navidad de 1972 |
|